Glow

Por Ignacio Balbuena

GLOW
EE.UU., 2017, 10 capítulos de 35′
Creada por Liz Flahive y Carly Mensch
Con Alison Brie, Betty Gilpin, Marc Maron, Britney Young, Sydelle Noel, Britt Baron, Jackie Tohn, Kimmy Gatewood, Rebekka Johnson, Kate Nash, Sunita Mani, Kia Stevens, Gayle Rankin, Ellen Wong, Chris Lowell, Alex Rich

Una épica en miniatura

Por Ignacio Balbuena

¿Hay una década más infame que los ‘80 para el cine (y la música, la cultura, el mundo en general)? Es cierto, hay películas y discos inolvidables en esa época -y que pertenecen inequívocamente a los ‘80: de Volver al Futuro y Aliens a Thriller y Blue Monday-, pero en general nos quedamos fijados en la parodia: el pelo batido, la cocaína, el rampante neoliberalismo (al menos en los países desarollados y angloparlantes), las películas barretas de Van Damme y Chuck Norris. Fueron un parque de diversiones, si, pero palidecen ante la sofisticación de los ‘70, podríamos decir.

Desde principios de los 2000s los ‘80 están presentes en una versión cada vez glossy, revisitados en un espíritu de alta definición totalmente contrario al kitsch de VHS desgastado que los caracteriza. Stranger Things, uno de los hits televisivos más grandes del año pasado, hoy nominada al Emmy como mejor serie dramática del año y con una breakout star camino a las grandes ligas de Hollywood, no es más que un mashup entre la sensibilidad de una de Amblin con algo de John Carpenter / Joe Dante / y el plot de Firestarter de Stephen King, todo procesado y pulido para el nuevo milenio. La nostalgia no es la única alternativa, por supuesto: The Americans viene hace varias temporadas aprovechando el setting ochentoso como contexto para uno de los mejores dramas de la tv actual.

En este panorama llega GLOW, otra serie que revisita los ochenta en plan revisemos un producto descatalogado de la cultura pop para convertirlo en tv prestige. Gorgeous Ladies of Wrestling, creado por David McLane en 1985, se emitió en la tv americana entre 1986 y 1992. Se ve que allá es algo así como un producto de culto (donde obviamente hay una gran cultura en torno a la lucha libre, también), pero yo me enteré de su existencia a partir de la serie de Netflix. GLOW, la original, era un show que mezclaba lucha libre grabada en vivo con sketches de comedia y rap. Era un delirio camp pero fue bastante exitoso, y varios clips e incluso el piloto entero se pueden ver en YouTube. Es bastante difícil de ver hoy en día, pero como una rareza es disfrutable.

Las guionistas de TV Liz Flahive y Carly Mensch se cruzaron con esta serie y quedaron fascinadas. Jenji Kohan, creadora de Orange is The New Black, se involucró como productora ejecutiva y la serie tomó forma como una comedia de media hora original de Netflix. ¿Qué es GLOW exactamente, entonces? La serie actual es una especie de origin story ficcionalizada de cómo nació la serie original. Bastante ficcionalizada, de hecho: el creador de la serie original posteó el primer llamado de casting en The Hollywood Reporter y Variety, al que asistieron más de 500 actrices, bailarinas, modelos y dobles de riesgo.

La serie de Netflix es sobre una suerte de misfits y perdedoras haciendo -intentando hacer- un programa de cable truchísimo con un director de exploitation venido a menos. La protagonista es Alison Brie (Community, Mad Men, Bojack Horseman), que hace de la actriz Ruth Wilder. Cansada de no encontrar papeles interesantes para mujeres en castings (en donde la ignoran constantemente) termina en un galpón de mala muerte junto a un grupo de mujeres jóvenes que, como ella, atendieron a la extravagante convocatoria motivadas por la curiosidad y/o la necesidad. Aparece Sam Sylvia (Marc Maron haciendo de Marc Maron como en todas las series en las que actúa, aunque en esta tiene efectivamente un arco de personaje y espacio para maniobrar más allá de su schtick) y plantea la propuesta: la idea es hacer un programa de lucha libre con chicas. Se arma entonces un ensamble interesante de mujeres idiosincráticas (Kate Nash, Ellen Wong, entre varias otras) y queda establecida la dinámica de la serie. No soy un gran seguidor de Orange is the New Black, pero por lo que poco de vi, llegue a advertir al menos una similitud entre esta y GLOW, y es que ambas series se basan en la interacción de un grupo de mujeres-de-backgrounds- étnicos-diversos a lo largo de varios capítulos. Pero a diferencia de aquella, aquí todo está mucho más orientada a la comedia (incluso con el plus de la síntesis: capítulos de media hora o apenas un poco más). Con diez capítulos en su haber hablamos de una serie que se puede mirar en una tarde o en un par de días -ahí donde otras series llegan a durar una hora sin cortes y demandan llegar a la mitad de una temporada de 13 o más capítulos para ponerse interesantes, quedarme con ganas de más antes que cansarme antes de tiempo es algo que celebro de GLOW-.

El tema central de la temporada es ver como el programa empieza a armarse y las mujeres empezar a amigarse con el tema de la lucha libre frente al prejuicio que antecedía. Yo personalmente no tenía ningún tipo de vínculo con el wrestling más allá de saber quien es Hulk Hogan o que Dwayne Johnson antes se llamaba The Rock, pero no hace falta ser un seguidor del deporte para disfrutar GLOW. El funcionamiento de la lucha libre (el melodrama, la teatralidad, los personajes, el camp, los disfraces) está bastante bien explicado dentro de la serie, e integrado dentro de la trama de forma orgánica, sin que resulte didáctico expositivamente hablando. Para empezar Ruth es actriz, y permanentemente intenta hacer del wrestling una oportunidad para crear drama, para construir personajes, para ensayar fuera del ring como una actriz de método. No le hace falta: el drama surge en la vida real cuando su mejor amiga Debbie Eagan (Betty Gilpin) se entera que durmió con su marido y se arma el culebrón.

Sam, un director de películas de shock/clase Z (o de feminismo y comentario social satírico y subversivo, según el) , desarrolla primero una historia post-apocalíptica sci-fi delirante y obtusa sin pies ni cabeza como concepto unificador y trama para GLOW. El productor de la serie, Sebastian ‘Bash’ Howard lo convence de que es demasiado complicado, y finalmente optan por aprovechar el drama entre Ruth y Debbie para el ring, y Debbie, una ex-actriz de telenovela de media tarde termina siendo la estrella inesperada de GLOW. En un giro inspirado del guión, al adoptar sus personajes de lucha libre Ruth y Debbie terminan encarnando a Rusia y Estados Unidos. De hecho, después de descartar la distopía, varios de los personajes terminan siendo estereotipos entre ofensivos y satíricos: la chica árabe pasa a ser Beirut, la chica asiática, Fortune Cookie, las dos chicas negras, una rapera gangsta y una mujer dependiente de la asistencia social, y así. Pero todas las chicas terminan encariñándose. Con los personajes que crean, con el entrenamiento, con los movimientos que aprenden, con la idea de luchar y a la vez protegerse para no salir lastimadas, con luchar todas juntas para poner el programa en el aire.

Después de una primera mitad moderadamente entretenida, GLOW crece mucho y la empatía con la serie, el tono y los personajes se impone. El salto de calidad es notorio: los engranajes del guión empiezan a funcionar mejor, y a partir de la segunda mitad, con todo el escenario ya planteado, la serie se vuelve medianamente adictiva. Dan ganas de verla de un tirón hasta el final en ese último tramo (fundamentales los capítulos 7 a 10). Pero ojo, nunca por los ganchos de final de capítulo, ni por el suspenso propio de las series de plot. GLOW funciona gracias a sus pequeños momentos, que engancha principalmente por ver como los personajes interactúan, conviven, se relacionan, algo que se expresa en lo mircogestual (elemento poco usual para la televisión en promedio). En muchos capítulos me encontré conmovido por pequeñas reacciones en el contraplano de un diálogo, en una sonrisita emocionada de Alison Brie, en un gesto gruñón de Marc Maron, en una cara espectacular que hace Betty Gilpin en el capítulo 9 cuando le dice ‘Gracias’ a la madre de Bash, e inmediatamente se da cuenta que no la estaban elogiando y pone una cara afligida.

Pero, last but not least, están las escenas de pelea. El wrestling real es obviamente visceral, violento y acrobático a la vez que notoriamente trucho, y las escenas de GLOW están muy bien logradas en comparación a “lo real”. Es cuestión de poner culo en silla y buscar clips en YouTube de wrestling femenino actual y es igual de falso, con lo cual GLOW logra ser bastante realista. Hay dos momentos para destacar: el típico ‘montaje de deportes ochentoso’ en el entrenamiento del capítulo 7, con la canción ‘Dare’ de Stan Bush (hecho sin ningún tipo de ironía, gesto paródico o self awareness), y la pelea del capítulo final, donde Ruth y Debbie logran llevar a cabo el movimiento que entrenaban en esta secuencia. ‘Volaste. Fue épico’, le dice Ruth a Debbie, y es efectivamente así. Lo de GLOW es una épica en miniatura con textura de copo de azucar rosado.

Entre tantos crime procedurals, adaptaciones de superhéroes, refritos nostálgicos, e intrigas medievales con dragones que están de regreso (agh), GLOW se presenta como una alternativa más que original, cortita y al pie. Desde este espacio esperamos la segunda temporada ansiosos.

 

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