Time to love

Por Marcos Rodríguez

Sevmek zamani
Turquía, 1965, 87′
Dirigida por Metin Erksan
Con Müsfik Kenter, Sema Özcan, Süleyman Tekcan, Fadil Garan, Oya Bulaner, Deniz Çakir, Ayban Erkmen, Adnan Uygur, Mehmet Omar, Abdullah Demiryan, Osman Karahan, Kemal Ergüvenç

Acciones y reacciones

Es difícil acercarse a una película como Time to love, cuando se nos aparece, gracias a los azares bondadosos de la digitalización y la restauración, caída como un milagro, fuera de todo contexto, frente a alguien que (al menos, en mi caso) cuenta con muy escasas referencias del cine turco y absolutamente ninguna noción de su historia. Uno puede, casi irremediablemente, googlear, pero los datos no son conocimiento y sería más bien pobre reproducir información como si uno supiera de qué está hablando. Uno también podría, y es casi inevitable, manotear las escasas referencias relevantes y hablar de los vínculos posibles (para nada forzados, creería yo) con el cine de Nuri Bilge Ceylan, tramar influencias, conjeturar tradiciones; o, por el lado contrario, enfocarse en lo que la película tiene de voluntariamente moderno y trazar transversales con el cine de aquella época (Time to love se estrenó en 1965). Es así como he leído paralelismos con el cine de Antonioni, que por supuesto vienen al caso. La gente seria probablemente haga algo de todo eso.

Por mi parte, debo confesar que uno de los mayores placeres que me produce encontrarme con una película como Time to love (obra maestra, desde ya, pero obra maestra inexplicable) es precisamente todo lo que no sé y no entiendo. ¿De dónde salió esta película? ¿Cómo puede estar pasando todo lo que pasa? Está el modernismo, por supuesto, las composiciones del plano, las miradas perdidas, los peinados, pero todo esto está articulado en una historia que se basa en la tradición literaria sufí. ¿Todos los turcos están así de locos o es solo su director, Metin Erksan? (Nota mental: intentar ver más películas de Erksan) Al no poder distinguir lo que es convención de lo que es delirio, lo que es juego de lo que es repetición, lo que hacían todos (al menos en aquel momento) de lo que no hacía nadie, nos vemos obligados a vérnoslas pura y exclusivamente con lo que pasa en la pantalla. Sin poder entender, sin saber para dónde va a agarrar, tenemos que entregarnos al cine, a un cine extraterrestre. Pero no por simplemente aparecer de un contexto que desconocemos una película va a alcanzar ese grado de la estratósfera. Time to love es una rareza, sin duda.

Uno de los aspectos más fascinantes de la película, y sospecho que se trata de uno de los aspectos que hacen que todavía siga siendo arrebatadora, incluso para quienes no entendemos del todo lo que está pasando, tiene que ver con su obsesión con la imagen. Se plantea desde el lado argumental: Halil, un pintor de casas pobre, se enamora del retrato de una joven que cuelga en una mansión en la que estuvo trabajando. Así empieza la película, incluso meses después de haber terminado el trabajo, Halil conservó una copia de la llave para poder entrar a la casa de veraneo (que, por supuesto, está la mayor parte del tiempo vacía) y sentarse frente al retrato (una especie de gigantografía gigante, de proporciones desproporcionadas, fotografía moderna puesta en el tradicional espacio arriba de la chimenea, la hijita bella de unos burgueses ricos de Estambul), para pasar horas contemplando esa imagen que es su amor. El conflicto, por supuesto, se produce cuando la joven retratada decide ir a la casa con unas amigas y se encuentra con Halil, el transido, que ni siquiera la escucha llegar mientras está perdido en la contemplación de su amor. Pero el conflicto, a diferencia de lo que uno podría esperar del desarrollo de un melodrama corriente, no se produce entre lo soñado y la realidad, entre la fantasía y lo concreto, ni siquiera entre las clases sociales. El conflicto nace cuando ese amor perfecto (por llamarlo así) genera a su vez el amor en Meral (la joven Sema Ozcan), y lo que se produce entonces es una especie de debate sentimental (por llamarlo así, aunque realmente no encuentro palabras precisas, tal vez en turco…) sobre la posibilidad o imposibilidad de que este mundo albergue un amor tan puro. El desarrollo de la película entera, a partir de este planteo inicial, es básicamente un vaivén de respuestas frente al dilema de este amor.

Más allá de cuestiones argumentales/filosóficas, podríamos decir que la obsesión de Halil por el retrato de Meral refleja, en cierta forma, la obsesión de la propia película con el valor de lo cinematográfico. Son realmente incontables (por su cantidad, pero también por su cualidad expansiva, de dilatación, de revelación) las secuencias en las que Time to love se entrega a planos largos, a primeros planos, a planos generales, paneos, retratos, retratos con ciudad, minutos de lluvia. Nada parece apurar a Time to love porque lo que busca no está del otro lado de un desarrollo. Hay, por supuesto, nudos argumentales, momentos que impulsan la trama y complican o descomplican la relación entre los amantes, pero por cada hecho ocurrido en la trama encontramos largos minutos en los que esos hechos se reflejan, sobre todo, en las caras de sus protagonistas. No se trata, como podría parecer en un primer momento de descuido, simplemente de una forma de época de narrar (se sabe, ahora se filma más rápido, se cuenta más rápido, se vive menos y más rápido en el cine). Hay algo más: Time to love apuesta por la historia de estos amantes imposibles pero, sobre todo, apuesta con total convicción a que el cine puede capturar mucho más que acciones y reacciones, a que el trabajo sobre la imagen importa mucho más que en un simple sentido estético, a que la belleza y la precisión importan en la medida en la que el cine (ese invento de la modernidad y que intenta capturar la modernidad) puede filmar el alma.

Solo un desquiciado podría filmar algo así.

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