El señor de los anillos: Los anillos de poder

Por Sergio Monsalve

Lord of the Rings: The Rings of Power
EE.UU., 2022, 8 episodios de 65′
Creada por Patrick McKay & John D. Payne 
Con Morfydd Clark, Robert Aramayo, Markella Kavenagh, Ismael Cruz Cordova, Charlie Vickers, Daniel Weyman, Lloyd Owen, Maxim Baldry, Owain Arthur, Tyroe Muhafidin, Megan Richards, Joseph Mawle, Nazanin Boniadi, Cynthia Addai-Robinson, Ema Horvath, Benjamin Walker, Sophia Nomvete, Tom Budge, Lenny Henry, Peter Mullan, Dylan Smith, Kip Chapman, Anthony Crum, Maxine Cunliffe, Ian Blackburn, Anson Boon, Trystan Gravelle, Thusitha Jayasundera, Fabian McCallum, Simon Merrells, Geoff Morrell, Augustus Prew, Peter Tait, Alex Tarrant, Sara Zwangobani, Leon Wadham, Bridie Sisson

Comer las las sobras

Lo que faltaba: una versión woke de El señor de los anillos, que no aporta nada en lo estético, que sucumbe al patrón de una inclusividad penosa y buenista, de campaña publicitaria con responsabilidad social. 

Los Anillos de Poder debe ser uno de los fiascos del año. Un apéndice fallido, cutre y bastante menor de la obra de J. R. R. Tolkien. Es difícil mirarla sin sentir pena ajena por las actuaciones, sobre todo la de ella. Su principal problema radica en un casting insolvente de figuras desconocidas. No soporta la comparación con la trilogía de Peter Jackson.
Pero no es solo eso: también sale perdiendo, en tanto spin off, en la competencia con House of The Dragon, superior en su tono épico, en su capacidad narrativa, en su diseño de los efectos, en su puesta en escena. Por ejemplo, con cada mirada fija de Lady Galadriel, la credibilidad se desploma, al parecer una telenovela. El resto del reparto tampoco ayuda, porque empezaron a ahorrar desde ahí, lo cual se nota y pasa factura a la dirección. El mérito de la trilogía de Jackson radica, entre otras virtudes, en su poderoso elenco de intérpretes: Ian McKellen, Viggo Mortensen, Cate Blanchett, etc.
En Los Anillos de Poder extrañamos a alguien que de verdad sepa actuar con método, gracia y carisma. Una estrella, al menos, que refresque la pantalla. No es el caso.
Luego, la dirección de Bayona es un desastre de mal uso de la pantalla de verde, de planos estáticos provocadores de verguenza ajena (el del barco, por dios!), de escenografía plásticas y acciones acartonadas, dando paso a una épica demodé y kitsch, cuyas imágenes impostadas resultan un cliché.
Es una pena que Los Anillos de Poder haya caído en manos tan torpes para transmitir ideas convincentes. Ni hablar del larguísimo intro explicativo, de lo predecible de la historia, de la insistencia en adaptar un cuento blando y maniqueo con aires de solemnidad e importancia.
El descalabro es de tal magnitud que por un momento, pensé que se trataba de un chiste o de una humorada involuntaria. Parece una parodia evangélica de Cecil B. Demille, sin la comicidad de Mel Brooks. En realidad, Amazon ha fracasado, queriendo opacar a Netflix y HBO en su feudo.
Menos mal que no tendré que ver los demás capítulos, para saber que Los anillos de poder no funciona, y que es equivalente al peor cine de época que circula desde tiempos inmemoriales. Lo que Truffaut llamaba cine qualité de pelucas y escenografías rococó.
Aquí tenemos la réplica del milenio, manufacturada como churro digital por Jeff Bezos, que mejor que se quede perfeccionado sus otros negocios, porque generando contenidos así no lleva vida.
Igual se saldará como un evento de masas, como un subproducto para fans que se consume de manera condescendiente, apagando el sentido crítico.
Culpa de la moda de serializarlo todo, otra vez, por la especulación que existe con la cultura de la nostalgia, que es el miedo a crecer.
Los Anillos de Poder nos encierra en el circulo vicioso de un diorama virtual, carente de originalidad e identidad expresiva.
Recomiendo darse de baja y volver a revisar la estupenda trilogía de Peter Jackson, de la cual Los Anillos de Poder es una mueca, un remedo costoso y ostentoso, sin efectividad y consistencia.
La fotografía de Los Anillos de Poder peca de publicitaria, al iluminarlo todo de forma plana. De pronto su mensaje, de reforzamiento etnocéntrico y monárquico, resulta desfasado, tanto como su pedestre maniqueísmo y el oportunismo de montarse al bus de la actualización inclusiva.
Cosas así, reivindican el logro de Andy Serkis, caracterizando a Gollum.
De cuando el libro es mejor que la serie, pero por lejos!
La prepotencia de Jeff Bezos, de emular y superar el éxito de sus predecesores, quedó en una de las bancarrotas audiovisuales del 2022.

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