El cuento de la bruja que venció al patriarcado
Por Carlota Mosegui
La ganadora del Festival de Rotterdam es una excelente fábula mística sobre el infierno cotidiano en el que viven las mujeres chinas, especialmente en las sociedades rurales. El drama tiene lugar en la Provincia de Herbei, es decir en las vastas tierras norteñas que circuncidan Pekín. El gélido invierno en Herbei es el primer atributo que conocemos de esas tinieblas asiáticas. En la primera secuencia de The Widowed Witch nos hallamos ante un paisaje cubierto por un imponente manto blanco que impide el crecimiento de la vegetación. Aunque el frío y las vistas yermas no acompañen, Erhao está celebrando un picnic en plena ventisca. Nuestra heroína parece feliz. De hecho, Cai Chengje nos invita a recordar esa bella expresión en el rostro de la protagonista, dado que se trata de la única vez que Erhao sonríe en toda la película. Todavía no lo sabemos, pero Erhao se encuentra en coma, y, nosotros, en uno de sus delirios.
Erhao sueña en color. Sin embargo, pronto se despierta en un mundo en blanco y negro. La fábrica de fuegos artificiales que llevaba con su marido se incendió mientras trabajaban juntos, y ella es la única superviviente. Muda, temporalmente paralítica y viuda por tercera vez, Erhao acaba en casa de sus parientes, donde veremos cómo es violada por su cuñado a través de un macabro plano fijo filmado desde los ojos de la mujer. Ése es el mundo de Erhao. Como decíamos, un mundo en blanco y negro.
Toda esta serie de tragedias descritas no es más que el prólogo de la película, condensado en los primeros quince minutos del metraje. El resto es bien distinto. Poco a poco, el film va adquiriendo el aura sobrenatural de esa primera escena mística que resultó ser un sueño de la protagonista en estado comatoso. El nuevo componente onírico se introduce en la ficción cuando la comunidad rechaza y humilla públicamente a Erhao. Pues, de pronto, sus vecinos y parientes querrán echarla del pueblo porque creen que la brujería es la causa de su mala suerte. Por pura cuestión de supervivencia, nuestra astuta heroína decide utilizar a su favor dichas injurias lanzadas contra ella. Y, así, la superstición se hará realidad. Todos acabarán creyendo que se encuentran ante un peligroso chamán al que deben obedecer.
El debut de Cai Chengje es una sátira mordaz sobre el abuso de poder en una de las sociedades patriarcales más letales que existen sobre la faz de la tierra. El film representa a la mujer del mundo rural chino como un ser inferior, nacido con un solo propósito existencial: entablar relaciones de vasallaje con sus padres, su marido, sus hijos (si son varones), y cualquier otro hombre residente en la comunidad.
The Widowed Witch ridiculiza el patriarcado chino poniendo en escena el cuento del traje nuevo del emperador. Aunque, a diferencia de la clásica fábula infantil, Cai Chengje nos hará dudar constantemente. ¿Hay traje, o no hay traje? Es decir, ¿Erhao tiene o no tiene poderes? Misteriosamente, en cuanto la joven recibe el estatus de bruja-emperatriz del lugar, ésta consigue curar dolencias crónicas de enfermos, desenmascarar a los hombres infieles, adivinar datos o hechos que le ocultaban, e, incluso, esquivar impactos de balas. El espectador deberá juzgar por sí mismo si se trata del factor suerte o si la mujer se convirtió en una hechicera de verdad. La alternancia de la fotografía en color a blanco y negro (según el estado anímico de la protagonista), así como la representación de rituales chamánicos y bailes milenarios nos harán decantar hacia la presencia de lo místico en su alma. Pero, si tras el visionado seguimos con dudas, Cai Chengje vendrá a nosotros para recordarnos el auténtico sentido de The Widowed Witch: qué más da si el emperador lleva traje ahora, lo que importa es que el viejo emperador –el patriarcado– fue derrocado.
