Inventando a Anna

Por Sergio Monsalve

Inventing Anna
EE.UU., 2022, 9 episodios de 64′
Creada por Shonda Rhimes
Con Julia GarnerAnna ChlumskyJennifer EspositoLaverne CoxAlexis Generette FloydAnders HolmTerry KinneyKatie LowesArian MoayedJeff PerryAnna Deavere SmithCaitlin FitzgeraldChris CaferoJordon BoldenArmand SchultzKathleen GarrettAshley Austin MorrisJayden AbramsAssaad BouabBryan Terrell ClarkOnika DayCassie DziennyIndia EnnengaQurrat Ann Kadwani

Las vidas posibles

Inventing Anna pertenece al nuevo género de explotación de la “scam culture”, que ha asaltado al streaming, saqueando los recursos creativos del documental y las miniseries basadas en hechos reales. 

La producción lidera los sondeos de audiencia del streaming mundial, junto con el otro fenómeno de la temporada, El estafador de Tinder

En ambos casos, la narrativa se apropia de los contenidos de otras fuentes de inspiración, como la crónica policial y periodística al estilo de Todos los hombres del Presidente y Spotlight, que fueron traducciones oportunistas de las conspiraciones que sacudieron a la media en dos décadas puntuales y claves para el mainstream. 

De modo que el “clickbait”, y el morbo por ver el ascenso y caída de los arquetipos de la sociedad de consumo, define el desarrollo de una tendencia instrumental que es más exposición de titulares de tabloide sensacionalista, que una indagación en los mecanismos de manipulación del cine, al límite del fraude. 

Por supuesto, que al final queda algo de ello, bajo la frívola exhibición de unos personajes más propios de un reality show, de la era post-Kardashian, con un sentido moralista que los condenará en el desenlace, para complacer a las ligas puritanas de la decencia como en la era del Código Hays con Caracortada y la obligación de ventilar la consigna de la depresión de “el crimen no paga”. 

Ciertamente, Inventing Anna cumple con el ritual de paso de glorificación y castigo de una antiheroina, aclichetada desde su presentación con una peluca inverosímil. 

Tiene un raro acento mitad ruso y alemán, dice ser heredera de un fideicomiso de una rica familia teutona, metiéndose primero en un bolsillo a la élite esnobista de Nueva York. 

Luego, aprovecha sus contactos para darse una vida de eterno reportaje de Vogue, a costa de los bolsillos de sus amigas y víctimas, a quienes engañó con sus artimañas y maneras de “vamp” de filme noir de los treinta. 

Un obvio retrato de la decadencia del “sistema capitalista”, desde una visión que se quiere progresista y defensora de los valores perdidos en una democracia que se corrompió, por culpa de los trepadores y los especuladores de Wall Street. 

Si en los ochenta y noventa, Oliver Stone y De Palma fustigaron semejante “Hoguera de Vanidades”, con desigual fortuna, el arte de la “codicia es buena” vuelve a ponerse en entre dicho por una generación millenial”, que se sirve del lenguaje de las series, para exorcizar sus demonios y complejos de culpa. 

En tal sentido, la showrunner Shonda Rhimes ha sabido leer el momento de las ansiedades de su audiencia woke, diseñándole un vestuario de “fast fashion”, en modo cadena de H&M, al tema de los timadores del siglo, cuyo desfile por Instagram esconde problemáticas que son propias de de una Norteamérica insomne por los fantasmas del privilegio, el elitismo, la inmovilidad social, las diferencias de clase, el culto del éxito y la angustia por sentirse quemados antes de tiempo.  

Inventing Anna resume, en nueve capítulos, el lado oscuro de la red social, específicamente deconstruye la brecha que existe entre la realidad y la apariencia de una vida hedonista que se fabrican los narcisos posmodernos, hijos de los Yuppies frustrados, a consecuencia de un mundo poslaboral que compensa con el verso del entusiasmo y el hazlo tú mismo, la posibilidad de alcanzar el reconocimiento y la estabilidad profesional por los caminos tradicionales, que terminó de destruir el coronavirus. 

Así que un efecto tóxico de la Covid 19, ha sido propagar una pandemia como la del voluntarismo y la autoayuda de Instagram, que fungen de caldo de cultivo para un nuevo sistema paralelo de la economía, compuesto por charlatanes de su propio emprendimiento, orgullosos publicistas de sus inventos como Anna.   

Claro que ella viene de antes, como suceso, pero su estallido se enmarca en la seducción que ejercen los llamados “entrepreneurs”, como Mark Zuckeberg, que logran hackear a la bolsa de volares y al sistema, con un golpe de gracia e ingenio. 

Desde el título, la serie explora la sobrefacturación que secunda a un conjunto de egos prepotentes, que suponen una síntesis de una personalidad con complejos mesiánicos y megalómanos que vampirizan al inconsciente colectivo. 

Dos estupendas actrices, como Julia Garner y Anna Chlumsky, se baten en un duelo de espejos rotos, en cada una de sus áreas, desde los negocios hasta los medios de comunicación, signados por los mismos fiascos y pecados, unidos por el oportunismo de buscar una redención. 

Por boca de las intérpretes,  Inventing Anna propone una irónica revisión femenina de Mindhunter y El Silencio de los Inocentes, ahondando en la canibalización de las almas atormentadas que corre pareja con el espíritu darwinista de la “Metrópolis”, normalizando la depredación mutua. 

Cuenta la serie con unos capítulos que son mejores que otros, para ilustrar su desgarro y su drama, perdiéndose alguna veces en detalles demasiado anecdóticos y reiterativos en “escriberia”, “la prisión de Rikers” o las tramas de oficina, teléfono en mano. 

Ideas trilladas que se naturalizan y olvidan, gracias al oficio de los actores. 

Es en los primeros episodios y en los últimos, más en el de Marruecos, donde la verdadera movilidad de la serie se hace disfrutable, al calor de las entradas y salidas de hoteles, restaurantes y locaciones que sugieren el triple que los golpes bajos que impone el guion. 

Innecesariamente, la directora subestima a su público, explicándole un subtexto que deberíamos inferir de las imágenes, pero no de los diálogos. 

Un defecto común con la otra cadena de sentencias progresistas y lapidarias de Netflix, que es la mentira de Madres Paralelas

Así y todo, Inventing Anna se gana nuestro respeto, en el manejo del suspenso durante la acción del capítulo nueve en la corte que la protagonista convierte en su cínica pasarela, desdibujando las fronteras entre el derecho, la moda, la cárcel, los medios de comunicación y el fraude de la narrativa selfie.

Con el skyline de Manhattan de telón de fondo, la periodista y el abogado Tod, elaboran el fiasco de su duelo, juzgando a un mapa mental, a una ciudad, a un país y a una civilización que tras su fachada de columnas y puentes sólidos, encubre una decepcionante y melancólica fragilidad. 

Inventing Anna consigue que nos interesemos en la vida de las dos protagonistas, que queramos conocerlas más, y que nos conmueva su oportunidad de ser amigas y personas, fuera del bullicio de las cortes, las vanidades y los tabloides. 

Las dos se ganan el derecho, por mérito de la serie, de construir una historia que sobrepase el estereotipo con que se les suele cosificar y tildar de “estafadoras”. 

Porque no en balde, según la serie, nos toca admitir que todos lo somos, en mayor o menor medida. 

Tras lo cual, mejor entendernos con empatía y sin moralismos. 

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