Scream VI

Por Luciano Salgado

EE.UU., 2023, 123′
Dirigida por Matt Bettinelli-Olpin & Tyler Gillett
Con Melissa Barrera, Jenna Ortega, Courteney Cox, Jasmin Savoy Brown, Mason Gooding, Hayden Panettiere, Dermot Mulroney, Josh Segarra, Samara Weaving, Jack Champion, Liana Liberato, Henry Czerny, Tony Revolori, Devyn Nekoda, Thomas Cadrot, Andre Anthony

El dolor de ya no ser

Quienes amamos la saga original de Scream, incluso con las correspondientes salvedades que podemos plantearle a la tercera y cuarta parte, nos vimos sacudidos por la legitimación que Kevin Williamson, en tanto guionista de las primeras cuatro entregas. La sacudida no fue por motivos alentadores: Scream (Grita) lejos estaba de lavarle la cara a la saga. Tampoco la reescribía y la negaba. Era, si se quiere, un monstruo a mitad de camino entre el presente y el pasado. La herida se había vuelto a abrir, no obstante. Y sobre esa herida echa sal, insidiosamente, Scream VI (o Scream 6 o ScreaIVI, dependiendo de cómo se quiera entrar en el juego de palabras y letras que simula continuidades a la vez que reescrituras, como lo hacía ScreaIVI). Decimos que echa sal sencillamente porque intenta sostener sin vida algo que está muerto. Al mismo tiempo reaviva el dolor de la herida. Metáforas del slasher.

Scream VI se propone, nuevamente, la obligación de reflexionar sobre algo, que es, acaso, lo menos interesante de la saga, que gana siempre cuando su centro gira en torno a los crímenes, a las acciones y al movimiento que cuando se ampara en un enciclopedismo que vaya uno a saber dónde puede terminar sin convertirse en un banal artículo de Wikipedia. En este caso la reflexión ya no es sobre los slashers en general (Scream), ni sobre las secuelas en el cine (Scream 2), ni sobre las trilogías y la industria del cine (Scream 3), ni sobre el fanatismo y las redes sociales (Scream 4), ni sobre los reboots-secuelas (Scream V o Scream (Grita)). No, aquí el asunto es sobre las franquicias, sobre la pérdida de identidad de una creación convertida en un producto que se desvanece a lo largo del tiempo, justamente por la pérdida de la identidad inicial.

Scream VI juega el juego de la traición de las expectativas, justamente porque juega al juego metatextual de “arruinar” la franquicia. Curiosamente (dudo que sea voluntario) lo hace, pero no por los motivos que sospechamos (sorprendernos y corrernos constantemente de cualquier expectativa derivada del conocimiento de la saga), sino por motivos infames, como lo es, precisamente, la réplica de uno y mil lugares comunes, pero esta vez sin la autoconciencia que si expresaba Wes Craven, el creador de la teatralogía original. Aquí no hay traición a las expectativas ni reflexión lúcida y veloz sobre los lugares comunes. Apenas si hay un puñado de escenas físicas que funcionan muy bien de forma aislada,,,pero también hay mucha verbalización, explicaciones vacías, un cancherismo patético con el enciclopedismo de wikipedia y, como mencioné antes, la sensación de que alguien compró el fondo de comercio de una franquicia que ya no tiene nada más para ofrecer. QEPD, Wes.

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