RiseRoarRevolt
India, 2022, 185′
Dirigida por S.S. Rajamouli
Con Ram Charan, N.T. Rama Rao Jr., Alia Bhatt, Ajay Devgan, Prakash Raj, Shriya Saran, Posani Krishna Murali, Nitin Sathya, Edward Sonnenblick, Atikur Rahman Mahi, Alison Doody, Samuthirakani, Ray Stevenson, Olivia Morris
Bigger than life
Me arrepentiré una y mil veces por no haber puesto (ni haber visto a tiempo) entre las mejores películas de 2022 a la fulgurante RRR, que es una lección de cine por todos y cada uno de sus poros. Pero aquí estamos, en esta sección que, cuan DeLorean, nos lleva de regreso a donde debimos haber hecho algunas cosas. Y nos permite hacer justicia.
RRR es cine grande, pero no grandote. No adolece de gigantismo, sino que goza de una capacidad muscular que occidente fue olvidando (excepto en contadísimas ocasiones), pero que Hong Kong y la India no olvidaron, porque sus cines todavía se permiten ese goce descontrolado. En ese sentido, lo que vemos en RRR no es una mera hipérbole, porque eso nos podría hacer pensar que estamos ante alguna exageración sacada de la galera. Pero no, en esta película que sintetiza melodrama, cine épico independentista, musical y película de acción lo hiperbólico no es un exceso, sino una regla, un código de comprensión del mundo. Por eso no nos podemos tomar a pecho la distancia que la película se toma respecto a cualquier parámetro realista ya sea para sus personajes (bidimensionales al extremo), para sus elecciones formales (multiplicación de ralentis que humillarían al mismo John Woo, fotografía hiper artificiosa de estudio, efectos especiales que rozan el ridículo, acrobacias físicas imposibles, despliegue desmedido de actores en escena, coreografías hiper coordinadas) como para la historia que cuenta (la narrativa fabulada de dos héroes independentistas convertidos en verdaderos superhéroes trabajada con veinte mil firuletes temporales que justifican el presente desde el pasado). Todo lo que vemos y escuchamos es producto de ese código que, lamentablemente, nos fue vedado de disfrute en las salas de cine.
Pero RRR es enorme, también, porque en su plan hiperbólico redescubre el movimiento en una época en donde el cine se olvida de forma cada vez más acelerada del espectáculo-quizás, en occidente, Tom Cruise y The Rock pre-Black Adam sean algunos cultores excepcionales de esa necesidad que estamos dejando morir-. Y lo redescubre sin ninguna clase de miedo a las formas, los colores, las texturas. Para ello no se pone por encima de nadie, sino que nos permite acompañar siempre a los personajes, a los que les cree todo. Por eso para que este cine exista somos necesarios nosotros. Y es necesario que el cinismo se quede fuera. No, no es el caso de “es tan mala que es buena”, sino que es tan buena que es buenísima para que recuperemos el gusto por demandar ver las películas en el cine. De haber tenido otra suerte (y haber sido enviada por su país en la competición por los premios Oscar a mejor película extranjera 2023), otro sería el cantar hoy. Y quizás hubiéramos podido disfrutarla en salas, a oscuras, con los ojos desaforados de tanta música.
RRR tiene músculo cinematográfico porque entiende que sólo la genialidad de lo grande (ahí está Abel Gance, una influencia secreta en todo esto) es posible cuando todo juicio queda suspendido. Por eso no podemos leer a la película como una suerte de alegato anticolonialista, precisamente porque el maniqueísmo de esa manera es tan elemental, tan duro y evidente que nos pide que observemos más allá. Poco importa de dónde proviene, si su penetración en occidente (viralización mediante de su canción central, la adictiva Nattu Nattu, en plan Moulin Rouge!) responde a alguna agenda comercial o geopoítica o qué otra especulación. RRR vive en su mundo autónomo. Y por tres horas y algo nos olvidamos de todo lo que nos rodea, cuando todo se incendia. Gracias por tanto, perdón por tan poco.
