#PostBafici 2021 – The old man movie

Por Luciano Salgado

Vanamehe film
Estonia, 2019, 88′
Dirigida por Oskar Lehemaa & Mikk Mägi

Salir de la burbuja

Se ha querido comparar a The old man movie, acaso de manera un poco lineal dado el uso de la técnica de stop motion, con el estudio inglés Aardman. Pero la comparación tiene algo de cierto y algo de ocioso, porque cuando terminamos de ver la locura de la dupla Lehemaa & Mägi se nos vienen otras referencias acaso más cercanas a la oscuridad, a la crueldad y al sentido del humor salvaje que ostenta esta maravilla que fue ignorada en el último Bafici. Creo que la referencia en la que hay que pensar es sin dudas la de Jan Svankmajer. Si bien aquel director construye su cine a partir de una variación de vectores formales, cuando lo hace por medio del stop motion y el uso de plastilina es donde podemos proyectarlo sobre la película que nos convoca.

Pero The old man movie es bastante más que una sucesión de referencias y formas posibles. Es también una sucesión de descalabros que organizan un devenir delirante que nada tiene que envidiarle a los Hermanos Marx y a Bill Plympton. Pero además de ser una comedia físico-escatológica hermosa y libre, también estamos frente a una película política, que no se olvida de la historia. Por eso todo el sistema discursivo de The old man movie está atravesado por el juego de la mirada retrospectiva a los regímenes comunistas, como si en alguna medida en ese viaje a la casa de campo de los abuelos de parte de un trio de niños-preadolescentes del presente también operara un viaje en el tiempo.

A lo largo de toda la película sobrevuela el fantasma del realismo socialista, de su oda al trabajo rural, a las tradiciones, al silencio y a la ingenuidad derivada de la ignorancia. Pero a no confundir: no se trata de un cuento moral sobre las bondades del mundo urbano-cosmopolita frente al retraso y el reaccionarismo de los regímenes del pasado (no casualmente en blanco y negro: aquí el uso del color también adquiere un factor político). No: en todo caso el cuento moral que se entrevera con la sucesión de aventuras delirantes (aventuras que incluyen vacas explosivas, osos que devoran animales enteros, árboles sexópatas, niños genios capaces de pergeñar robots con los desechos, chanchos tira pedos y mil ideas más) es el de la liberación y la posibilidad de repensarse a si mismo. En ese punto, si se quiere, estamos ante un doble coming of age: el de los preadolescentes que conocen el mundo que ignoraban pero también el de un viejo choto, maltratador, que redescubre otras posibilidades para su vida.

Esa mezcla entre capacidad intacta de reflexión política, locura narrativa, timming para la comedia y, al mismo tiempo, una implacable capacidad de perturbar todo el tiempo (a mi no dejó de incomodarme cada vez que veía los chistes obscenos con los que juega) no se ven en todo momento. Inevitablemente este ovni no podía provenir de un territorio que desconozca los horrores del pasado totalitario. Solo quienes experimentaron la historia pueden volver a ella con furia, sonido y mierda, para hacer escuchar. Y quien quiera oír que oiga.

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