Stranger Things – Cuarta temporada – Parte II

Por Varios Autores

Stranger Things 4 – Vol. 2
EE.UU., 2022, 2 episodios de 150′ aprox
Creada por Matt Duffer y Ross Duffer 
Con Millie Bobby Brown, Finn Wolfhard, David Harbour, Winona Ryder, Sadie Sink, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp, Dacre Montgomery, Charlie Heaton, Natalia Dyer, Joe Keery, Cara Buono, Maya Hawke, Amybeth McNulty, Myles Truitt, Regina Ting Chen, Grace Van Dien

La historia sin fin

Por Gabriel Santiago Suede y Luciano Salgado

GSS: Si bien la segunda parte de la cuarta temporada de ST avanza con velocidad (con la velocidad de la urgencia y la confluencia de intereses que deben ser resueltos), vista en conjunto con los siete episodios anteriores tiene algo que nunca mostraron las temporadas 1 a 3: un mayor orden narrativo, una propensión a esperar y a construir de manera paciente, como si en alguna medida también la serie hubiera aprendido de si misma con el paso del tiempo. La simple y mera idea de acumular información, de acumular referencias y citas era algo que empezaba a suponer un camino sin salida para la serie. Por eso, frente a esta estrategia de patear la pelota hacia adelante como en mayor o menor medida suelen hacer muchas series que viven exclusivamente de la especulación, del cliffhanger (gancho de final) de temporada, STS04 parece empezar a entender que debe proceder por medio de un retorno hacia lo mejor de la primera: confiar en los personajes, en la aventura como condición fundante, en el coming of age como estrategia (obvia y figurada a esta altura, sabemos, pero por suerte no omnipresente, entre otras cosas gracias a la aventura misma, que desarticula cualquier alegoría) y la puesta en suspenso de psicologismos varios que si estaban en temporadas anteriores (demostrando la vieja sabiduría del clasicismo: no nos cuentes que los personajes crecen, permitidos verlos crecer a partir de los detalles de su vida).

LS: En efecto, en esta segunda parte se nota mucho más la confianza en los géneros sin la necesidad de que se juegue todo el tiempo una sensibilidad pop-nostálgica, algo que ya empezaba a cansar y a generar un hastío inevitable. Es como si la velocidad hubiera obligado a ST a optar por la economía de recursos. Y a ese plan depurador se le sumó, en medio del recorrido, la necesidad de medir la información ya que ahora los frentes abiertos son varios (el de la aventura en la URSS, el de Eleven en el laboratorio recuperando los poderes, el del grupo yendo al rescate de Eleven y el del equipo que oscila entre uno y otro mundo, en plan de eliminación de Vecna). Digo, no es fácil sostener todos esos frentes y salir airoso. Por eso la serie no se dedica simplemente a apurar el tranco, sino que la velocidad la vuelve autodidacta y, no casualmente, cinematográfica, porque en el fondo lo que narra STS04 es una película de terror y aventuras sobre un grupo que debe pasar al otro lado (si, están Los Goonies y Pesadilla 3, entre otras, pero es lo que menos importa). En este sentido, los últimos dos episodios tienen menos de lo televisivo, de sus tiempos y sus ritmos y mucho, pero mucho mas de cine, incluso en lo que hace a formas depuradas del lenguaje audiovisual (no casualmente los Hermanos Duffer aparecen como responsables de la dirección, a diferencia de Shawn Levy, quien ostenta la responsabilidad de la mayor parte de los episodios anteriores, un poco mas chatos cinematográficamente).

GSS: Así las cosas, todavía existen o están presentes algunos lastres de la dramaturgia mas tradicional, en donde las relaciones entre padres e hijos, entre parejas, entre hermanos y entre amigos todavía sigue funcionando como motor para rellenar los vacíos narrativos. Se nota que ahí hay algo en donde los Duffer no se sienten particularmente cómodos, en donde sienten que tienen que contarnos la interioridad psicológica que no pudieron resolver de otra manera. Se nota que están incómodos por eso, que no es su zona de confort. Pero al mismo tiempo no saben resolver en pocos trazos. No busquemos aquí a Carpenter ni a Cameron, herederos de lo mejor de la clase B, la economía y la ambigüedad como escuela narrativa frente a la abundancia informativa. El problema es que Los Duffer tampoco son autores. Aunque tampoco son cultores del anti-autorismo de los artesanos: demasiado dependientes de la incorporación de la cultura popular para ser clásicos, demasiado necesitados de esa marca para renunciar a una mirada personal estable, algo que tienen los artesanos competentes como condición reconocible. 

LS: Es cierto lo que decís sobre la velocidad. En alguna medida se siente como una primera cita cuando no tenés experiencia de vida detrás: querés que todo pase rápido para omitir los momentos incómodos. Y cuando se pone incómodo, todo puede volverse un poco triste y cursi, pero aún así avanzás intentando que el momento pase rápido. Es un poco lo que sucede con las escenas intimistas. No tenemos la sensación de pertenecer a ese universo sensible, justamente porque los Duffer no saben cómo generar esa empatía con los personajes a partir de la palabra. De ahí que lo que mejor saben hacer siempre provenga de las acciones, como si en ese lugar su ?cine? recuperara cierto vigor y musculatura narrativa. Hay, en ese sentido, algo adolescente, no necesariamente algo maduro. Los Duffer, por más que quieran, no son estrictamente clásicos. En todo caso son unos chicos posmodernos sensibles que se ruborizan fácil cuando se acerca una chica/chico y tienen que hacerse cargo de los bifes para los que pusieron a calentar la parrilla. Hay, entonces, un límite ahí: es una mejora con techo.

GSS: Sobre ese techo que mencionás es que yo pensaba un poco la cuestión del futuro de esta serie, que también (como varias de su generación) empieza a expresar el agotamiento del recorrido-arco dramático propuesto acorde con el crecimiento de los pibes (no es fácil comerse siete años en la vida de actores-personas y poder surfear la ola de la maduración de la serie), que también es el arco del agotamiento de ideas de los creadores. A ver si me explico mejor: Los hermanos Duffer no son Vince Gilligan, es decir, no encuentran en sus personajes un vector para dar cuenta de los cambios del mundo que ramifica hacia nuevos horizontes de posibilidades. No, los Duffer son expansivos en el presupuesto económico pero restrictivos en el presupuesto narrativo. No saben cómo salir de la encerrona hacia adelante, entonces retornan para ver si en las precuelas de lo sucedido encuentran alguna vía alternativa para reformular el presente y darle sentido. Gilligan, en cambio, encuentra en la precuela de Breaking Bad, Better Call Saul, la vía de salida alternativa para desplegar todo otro recorrido que renueva, que magnifica, que multiplica lo hecho (en realidad mejora lo que estaba por suceder), lo que nos permite volver a BB mejorados. ST no nos permite volver a las primeras temporadas con el diario del lunes y en condiciones tales de permitirnos repensar aquello que habíamos visto. Por el contrario, su movimiento es centrípeto. Espectacular, narrativo, bombástico por momentos, pero centrípeto y auto-aniquilatorio (algo que no pasaba con la primera y la tercera temporada, que en su depuración narrativa spielberguiana -la primera- y en su jugueteo con el pop trash de los 80s -la tercera-, salían airosas de cualquier encierro tentativo).

LS: Quizás tengamos que pensar que, en el fondo, los Duffer también fueron otra bomba de humo capaz de llenar un vacío que en algún momento logró reparar Zemeckis, luego  M.N. Shyamalan, luego JJ Abrams, y hoy por hoy nadie. Como si todo el tiempo la búsqueda del arca perdida nos hablara de una necesidad que el cine popular (y la TV también) supo concebir como una expresión de normalidad: conjugar ideas, corazón y la capacidad de contar un cuento con el cual pudiéramos creerle a un puñado de personajes que todavía era posible crecer junto a alguien, aunque sea del otro lado de la pantalla. Spielberg no solo es un canon irreparable (consignando que no está muerto, mas bien super activo), sino que también es una influencia de la que no puede salir la mayor parte de la cultura audiovisual popular, encerrada en un pasado que se come todo, sin futuro a la vista. 

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