The second game

Por Federico Karstulovich

The second game (Al doilea joc)
Rumania, 2014, 97′

Dirigida por Corneliu Poromboiu
Narrada por Corneliu Poromboiu y Adrian Poromboiu

Bajo la nieve

Por Sebastian Rosal

La previa. Pocos períodos han sido tan fructíferos, en términos de la cantidad de películas que en los últimos años lo han abordado, como la larga dictadura de Nicolae Ceausescu, derrocada en 1989. El cine rumano hizo de ella, en particular de los efectos que su accionar aún opera sobre quienes la padecieron, un motivo recurrente en sus temáticas, casi una obsesión. Después de Bucarest 12:08, en la que indagaba sobre los mecanismos de construcción de la memoria a partir de la participación (o no) del pueblo en ese derrocamiento, y de Policía, adjetivo, en donde desentrañaba la permanencia del aparato represivo en el inconsciente colectivo rumano, Porumboiu vuelve a ella nuevamente, aunque de manera tangencial: el 3 de diciembre de 1988 se jugó en Bucarest el clásico de futbol entre Steaua y Dínamo (algo así como el Boca-River rumano), bajo una fenomenal nevada, que convirtió al campo de juego en una enorme sábana blanca. El árbitro de ese partido fue Adrián Porumboiu, padre del cineasta. Veinticinco años después, ambos se reúnen para ver y comentar la transmisión que la televisión oficial rumana hizo del encuentro. El partido vuelve a jugarse entonces, y el relato actual se posará sobre el original.

Primer tiempo. Hay un primer nivel de análisis, en el que se muestra de qué forma las tenazas del poder funcionaban en todos los niveles y ámbitos, sobre las instituciones y personas. El padre cuenta de qué manera secreta lo “invitaban” a favorecer a uno u otro equipo (el Steaua es el equipo del ejército y el Dínamo el de la policía secreta, el preferido de Ceausescu) al mismo tiempo que a él como al resto de sus colegas les armaban informes confidenciales en los que figuraban sus antecedentes al momento de pitar para uno u otro equipo. O la existencia de equipos “satélites”, filiales ocultas de los grandes que al momento de enfrentarse con estos siempre terminaban en partidos que “finalizaban 2 a 0”. Sin embargo, de una forma u otra se presenta un resquicio por el que se cuela algún tipo de resistencia, de alternativa sutil pero perseverante, aquí encarnada en la figura de Adrian, el padre árbitro. Su resistencia no pasa sólo por su negativa a cualquier tipo de presión. The second game debe ser la primera película en la que el arbitraje, en tanto forma de entender el juego, ocupa un rol principal. Para Porumboiu padre, el árbitro no es ni maestro ni juez, y su función es la de darle fluidez al juego, manteniendo el balance esencial que permita la igualdad entre ambos equipos. De tal forma, el castigo punitorio solo debe ser aplicado en situaciones extremas, cuando se convierte en la única opción. Tal libertad, a los ojos del árbitro, es agradecida por los jugadores, y el ritmo vertiginoso que adquiere el partido, a pesar de las adversas condiciones climáticas y de la cancha, parece confirmar su teoría. El largo gobierno de Ceausescu y los 90 minutos de juego dirigidos por el árbitro: la película sugiere, en diálogos solo aparentemente anodinos, ambas maneras de ejercer el poder, contrastándolos.

Segundo tiempo. “¿No te parece que todo esto es como una de mis películas? Es largo y no pasa nada”, le dice el director a su padre. La frase es irónica e injusta, porque pasan muchas cosas, paralelas a la mención indirecta al contexto político. Quizás no haya en la actualidad competencia más prestigiosa ni convocante para el mundo futbolero que la Champions League. En las transmisiones de cualquiera de las ligas europeas, pero en especial en la mencionada, todo en ella reluce: el estadio, los jugadores de diversos países, el número casi infinito de cámaras, incluso el público. Es el producto paradigmático de la nueva aldea global, el terreno del brillo inmediato y efímero, y por eso irresistible. El 0 a 0 es un pecado, aunque no tanto como la falta de glamour en jugadores y técnicos. Sin embargo, el cine sí se puede permitir la falta de goles, y el otro gran mérito de la película es mostrarnos cómo, porque no es una cuestión de calidad de imagen, ni de número de cámaras, sino de mirada, o más específicamente, de saber darle a la mirada el tiempo suficiente, de establecer esa duración que el cine puede permitirse y que la televisión en su urgencia esquiva. Milagro que permite que sólo ahora, un cuarto de siglo después, el partido emerja en todo su potencial. En The second game la belleza es tosca, romántica a su manera, no tanto por la nieve caída sino por su condición anacrónica, como muestra de un futbol (un mundo-futbol) relativamente reciente pero que ya parece irremediablemente perdido. Un futbol en el que los botines sólo eran de color negro, como negro era el único color posible de vestimenta para los árbitros. Una melancólica belleza de testosterona, de mandíbulas apretadas y de apretón de manos caballeresco al final. Un ballet de cuerpos coreografiados por el azar del balón. Cerca del final, vemos que sobre el manto blanco fue surgiendo, lentamente, el ennegrecido césped del fondo, pugnando por recuperar su lugar, a medida que la nieve fue barrida por el accionar de los jugadores. El campo de juego subyace por debajo en The second game. Porumboiu nos reclama, tal cual hicieron aquellos que protagonizaron el partido, un esfuerzo para poder llegar hasta otras lecturas posibles por debajo de lo que la superficie muestra. Con el pitazo final, sabremos que valdrá la pena.

Publicado originalmente en Sin Aliento, daily del BAFICI, abril de 2014.

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