Tu casa o la mía

Por Marcos Ojea

Your Place or Mine
EE.UU., 2023, 109′
Dirigida por Aline Brosh McKenna
Con Reese Witherspoon, Ashton Kutcher, Jessie Williams, Steve Zahn, Zoe Chao, Tig Notaro, Wesley Kimmel, Rachel Bloom, Griffin Matthews, Vella Lovell, Shiri Appleby, Mystic Inscho, Michael Hitchcock, Rene Gube, Ted Griffin, Gloria Calderon Kellett, Tom Yi, Britney Young

Mejor quedarse en casa

La comedia romántica no pasa por un buen momento. Como ocurre también con el terror, hay una estructura básica que puede repetirse de manera incansable; una fórmula probada de dos más dos que, con la pericia suficiente, es capaz de reportar buenos resultados. La novedad, en ciertos casos, no siempre es una buena noticia. Si hacemos una panorámica sobre el género en los últimos años, es posible evidenciar como los discursos actuales lograron poner en crisis (a veces para bien, otras para mal) los fundamentos clásicos de las historias de amor.

Casi como una respuesta a este fenómeno que, por cierto, es inevitable, surgen a veces películas que proponen un retorno a las bases sin demasiadas vueltas. Obviando la catarata de producciones románticas navideñas de cada diciembre, que son en sí mismas un mercado aparte, específicamente direccionado, podemos encontrar algunos ejemplos de esto que decimos. Cásate conmigo (2022), con Jennifer López y Owen Wilson, es una; Tu casa o la mía, la que nos ocupa, es otra. Películas a las que no les importa abordar el amor con una mirada entre conservadora y moralista, con personajes que buscan el sueño americano del matrimonio, la casa, los hijos y el perro, y lo hacen sin culpa. En lo estrictamente cinematográfico, no está mal: si la cosa funciona, funciona, como el terror que no busca ser más que eso y se lleva puesto al espectador a machetazo limpio. Si proponen una mirada del mundo a contracorriente de lo actual, bueno… Cada cual puede elegir a qué darle play para sentirse realizado.

A raíz de este ataque de optimismo, el lector podría pensar que vamos a hablar bien de la película. Pero no. Tu casa o la mía, cumple con la idea de entregarse sin remordimientos a construir un cuentito de amor de manual, y tiene a dos intérpretes carismáticos como Reese Whiterspoon y Ashton Kutcher para llevarlo a cabo. La historia es la de Debbie y Peter, quienes después de pasar una noche juntos deciden acompañarse en la vida, pero no como pareja, si no como mejores amigos. El proceso es un poco más complejo, pero como la película no le da mucha importancia, nosotros tampoco. Veinte años después, Debbie está divorciada viviendo en Los ángeles con su hijo, y Peter es un tipo exitoso de Nueva York que no logra encontrar una estabilidad emocional. Un hecho medio tirado de los pelos hace que intercambien de casa, y a partir de ahí asistimos a lo obvio: el amor entre los dos, pero no el que nace si no el que siempre estuvo ahí y nunca pudo ser expresado.

Una necesidad indiscutible para que una comedia romántica funcione es que la pareja protagónica tenga química (un poco como en la vida). Si no la hay, es probable que todo se caiga a pedazos, tal como ocurre acá. Dado que los personajes están lejos, la película recurre una y otra vez a la pantalla partida, en un esfuerzo formal por decir que, a pesar de la distancia, se sienten cerca el uno del otro. Es un recurso que nunca termina de cuajar en una narración que, por otro lado, carece de una progresión dramática que nos haga (perdón la expresión) enamorarnos de los protagonistas, desear que estén juntos a pesar de las adversidades. Porque, y esto es lo más llamativo, casi no hay adversidades.  

No se trata de no creer en la posibilidad de que dos amigos estén secretamente enamorados, o de que luego de una amistad de años pueda sobrevenir el amor. No, el problema es que la razón por la que Debbie y Peter no están juntos es un capricho apenas sostenido por una escena en la que él explica sus miedos. De esta manera, se vuelve absurdo que esta tensión se haya sostenido por veinte años sin que explotara por algún lado. A menos que los involucrados no tengan alma y sean de cartón, que es un poco lo que pasa con estos personajes, a pesar del encanto de Whiterspoon y de la solidez de Kutcher. En el medio y hacia el final, pasa todo lo que uno esperaría que pase, pero sin la base o el rigor para que nos importe. Si hasta el beso en el aeropuerto (los protagonistas de las comedias románticas siempre tienen plata para viajar en avión) se siente forzado. Si la idea de Netflix con esta apuesta fuerte por San Valentín era desencantarnos del amor, bien por ellos. Por suerte nunca podrán desencantarnos del cine, donde todavía tenemos a Sally, a Harry y a muchos más.

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