Las cosas por limpiar

Por Pedro Gomes Reis

Maid
EE.UU., 2021, 10 episodios de 50′
Creada por Molly Smith Metzler
Con Margaret Qualley, Andie MacDowell, Billy Burke, Nick Robinson, Anika Noni Rose, Tracy Vilar, BJ Harrison, Erin Karpluk, Toby Levins, Alessandro Juliani, Mozhan Marnò, Amy Reid, Raymond Ablack, Alison Araya, Leo Li Chiang, Xavier de Guzman, Nhi Do, Lia Frankland, Gloria Garayua, Philip Granger, Mila Jones, Jennifer Kitchen, Jessica Matten, Jill Morrison, Eileen Pedde, Jed Rees, Donald Sales, Jason Tremblay

La mano invisible

Cuando me dispuse a ver Maid (que ha adquirido el espantoso título de Las cosas por limpiar en habla hispana) me recorrieron algunos terrores que se me aparecen cuando me encuentro con películas o series basadas en casos de la vida real. Me pregunto hasta dónde los responsables se permitirán las licencias de abandonar los hechos, hasta donde los corromperán con la necesidad de exagerarlos o hasta dónde los hechos serán una excusa para narrar con libertad. Por eso cuando atravesé los primeros episodios de la serie sobrevinieron los peores pensamientos, que incluso acercaban todo el asunto al espinoso mundo de Alejandro Gonzalez Iñarritu. Estuve a punto de abandonar toda esta aventura de echarme a ver una serie mientras me recomponía de un esguince molesto por salir a trotar por la noche y tropezar. Aduje que sería mi castigo de parte de una deidad lovecratfiana y acepté el coinvite. Continué con los siguientes episodios.

Hacia la mitad, no obstante, algo de Maid comenzaba a funcionar mejor que en un inicio: la historia de la chica que huye por violencia doméstica era algo más que eso. Los personajes, que en un inicio parecían limitados a reproducir los lugares comunes más intensos y sosos del cine-series de autoayuda, adquirían una tridimensionalidad inusitada. Al mismo tiempo, aquello que parecía simple (testimoniar una interminable huida de parte de la protagonista) se transformaba en un camino sinuoso, oscilante. Aquí, de un momento para otro, poco importaba la historia de origen, porque todo el encadenamiento de causalidades rectoras de una moral exigente (las personas maltratadas deben hacer XYZ serie de pasos para superar el trauma) derivaba en un recorrido irritante pero lo suficientemente atractivo como para querer seguir viendo: cómo hace una persona para volver una y otra vez y confiar en quienes le hacen daño a la vez que no dejarse ayudar por quienes ayudan desinteresadamente?

Si hay un aspecto humanista destacable en la serie protagonizada por Margaret Qualley es que nunca termina de elegir un camino predeterminado que nos permita tomar partido moral por aquello que estamos viendo. Bien por el contrario, a lo largo de sus 10 episodios la serie logra que todos los personajes asuman un componente empático y hasta querible a la vez que odioso, lo que vuelve a todo el entramado más difícil de clasificar: la protagonista hace bien en huir o se está generando un problema mayor? Su ex es un violento o un enfermo al que hay que ayudar? La madre es una verdadera ayuda o una carga para la hija? El padre ayuda sinceramente o está compensando sus errores pasados con el fin de reivindicarse y redimirse? Los empleadores dan una mano o son aprovechadores que explotan las necesidades de sus empleados? Los pretendientes realmente apoyan o buscan algo a cambio? Todas y cada una de las preguntas que se nos apetecen por la cabeza aparecen una y otra vez en el recorrido laberíntico de la protagonista, con la que resulta muy difícil no identificarse (se hay atravesado o no una circunstancia de violencia doméstica).

No obstante, hacia su cierre, Maid se ve tentada por la necesidad imperiosa de desplegar algún que otro imperativo categórico que tiene como correlato una violación al sistema contradictorio de idas y venidas de parte de los personajes más cuestionables, como si en alguna medida la misma trama no tolerase terminar el recorrido sin desplegar una necesaria bajada de línea (hay que prestar atención al uso moral que la serie hace de los objetos y de los espacios, algo que permite prever las decisiones del cierre y el aroma a feelgoodmovie). En esa decisión final sobrevienen los mismos temores del inicio, donde nos preguntamos si los personajes llegan a donde llegan porque el camino de libertades de los permitió o porque una mano invisible terminó de echar las cartas del destino. Contra esa mano invisible y tendenciosa, el humanismo de Maid es lo mejor que podemos rescatar.

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