Summerfield (Ken Hannam, 1977)

Por Varios Autores

Esta sección nació para morir mil veces. O quizás en vez de Lost and found debió haberse llamado Quémese después de verse. Acaso porque al tratarse de links abiertos para películas raras, extrañas o difíciles de ver, esos links en cuestión no duran mucho en la red. O en algunos casos, suerte mediante, quizás hasta podemos tenerlos ahí donde están durante un tiempo prolongado. La realidad es que esta sección flamígera vuelve este mes por más material. Lo que no podemos asegurar es que ese material esté disponible siempre.

Australia era una pesadilla. O quizás lo sigue siendo. No sabemos si resultó bien como mecanismo publicitario para la Australian Film Comission, que entre finales de los 60s y principios de los 70s le cambió la cara al cine del país de los canguros. Definitivamente no parece una invitación. Pero lo bueno es que el territorio de pesadilla es algo indispensable para el cine aunque malo para los negocio y el turismo. Por eso la década del 70 quizás sea de las más importantes sino la gran década del cine australiano, que encontró directores y guionistas imaginativos, brillantes, plagados de ideas que solo necesitaban explotar.

Ken Hannam no parece ser uno de esos nombres que normalmente oímos cuando se habla de las mieles del cine australiano que en los 80s salió a comerse al mundo gracias a algunos de sus directores (Miller, Weir, Kotcheff, Noyce). Y la verdad es que resulta particularmente injusto el olvido al que se ha sometido a este gran director con una corta carrera. El pobre Hannam, que no quería demasiado a Summerfield (o que al menos la recuerda sin mucho afecto), fue relegado a un lugar secundario, donde el polvo se posa sobre obras desconocidas. Por eso lo rescatamos.

Summerfield es el tercer largometraje de cinco que entregó el director. Quizás sea su mejor película, precisamente porque logra alejarse de las formas del telefilm, formato en el que se especializó desde finales de los cincuentas. Pero en este caso en particular el hombre logra salir del encierro tradicional de esa clase de rodajes que imponía ese viejo formato televisivo para adentrarse en aspectos netamente cinematográficos.
El plot es falsamente simple: Simon es un profesor que llega a la localidad de Summerfield y al poco tiempo de instalarse toma conciencia de que su predecesor ha desaparecido en circunstancias misteriosas. Solo con ese punto de partida la película aprieta todas las clavijas posibles del malestar y de la ambigüedad, para que durante casi 90 de los 95 minutos que dura nos la pasemos haciendo especulaciones sobre los motivos de la desaparición y el vínculo de la misma con una pequeña niña. En medio de todo esto el polvo, el calor, el malestar, la cerveza, la violencia contenida y la sensación de estar ante la entrega de un folk horror que nunca llega.

No se la pierdan. Lleguen hasta el final. Y recuerden activar los subtítulos.

Sin quitarles más tiempo, les dejamos AQUÍ el link que los redireccionará para ver la película subtitulada. Y para nuestros suscriptores de la Comunidad Cinéfila Perro Blanco se tratará de nuestro segundo análisis en el marco del cineclub, con un extenso podcast solo para quienes se suscriban.

Que la disfruten!

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