#PostBafici 2021 – No va más

Por Pedro Gomes Reis

Argentina, 2021, 63′
Dirigida por Rafael Filippelli

Esto no es una despedida

Filmada a seis manos y tres cabezas (algo que indican los créditos pero que por motivos que desconzco no aclara el director a la hora de subir la ficha técnica a sitios como Imdb o Filmaffinity), la concepción de No va más es plenamente fillipeliana. La confianza en el plano fijo y el montaje interno como forma de descubrimiento del mundo, de las acciones dentro y fuera del cuadro y, finalmente, dinamizador del espacio audiovisual es una de las armas más claras y definidas de su cine. La otra, el paneo (tan arraigado a las formas del modernismo de las vanguardias de posguerra que el director ama) también organiza el espacio, pero al mismo tiempo lo tensiona, llevándolo hacia un territorio más incómodo, como si ahí donde el estatismo provee movimiento el movimiento del paneo pusiera límites a los desplazamientos. Bueno, sostenido sobre esas contradicciones, que convierten a la forma en un instrumento para pensar el mundo narrado, es que No va más establece sus ideas. El problema parece ser otro: por cuánto tiempo.

La construcción de este monólogo interior-exteriorizado no precisa demasiado para que entendamos las reglas del juego. A los pocos minutos comprendemos que el sistema ritual de acciones microscópicas (como las del plano que abre la película antes de los títulos de apertura) será multiplicado según un régimen de intensidad variable. Un hombre solo en su casa en invierno. Los desplazamientos en el living y en la cocina. La búsqueda de objetos. La preparación de algo en la cocina, que se cuece a fuego lento. Un trago hecho con paciencia y un cierto automatismo. Una sucesión de corbatas expuestas a la experimentación de las combinaciones y colores. Las ventanas y sus reencuadres para enfatizar el encierro. La tensión del cuerpo, que cuestiona al mismísimo plano, obliga a que todo el tiempo seamos testigos de una batalla personal contra ese encierro. Pero al mismo tiempo se trata de un hombre viejo, mayor, abandonado a sus propias costumbres. Pero nuevamente: el tiempo. No hablo del tiempo vital, sino de la redundancia.

No va más tiene mucho de un cortometraje estirado, de experimento de pandemia que sufrió una sobredosis de ideas formales en pocos minutos. Por eso, cuando un cuarto de la duración del total de la película se cumplió, podemos decir que no atestiguamos nada distinto. Y no, el ejercicio de Filippelli no es meramente acumulativo. No es un ejercicio ackermaniano. Parece más bien estar cerca de Ozu. Fundamentalmente cuando confía en la quietud del cuadro, en el encierro del reencuadre, en las acciones de peqeueña escala. Por eso, toda esa programática capaz de narrar el encierro, la pérdida de la memoria y la sensación de que un mundo se acaba (el personal, que parece ser el único que importa acá), ya estaba en los primeros minutos. De ahí que algunos de los juegos que el director propone (el de las corbatas es el más evidente) no solo no proceden a cambiar nada, sino que incluso atentan contra las decisiones minimalistas del cuarto inicial. Incluso, en esta dirección de cosas, resulta llamativa la decisión del llanto frente a cámara (que resuena conjuntamente con otros llantos frente al espectador, como si Filippelli también precisara de ese gesto juvenil que es la cita de autoridad), esencialmente porque parece revelar algo más sobre el personaje, cuando en realidad al aditar no hace más que quitarle emocionalidad a lo mínimo.

Extrañamente excedida en su metraje, repleta de ideas en muy poco espacio y tiempo, entregada a una salutación personal y autoindulgente que expone las memorias de un muchacho de Caballito…metido en el cuerpo de un señor de mas de 70 y tantos años, lo que muestra No va más es que a veces las mejores ideas son las que no vemos, pero que están.


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