Shiva Baby

Por Diego Maté

EE.UU., 2020, 71′
Dirigida por Emma Seligman
Con Dianna AgronGlynis BellRichard BrundagePolly DraperDanny DeferrariAriel EliazMolly GordonJackie HoffmanSondra JamesVivien LandauFred MelamedDeborah OffnerRachel SennottCilda Shaur

Castigo

El cine como cámara de tortura. Ya sabemos que nada bueno puede salir de ahí, solo algún esperpento solemne. Iñárritu hizo toda una carrera con eso. Pero lo de Shiva Baby es rarísimo. Danielle falta al velorio de un familiar olvidado pero asiste al banquete posterior: allí todo es incomodidad, tensión, encuentros indeseados, parientes atrevidos, los fracasos personales confrontados con los éxitos de los demás. Emma Seligman dispone a su protagonista en un sinfín de situaciones, cada una más incómoda y frustrante que la anterior, hasta que la película se transforma en algo así como una máquina de castigo, el cine como forma de S&M. Pero hay una diferencia con la línea Iñárritu: Seligman hace participar al público del malestar creciente de Danielle, no quiere que el espectador goce con el sufrimiento sino que lo comparta, que sienta en su cuerpo el calor de la vergüenza que sube desde la boca del estómago, los nervios ante un posible reencuentro no deseado, el estupor que provocan las observaciones de una tía zarpada. Pero, sobre todo, lo que Shiva Baby construye y proyecta como pocas películas es la impresión de saberse atravesado por una inadecuación total, por la fatal imposibilidad de cumplir con las mismas reglas que los semejantes llevan adelante con una naturalidad inescrutable. 

Danielle no hace más que fabricar sus propias trampas, miente como si buscara ser descubierta, se envilece como si esperara que la atrapen in fraganti; como si se propusiera, en resumen, calmar la suma de sus fracasos y sus inseguridades entregándose a una jornada de envilecimiento público. Y, sin embargo, la película elude los golpes bajos, la adrenalina más burda del escarmiento narrativo, y encuentra todo el tiempo destellos de una belleza apenas perceptible, la mayoría de ellos provistos por Rachel Sennot, que hace a una Danielle inestable y mezquina, pero también por Molly Gordon, la amiga y amante ocasional que ilumina cada escena que tiene a su cargo, en las que suele interrumpir las conversaciones con una elegancia provista de una ironía demoledora solo para complicarle la existencia a la pobre Danielle. 

En este sentido, Shiva Baby se aparta de la media de la oferta de cualquier festival, eludiendo el tono más bien abúlico de las películas pensadas para este circuito y ofrece en su lugar un cine sensorial que duplica el torbellino afectivo de la protagonista en el cuerpo del espectador, un cine que hace de lo físico la materia prima de sus operaciones a un lado y otro de la pantalla. 

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