Quiero bailar con alguien

Por Luciano Salgado

I Wanna Dance with Somebody
EE.UU., 2022, 146′
Dirigida por Kasi Lemmons
Con Naomi Ackie, Ashton Sanders, Stanley Tucci, Clarke Peters, Nafessa Williams, Tamara Tunie, Lance A. Williams, Bria D. Singleton, Kris Sidberry, Alana Monteiro, Daniel Washington, Heidi Garza, Marilyn Swick, Naheem Garcia, Tanner Beard, Jennifer Ellis, Evonne Archer, Greg Roman, Alexa Renée

Tanto y tan poco

Como si una inteligencia artificial hubiera tomado posesión del asunto y hubiera registrado lo que Google puede entregar a modo de resumen, la vida de Whitney Houston vista a través del prisma que propone Quiero bailar con alguien es una suerte de biopic descafeinado, carente de vida. Pero a veces es demasiado fácil decir algunas cosas y hacer crítica como despachante de aduana apuradito. Y la realidad es que la honestidad intelectual no permite lo que la pereza quiere porque “tiene otras cosas más importantes que hacer antes que escribir sobre la biopic esa sobre Withney”.

Quiero bailar con alguien está pergeñada para salvar las papas, si. No parece diseñada por alguien particularmente original, ni curioso, ni portador de una mirada cinematográfica deslumbrante (como pasó con la desesperante Elvis, para la que uno esperaba, en manos de Baz Luhrman, un espectáculo notable…pero no). En esta biopic desangelada no hay nada de eso. Y acaso ese sea el motivo por el cual la película ingresa a un territorio espinoso con anticuerpos suficientes como para caer en todos y cada uno de los lugares comunes de esta clase de propuestas al mismo tiempo que los elude, como si en los momentos en los que se pedía el mayor morbo posible se optara por desactivar la bomba naturalizando el escándalo o la revelación. De este modo la “historia secreta” se vuelve un elemento más de una serie de datos encadenados y no un espacio en el que regodearse. En este sentido uno podría decir que Quiero bailar con alguien se posiciona en el extremo opuesto de bazofias como Rubia o como Ray. No hay en ella ánimo de ir más allá de lo que sabemos, como si el continuum vital importara más que los nodos dramáticos.

Quiero bailar con alguien, genera, a su manera, un acercamiento desinteresado, pero a la vez amable y querendón con su objeto. Insisto: como si una inteligencia artificial, sin una mirada subjetivizante, pero curiosamente, con más corazón que muchos humanos juntos, hubiera decidido narrar una vida con altibajos, con cosas terribles (si indagan el devenir trágico de la familia de WH se van a horrorizar), pero que al mismo tiempo no hizo más que continuar su narrativa sin énfasis. Puede parecer, inclusive, un hecho menor, desechable, pero es, éticamente, una aproximación mucho más respetuosa que las barbaridades falsamente reveladoras que venimos acostumbrando a ver sólo con el fin de agradar a la agenda presente.

En Quiero bailar con alguien no solo no hay agenda con la que cumplir, sino que en su respetuosa atemporalidad, podemos comprender a una artista extraordinaria de un modo mucho más empático que las cínicas reivindicaciones de mujeres, que afectas a la denuncia, revictimizan a quienes dicen amar. En este punto, el nombre mismo de la película grafica el posicionamiento: no quiere mostrarnos nada oculto, no quiere que el mundo se caiga de culo, apenas si quiere acercarse, cuidar a quien tiene enfrente, Y bailar con ella, hasta que la canción se termine.

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