The outwaters

Por Santiago Gonzalez

EE.UU., 2022, 100′
Dirigida por Robbie Banfitch
Con Robbie Banfitch, Angela Basolis, Scott Schamell, Michelle May, Leslie Ann Banfitch, Aro Caitlin, Melissa Andrea, Scott Oakdale, Agnieszka Cieslak

Nada nuevo bajo el sol

¿El nuevo cine de terror? Algunos meses atrás, en una nota sobre Skinnamarink (que pueden leer por acá) escribía sobre la experiencia de ver una película que rompiera con nuestra paciencia. Y, en alguna medida, la defensa de esta clase de películas residía en que, como toda experiencia nueva, tal vez lo mejor sea vivirla una vez y nada más que una vez. Skinnamarink no era una gran película de terror, vamos a decir las cosas como son, pero al menos era una propuesta arriesgada y diferente que al parecer resultó chocante para muchos cinéfilos enamorados de las formas clásicas del cine, por ende, reacios a tentativas experimentales como la mencionada película. 

Material encontrado. Todo lo anterior viene al caso porque The outwaters sigue casi casi el mismo camino. Todo aquello que escribí en la nota sobre  Skinnamarink  se vuelve casi inmediatamente aplicable a la ópera prima de Robbie Banfitch… no obstante aparecen algunas diferencias casi obvias. Mientras la primera era más cerrada, más críptica, más hermética y elusiva, The outwaters opta por un lado más accesible. Esto lo logra apoyándose en el uso del found footage (el presunto material encontrado que siempre predomina en los exponentes del terror documental), pero en este caso escapando del espacio cerrado en el que suelen ocurrir muchos exponentes de ese subgénero, un poco en el tono de El proyecto Blair Witch. En este caso el espacio es un desierto donde unos jóvenes se proponen filmar un video musical y desaparecen. Como todo exponente del terror found footage, recién en la última media hora, justo en el clímax, comenzamos a entender un poco más de lo que está ocurriendo y logramos obtener respuestas un tanto ambiguas. El terror de material encontrado nos pide eso: armar las cosas sobre el camino, con pistas dispersas.

Sufrimiento. Al igual que Skinnamarink esta película tiene una duración de casi dos horas, algo absolutamente injustificable (generador de un sopor y un aburrimiento anti climáticos, pero  que vistos a la  distancia quizás justifiquen una poética de lo extremo, como si nos adormeciera para que el golpe llegue más fuerte). Quizás por ese motivo, cuando The outwaters revela sus cartas, termina siendo una propuesta extremadamente gore – de hecho hay una imagen que a mí me impactó mucho y me obligó a curtir el estómago a fuerza de volver a verla varias veces para sacarme de encima el shock inicial: se trata de un plano de unas cabezas cortadas e insertadas en un palo-, pero esa estrategia parece responde a un fin. Hay en The outwaters una planificación sádica que precisa, como es de prever, de nuestro masoquismo: si uno soporta la primera hora la cosa se va volviendo perturbadora por lo gráfico y por lo enfermizo de las imágenes, pero es solo eso. Esperamos y padecemos para llegar y sufrir. Un sufrimiento para un premio consuelo.

Extraños peinados nuevos. Lo que llama la atención es como dos películas que se acercan al material de la misma manera, con la misma necesidad de jugar con nuestro sopor, nuestro cansancio, nuestro aburrimiento, puedan estar marcando la cancha de lo que se viene en el cine de terror actual. Un cine que vive una época mutante con producciones arty pero que ya no buscan narrar una historia en términos clásicos, sino que apuntan a convertir al cine en una experiencia audiovisual que juegue con los límites, una experiencia que liquide nuestra paciencia y nuestra tolerancia. En definitiva un cine experimental, en donde los conejillos de indias somos nosotros. Al mismo tiempo, por otro lado y como contraste, se consolida un cine elocuentemente más conversador, previsible, plagado de lugares comunes (como casi todo lo que se filma bajo el sello de la productora Blumhouse). Y desde luego, alejadas de estas tendencias, excepciones, películas felices que no rinden cuenta a nadie. 

Para todos, para nadie. El panorama actual en el terror es extraño y es lógico que eso suceda con tanta diversidad y competencia. Acaso estemos frente a una idea recurrente falsa: “el cine de terror está muriendo”. Como siempre, esa afirmación está errada, justamente porque se trata del género más plástico y capaz de darse a luz a sí mismo cuantas veces sea necesario. El terror está viviendo una época muy rica, aunque no lo crean. Por ese motivo propuestas como The outwaters se vuelven bienvenidas y de alguna u otra manera encuentran a su público. El género de terror, una vez más está abrazando a todos. El problema es si eso está bien o es otra forma de demagogia en medio de la entropía.

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