Archivo 81

Por Rodrigo Martín Seijas

Archive 81
EE.UU., 2022, 8 episodios de 60′
Creada por Rebecca Sonnenshine
Con Dina Shihabi, Mamoudou Athie, Ariana Neal, Evan Jonigkeit, Martin Donovan, Matt McGorry, Julia Taylor Ross, Daniel Johnson, Kate Eastman, Charlie Hudson III, Kristin Griffith, Eden Marryshow, Trayce Malachi, Jaxon Rose Moore, Sol Miranda, Shay Guthrie, Hilda Ivette Rodriguez, Africa Miranda, Roger Petan, Robert Kwiatkowski, Joseph Cannon, Darius Fraser, Rosie Koster, Cotter Smith, David H. Holmes, Michelle Federer, Teri Clark, Gilles Geary, Daina Griffith, Nick Pasqual, Dave Edmonds, Mandy Simpson, Jason McCune, Dan Gradijan, Ellen Kotzin, Johnna Leary, Martin Sola, Emy Coligado, Ellen Adair, Nick Podany, Sean McGee, Carla Brandberg, Patrick Klein, Meg Hennessy, Andy S. Allen, Lena Josephine Marano, Jake Andolina, Angela Nicole Hunt, Jamie Agnello, Lauren Killian

El miedo, aquí dentro

En la filmografía de James Wan está siempre latente un dilema común para muchos cineastas contemporáneos: cómo crear algo nuevo sin dejar de dialogar con un pasado que es ineludible. Esta dicotomía se hace más explícita en la saga de El conjuro y en su último film, Maligno. Pero si en el primer caso los personajes eran claves para construir un relato consistente, en el segundo solo había un conjunto de referencias superficiales detrás de las cuales podía detectarse un vacío estético y narrativo. Esa dicotomía se ha trasladado a su trabajo como productor -o más bien padrinazgo- de series televisivas como MacGyver, Swamp Thing y ahora Archivo 81.

En el caso de la serie creada por Rebecca Sonnenshine, hay una voluntad por releer múltiples tradiciones y entramados genéricos y estéticos: desde el found-footage hasta el terror psicológico de los ochenta, pasando por el horror demoníaco de los setenta, el snuff y la producción televisiva estilo La dimensión desconocida. En Archivo 81 podemos ver un compendio de cinefilia, porque de hecho es también una historia protagonizada por cinéfilos, realizadores, narradores e historiadores. Y también por la propia materialidad del cine y la televisión: desde los dispositivos de filmación hasta las imágenes, pasando incluso por las ideas que dan vida a los imaginarios que cautivan al espectador.

Igual el foco de la historia no deja de ser una raza muy especial dentro de la cinefilia: Dan Turner (un Mamoudou Athie algo frío) es un archivista dedicado a restaurar materiales audiovisuales antiguos o deteriorados. Un día, casi de la nada, le ofrecen una gran cantidad de dinero para reparar unas cintas de video que resultaron dañadas en el incendio de un edificio en la década del noventa. Si el cliente (un ejecutivo de una empresa de la cual se sabe poco y nada) es cuando menos extraño, más aún lo son sus requerimientos: que se mude a unas instalaciones en el medio de un bosque, donde no hay Internet y casi no hay señal de celular. Pero todo se hace mucho más complejo -e inquietante- en cuanto empieza el proceso de restauración: las cintas pertenecen a una joven estudiante llamada Melody (Dina Shihabi) que estaba haciendo un trabajo de investigación histórica sobre el edificio y que descubre, progresivamente, que el lugar -y buena parte de sus habitantes- está marcado por una serie de misterios relacionados con una secta demoníaca. El trayecto de Melody arrastra a Dan, no solo por los enigmas alrededor de lo que pasó tras realizar esas filmaciones, sino también porque allí aparecen eventos directamente relacionados con el pasado del propio Dan. Aunque claro, hay algo más, que está relacionado no solo con la historia que muestran esas imágenes, sino con las imágenes en sí mismas, transformadas en un material fílmico con vida propia, una especie de puente hacia una dimensión maligna.

En un punto, lo que nos dice Archivo 81 es que esos materiales audiovisuales que solemos ver como recuerdos de eventos finalmente irrecuperables y en consecuencia muertos, en verdad están vivos, o al menos aletargados, esperando ser rescatados del olvido y, muchas veces, listos para atormentarnos. Por eso los protagonistas son gente con pasados traumáticos y marcados por vacíos identitarios a los que buscan completar, aunque las respuestas puedan ser terribles. De ahí que los primeros capítulos, aún con sus arbitrariedades de puesta en escena, son los más potentes, porque se sostienen en eso que no se sabe, en esa respuesta que se escapa, en el horror que acecha, pero no termina de estallar por completo. La estructura narrativa de la serie, que alterna entre el presente de restauración y el pasado que poco a poco se reconstruye, alimenta esto con eficacia, sacándole todo el jugo posible a la mitología demoníaca e incluso con secuencias al principio de cada episodio que parecen desprendidas del relato pero que finalmente cobran sentido con el correr de los minutos.

Claro que esa fortaleza inicial se convierte en debilidad hacia los últimos capítulos, a medida que aparecen respuestas -varias de ellas tranquilizadoras, en especial para la intimidad de los protagonistas- y, en consecuencia, se reduce la inquietud. Por eso el cierre de esta primera temporada, a pesar de que deja las puertas abiertas a una posible segunda entrega, queda algo desinflado y forzado en comparación con lo que se venía viendo previamente. Aún así, Archivo 81 nos deja pensando sobre esa incertidumbre y desconfianza que nos genera nuestro propio punto de vista, cuando los límites entre fantasía y realidad se disuelven hasta que nos asustamos de nosotros mismos y nuestras percepciones.  

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