#Polémica: Ruido de fondo

Por Amilcar Boetto

White Noise
EE.UU., 2022, 136′
Dirigida por Noah Baumbach
Con Adam Driver, Greta Gerwig, Don Cheadle, Jodie Turner-Smith, Alessandro Nivola, Raffey Cassidy, Sam Nivola, May Nivola, André Benjamin, Barbara Sukowa, Gloria Bishop, Matthew Shear, Logan Fry, Laura Wimbels, Thomas W Wolf, Francis Jue, Bryant Carroll, Lauren Ashley Berry, Jasmyn Green, Aaron Marcus, David Sollberger, David Goebel, Danny Wolohan, Randall L. Johnson, Daniel Repas, Richard Doone, Kevin E. Murphy, Samantha Russell, Dan Gradijan, Lars Eidinger, Mike Gassaway.

En contra

El escape imposible

Tan lejos, tan cerca. Baumbach abandona. Tres años después de Historia de un Matrimonio, Baumbach abandona su mundo autobiográfico para adaptar a Don DeLillo en White Noise. Se va pero no tanto, porque vuelve a colaborar con dos de sus viejos intérpretes: Greta Gerwig y Adam Driver. No obstante, al abandonar su mundo autobiográfico, Baumbach  también abandona su sentido transparente de la mimesis, por lo que disfraza a sus actores tratando de representar una imagen de ellos que se aleje de aquella que habitualmente tenemos en la cabeza. Esta intención nos acerca desde el inicio con la intención tonal que la película va a desarrollar a lo  largo del metraje. Los rulos de Gerwig y el aspecto delilliesco de Driver son los primeros gestos  de un aparato satírico que Baumbach construye, acercándose a DeLillo al mismo punto en el que se aleja de su autobiografía. Abandono, pero no tanto.

Grupo(s) de Familia(s). En Ruido de fondo Baumbach se burla del concepto tradicional de familia, representando a una que está compuesta por dos padres ya divorciados que conviven con los hijos de los matrimonios anteriores de su pareja. Una familia cuyos roles parecen constantemente invertidos, en donde la hija se preocupa por los medicamentos de su madre y hasta se los esconde, donde el padre niega el  peligro hasta el punto en el que su hijo debe tomar el toro por la astas y salvar a la familia de un  inminente desastre. Esta burla también atraviesa a la enseñanza cultural, convirtiéndola en un  debate de egos sobre conocimientos específicos (ver la escena donde Don Cheadle y Adam  Driver se miden a ver quién sabe más sobre su especialidad -Elvis y Hitler-).  

El séptimo sello. A su vez el carácter amenazante de la muerte sobrevuela todo este mundo de personajes excéntricos, mostrando la cara más bergmaniana de Baumbach. Los sueños mortuorios y la  desesperación que nubla los diálogos del personaje de Driver acaban por ser el punto de fuga de un relato que parece trazado por rarezas superficiales. Es que la idea del final de la vida, devenida en la idea del final del mundo, le da al relato la hondura que los personajes no parecen encontrar en la propia. Cuando ni la cultura, ni la familia, ni la religión, ni las relaciones personales importan, lo único que permanece es la finitud. Por eso, para esquivarla, los neuróticos protagonistas deben drogarse hasta la médula… o en última instancia asesinar. (“si matas a alguien, quizás te salvas de tu muerte” le dicen a Driver y este acaba por creérselo). 

Camino a la redención. Baumbach intenta, entonces, regalarle una redención a sus personajes consumidos por sí mismos. Lo hace por medio de un plano/contraplano de ambos (Gerwig-Driver), sentados en la mesa de su cocina, contemplándose, de forma contraria a lo que era la primer escena familiar, donde siempre había más de un personaje hablando y los cortes nunca indicaban la continuidad de una mirada, sino la  irrupción de un nuevo elemento. Así las cosas esa redención resulta muy difícil de creer. Se nota claramente la intención de que los personajes acepten la finitud de la vida luego de enfrentarse con una experiencia traumática -y con la certeza  de que no hay nada más-. Pero nada de lo que sucede en la película puede convencernos de esa redención. En todo caso la aceptamos acaso porque muchas otras opciones no hay. La redención, entonces, es mas bien una rendición. Y esa rendición se despliega por toda la película, convirtiéndola en un museo de excentricidades que, lejos de consumar una crítica seria a la sociedad de consumo, a los mundos conspiranoicos, a la falta  de identidad y de fundamento -características sobresalientes del posmodernismo-, se termina rindiendo ante esa sociedad, con el estilo y la gracia de James Murphy rockeando un supermercado.  

El proceso. Si bien Ruido de fondo está poblada por secuencias memorables (el gran escape por la autopista, el sueño terrorífico o el asesinato fallido que se resuelve con la ya mencionada escena de las monjas), en el fondo lo que prevalece en ella es un desprecio a las posibilidades liberadoras del cine, ya que entre los pliegues media un tono cínico (la anteriormente nombrada escena del debate en la universidad, las charlas de supermercado, los momentos de disfunción familiar) que articula las escenas. Ese cinismo es un pegote que entrega momentos de bajeza en lugar de momentos donde pueda contemplarse o atravesarse la existencia para entender algo distinto: una aventura o una transformación para los personajes, algo que nunca llega. En cambio, la película de Baumbach  es una prisión para sus personajes, una sátira que por opaca deviene en plana, donde la salida es vitualmente imposible y el mundo representado no tiene mucho más para ofrecer que la desesperanza y la batalla de egos desplegada adentro de una jaula eterna.

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