Master of None

Por Lilian Laura Ivachow

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Master of None
Estados Unidos, 2015-2016, 10 episodios de 30 minutos por temporada
Creada por Aziz Ansari y Alan Yang
Con Aziz Ansari, Eric Wareheim, Lena Waithe, Noël Wells, Kelvin Yu.

Un poco de amor moderno

Por Lilian Laura Ivachow
 

Muy poco antes de lanzar la primera temporada, Aziz Ansari presentaba el ebook El amor en la era digital, una investigación sobre las cyber-citas y los comportamientos sentimentales en los tiempos que corren. Master of None viene del antiguo lema Jack of all trades, Master of None (Aprendiz de todoMaestro de nada), recoge este guante. Con una puesta en escena precisa, nos sumerge en la nada apremiante de las ciudades de hoy para mostrar cómo nos relacionamos y cómo nuestros vínculos suelen estar – casi siempre de manera graciosa o bizarra- mediados por la tecnología.

Ansari, standupero y actor cómico, fue Tom Haverford en Parks and Recreation durante siete temporadas Participó en películas como Funny people30 minutos o menosEste es el fin. No cabe duda de que el espíritu de este cine, alguna vez definido por la crítica como Nueva Comedia Americana, está en la serie en la que es coguionista y protagonista absoluto. Pero la serie de Ansari nos habla a través de una singularidad, una visión un poco más amarga, más amable, nunca solemne.

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Master of None puede ser a veces políticamente incorrecta pero no hace de esta incorrección política un gesto de irreverencia o diversión. Tampoco de liberación respecto a forma rebuscadas con las que debemos referirnos a las llamadas minorías. La razón es simple. Dev (Ansari en la serie) es hijo de inmigrantes tamiles que en los ‘70 se instalaron en Nueva York. Junto al coguionista Alan Yang, pertenece a una de las tantas minorías neoyorkinas. El hecho de “ser indio hijo de inmigrantes en Nueva York” es uno de los temas de la serie pero también la mirada novedosa que la atraviesa e impregna.

Dev suele definir como “racistas” a algunos dichos de las personas con las que interactúa. Decir “me parece que tu comentario es un poco racista” es una característica de su frontalidad. Lo interesante es que la serie lo toma como rasgo personal más que como imperativo categórico o pauta de comportamiento. Dev da a conocer su opinión con convicción porque suele expresar aquello que otros integrantes de las minorías callan o afrontan con menos valor o de otra manera. Pertenecer a una minoría en Nueva York puede experimentarse de diferentes formas y la serie siempre encuentra salidas para desdramatizar cualquier situación que promueva una bajada de línea moral o para tirar por la borda, mediante situaciones precisas, las convicciones más arraigadas. Es el caso en el descubre que a pesar de que hombres y mujeres se encuentran en una situación de igualdad a la hora de encarar citas y salir (Dev asume una igualdad en este plano), la situación cambia en el momento de la vuelta, siendo la mujer una frecuente víctima del acoso callejero.

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Otra particularidad es que la serie puede correrse de sus protagonistas y meterse en el mundo de ancianos y adultos, a veces ausentes o desdibujados. Los padres de Dev y Alan; la abuela de Rachel; el papá y el abuelo de Arnold; la mamá, la tía y la abuela de Denise. No son satélites de los jóvenes ni vienen para saldar las remanidas cuentas pendientes entre padres e hijos. Tiene suficiente espesor como para empatizar e imponer sus historias con peso propio. El padre de Ansari en la serie y en la realidad, es el más querible. Dev le pregunta, obsesionado por lo pasajeras que resultan las relaciones para la gente de su generación, si tuvo otra mujer antes de su madre; a lo que el padre responde que solo una con la que no se casó “porque era más alta”. En otro episodio acude a él al sentirse perdido y apabullado frente al futuro. El padre le menciona el fragmento de los higos de La campana de cristal. Dev compra el libro de inmediato y lo que sigue es la puesta en escena de la prosa de Silvia Plath y el mejor de los finales posibles para la primera temporada.

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La segunda temporada comienza en Italia, Dev sigue sin saber qué rumbo dar a su vida y viaja al pueblo de Módena a aprender a cocinar pasta. Con una sofisticada puesta en escena y una fotografía en impecable blanco y negro, la serie homenajea al Ladrón de bicicletas y se monta nada menos que en la Vespa de Moretti para sumergirnos, a puro motor cinéfilo, en la más abierta y radiante campiña italiana. Si en la primera temporada prometía y divertía, en la segunda cumple, divierte y sorprende con capítulos mejor diseñados que deberían ver obligatoriamente quienes aun hoy ponen en duda los valores de las series. Es el caso de Acción de gracias en el que a través de elaboradas secuencias de montaje vemos a Denise, su amiga de la infancia, forjando su identidad sexual. O I love New York, casi una película dentro de la serie. Es un capítulo delirante y hermoso, en el que las minorías de sordomudos y de nuevos inmigrantes negros se apropian de la pantalla con un humor que deja resonar al mejor Woody Allen y con un cariño por la gente que nos recuerda a películas entrañables, acaso únicas, como Cigarrros, de Wang Wang.

Son esos capítulos, como otros tantos de Master of None, que quisiéramos tomar como hormonas cada día, para hacernos, tal vez, mejores personas.
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