#Polémica: Amor sin Barreras
No hace falta ser un genio para darse cuenta que Steven Spielberg es un genio a la vieja usanza. Un poco como McCartney, un poco como Bowie, un poco como Sprignsteen, es uno de esos sujetos a los que la genialidad se les revela como lo más fácil y lo más dificil al mismo tiempo, sin solución de continuidad. Ese aspecto lo convierte también a él (y a su cine) en algo/alguien digno de temer y de admirar, como sucede con las fascinaciones románticas. Pero el monstruo concebido por SS, en esta ocasión, es un monstruo frío, gélido, de esos que nos dejan impávidos por su tamaño y fastuosidad, pero también de esos monstruos que nos paralizan porque sentimos que con ellos se nos va la vida, como si estuviéramos en una situación límite.