Canadá, 2019, 96′
Dirigida por Yonah Lewis & Calvin Thomas
Con Kacey Rohl, Amber Anderson, Martin Donovan, Thomas Olajide, Connor Jessup, Sharon Lewis, Christine Horne, Darrin Baker, Zahra Bentham, Shanice Banton, Spencer Glassman, Hershel Blat, Luc Trottier
Relatos
Gone Girl es una policial en el que a medida que vamos introduciéndonos en el misterio de la desaparición de una esposa modelo, vamos descubriendo un plan macabro completamente calculado que a medida que se va descubriendo va exponiendo las miserias de la institución matrimonial y del negocio de la aparente felicidad (el momento en que fingen ser un matrimonio feliz en la televisión expone un sistema de comercialización de los buenos sentimientos). En la película de David Fincher el punto de vista enmarca el relato dentro del género policial: la lógica del desmantelamiento de la verdad.
White Lie, en cambio, está anclada en el punto de vista de la que engaña, la protagonista que finge tener cáncer para ganar plata a través de las donaciones de las personas. El cambio en el punto de vista provoca que la película sea transversalmente otra: a diferencia de Gone Girl, en White Lie la institución del negocio de la pena, de las enormes campañas que apelan al buen corazón del humano que mediante la acción de entregar dinero siente que está librándose de todas las porquerías que conviven en su interior, no se ve expuesta ni descubierta. Más bien, pareciera que esas miserias corresponden únicamente a la individualidad de la protagonista, como si el problema fueran solamente determinados inadaptados.Pero los inadaptados en general exponen una falla propia del sistema, si el sistema no puede contener a todos, significa que en el algo fallo en su objetivo conquistador.
En Gone Girl Ben Affleck, el hombre al que no le creen, porque la historia de la tierna y dulce esposa que es maltratada por un hombre abusivo le sirve más al sistema mediático que tiene que generar un relato de penas de fácil procesamiento por los espectadores, se convierte cuando él decide generar un nuevo relato que también le sirve a los medios: el del buen matrimonio destruido por la inseguridad. Esa conciencia que adquiere el personaje de Affleck expone aquellas fisura en el sistema: que todo es un relato, y los relatos mediáticos en particular apelan a una sensiblería fácil, que al ser lograda se tiene la atención del público, y por lo tanto el poder. Un relato de manipulación emocional, que en White Lie se desarrolla, pero desde la perspectiva ya fundada de la protagonista. Es decir, la película no expone la formulación del relato, el relato ya está instaurado en la película y que lo sucede es más bien como la protagonista trata de mantenerse adentro del propio relato que generó.
Pero, entonces, ¿qué hacen estos elementos en favor de la película? Lo que pareciera suceder es que la película quiere demostrar que la protagonista puede hacer todo lo posible por esa causa, que por otro lado no terminamos de entender qué es, más que ganar un poco de dinero para mantenerse (ni siquiera para tener la gran vida). Es decir, Rosemund Pike en Gone Girl también hace hasta lo imposible por conseguir lo que quiere, pero la película al lateralizar el punto de vista se introduce de otra manera en el relato. Todos los personajes sufren a partir de la protagonista de White Lie pero su sufrimiento solo tiene una dimensión, una cara, porque lo vemos y lo entendemos solo desde el punto de vista de la protagonista. Más bien la película es una expurgación de las culpas de la protagonista, en como influye su accionar más directo en sus vidas, pero no como su mentira puede haberlas afectado desde otras perspectivas o de como esa mentira afecta a la comunidad en general.
Es en este punto en el que la película se vuelve superficial: sus imágenes parecen solamente querer evocar, comunicar directamente una lastimosa historia de la falta de empatía de un protagonista egoísta, que está siempre tras su objetivo. Las imágenes pierden su profundidad al perder las acciones su reflexión, su contraplano. No hay tensión sin reflejo, sin heterogeneidad, es decir, sin dos puntos que pueden colisionar entre sí, mucho menos hay ambigüedad si el punto de vista es único y claro, y las imágenes solo comunican esa fría sucesión de hechos.