The Big Sick

Por Federico Karstulovich

The Big Sick
EE.UU., 2017, 119′
Dirigida por Michael Showalter
Con Kumail Nanjiani, Zoe Kazan, Holly Hunter, Ray Romano, Linda Emond, Vella Lovell, Bo Burnham, Aidy Bryant, Matty Cardarople, Adeel Akhtar, Anupam Kher, Shenaz Treasury, Kurt Braunohler, Rebecca Naomi Jones, Celeste Arias, Myra Turley

Todo por un sueño

Por Federico Karstulovich

Cada vez cuesta más volver en el tiempo. Cada vez cuesta más volver a la sensibilidad perdida. Cuesta el artificio. Cuesta la suspensión de la incredulidad. Cuesta salir del mundo del cinismo, también. Y cuando no hay cinismo, hay revelación del artificio.

Es muy dificil encontrar comedias románticas a a vieja usanza. De hecho creo que están tan pasadas de moda como las sitcom con risas de fondo. Posiblemente también pase de moda la idea de mundo propia de ese género, que construía un imaginario imposible, pero que funcionaba como límite de nuestras propias esperanzas. Porque el sueño es eso, límite, encuentro con una pared. No es al revés: la pared no es el mundo real de cepillo de dientes, cuentas que pagar, miseria cotidiana de nuestro trabajo y otros varios. La pared es la del mundo de posibilidades que el sueño incorpora como categoría no porque podamos imitar su artificio, sino porque es la perfecta contracara de nuestros deseos. Y necesitamos desear, justamente para expandir el mundo de lo posible. No necesariamente hacia ese ideal, pero si hacia alguno.

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Judd Appattow es un director y productor lo suficientemente hábil como para entender esta idea. Pero también para subvertirla. Si con los años se convirtió en la versión conservadora de la Nueva Comedia Americana, en alguna medida se debe a que como generador de contenidos (ya sea como productor/guionista/director de cine y/o televisión) siempre ha sabido encontrar el hueco de matices entre el mundo de los sueños y de nuestra cotidianidad. De hecho, si lo pensamos con un poco de atención, JA desprecia a los géneros, porque a la larga los utiliza como punto de partida para desvirtuarlos, para convertirlos en algo más terrenal. Y en ese movimiento cancela una relación que muchos precisamos para con la ficción: la de habitar el territorio imaginario para tomar distancia de nuestra propia experiencia. El cine que promueve Appattow no te deja, te retiene entre cuatro paredes, te lleva al terreno de lo posible. Y con ello, que a primera vista debería parecer un elemento a favor, a la larga, construye una contra. Y es que un mundo sin géneros o con géneros subvertidos (no para ser cambiados, sino para ser dinamitados por dentro) termina siendo un mundo sin el concepto de un ideal (no importa si verdadero o falso, ideal, como si se tratara de un juego). En ese mundo en el que las reglas del género son suplantadas por las variaciones dinámicas de la traducción al cine de la experiencia cotidiana (no por nada se basa en hechos reales) es en donde se mueve The Big Sick. Ojo, esto no quiere decir que la película necesariamente tenga un problema si cotejamos con lo antedicho. No, no es un problema, sino un síntoma de época y un proceso de mutaciones en las formas del mundo audiovisual.

Big Sick Trailer

“Es una comedia romántica que camina sobre sus propios pasos hasta borrar todas las huellas posibles” podría ser una buena frase de entrada para pensar en la película de Showalter. Y es que TBS nunca te deja acomodarte del todo en ninguna silla de espectador. Comparte, además, un cambio de tono que la divide en dos partes, como en alguna medida ya había hecho Appattow con Funny people. Pero ojo: esa sensación de desamor a los géneros también puede salir bien, entregar melancolía y empatía en dosis adecuadas, incluso a costa de la ensoñación. Quizás por su amargura, quizás por su “realismo”, quizás por su propuesta de aproximación periférica a un mundo de representaciones convencionalizadas, quizás porque ya no damos más de cinismo y no podemos soñar de la misma manera es que películas como TBS terminan por imponerse. Quizás porque nos agarran con la guardia baja, con el cansancio de los años, con la imposibilidad de dar otra respuesta que no sea “bueno, veamos qué es ese peinado nuevo”. Insisto: no estamos ante una película mala ni menor ni mediocre, pero tampoco ante una obra mayor (qué término horrible, forget it). Yo creo que los productos culturales de Appattow ganan porque nadie ocupa ese espacio. Y el lugar de el mundo audiovisual de JA es el de los intersticios. Se instala y va tomando fuerza en los márgenes y debilitando, desde una producción independiente, el espacio del imaginario de la comedia romántica hasta disolverla en el aire.

En este caso la trama es sencilla y lo suficientemente eficaz como para que queramos llegar al final: un inmigrante paquistaní ya adaptado a Chicago conoce a una chica rubia, blanca y americana. Ambos se enamoran, pero él no puede revelar a su familia su relación, a riesgo de ser expulsado para siempre por no aceptar llevar a cabo un matrimonio arreglado con una chica paquistaní. Hasta ahí el asunto podría parecer una versión sub sub Mi gran casamiento griego. Pero el asunto no es ese: cuando la chica se entera que él le ocultó la relación de ambos a su propia familia, pero también le ocultó a su novia que los padres de él seguían buscándole pareja, la decisión que toma es cortar. Elipsis de por medio, distancia entre ambos también, ella cae enferma de un mal desconocido, lo que la tiene en coma y obliga al protagonista a acompañarla en el proceso. Y en esa duración toma conciencia de qué debe hacer con su familia, con su futuro laboral (stand up vs abogacía) pero fundamentalmente con su ex novia en coma. Todo el proceso de ausencia de ella es el que construye el cambio de tono, el ingreso al mundo de los padres de su ex y finalmente la reaparición de ella, tras recuperarse de la enfermedad. El triple cierre de la película, en este sentido, es lo más parecido a una comedia romántica tradicional, pero el camino está repleto de piedras que nunca nos permiten entrar en ningún ritmo esperable para aquel género.
The Big Sick Photo 020

El punto fuerte de TBS es precisamente el de salirse de lo establecido y acercarse a lo poco convencional. Ese movimiento, que puede parecer genuino, ojo, también tiene algo de cálculo y especulación, como si hubiera una conciencia de que el espectador actual va a estar más tolerante frente a esta clase de productos que frente a formas más canónicas de la comedia romántica. Y quizás, en alguna medida, parte de eso tenga que ver con el abandono de un star system que acaso la década el 90 terminó por barrer. Hoy por hoy no hay referentes en ninguno de los aspectos posibles de ese género maltratado. Y lo que queda es una superficie de restos. Entre esos restos, con materiales que una comedia romántica tradicional habría desechado, como si se tratara del negativo, del remanente, es que vive TBS porque entiende que ahí está el único espectador posible. Por eso el final es completa y absolutamente catártico, porque nos trae de vuelta a un territorio conocido, en donde las comedias románticas nos cuidan de los males del mundo (que también son los propios), en donde podemos estar resguardados por un par de horas. En esa certeza que dura apenas un par de minutos, retorna el espíritu del sueño, la potencia imaginaria de los géneros, que en su catarsis vencen al cinismo, a las modas y a la creación de ghettos de consumo. En la sonrisa final de Emily descansamos quienes queremos creer, pero no cualquier pavada, sino que precisamos creer para volver más fuertes al mundo cotidiano. A veces el cine hace esas cosas y por eso lo amamos.

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