McCartney 3 2 1

Por Federico Karstulovich

EE.UU., 2021, 6 episodios de 30′
Dirigida por Zachary Heinzerling
Con intervenciones de Paul McCartney & Rick Rubin

Un saber antiguo

A Dani, mi compañera musical

No es uno solo el momento. A lo largo de sus 6 breves episodios (al final de cuentas se trata de una larga conversación de 3hs particionada) observamos a un genio volverse niño, sorprendiéndose con su propio yo, con su propio pasado, como si retornara a un antiguo álbum de fotos y descubriera en cada una de las instantáneas un nuevo detalle que no se había revelado. Su guía, Rick Rubin, no solo actúa como gondolero temporal, sino que acusa un saber que es mayor al del clásico entrevistador entregado a la adulación fácil. En ese baile entre un arqueólogo que repara en detalles y un genio que se vuelve niño y retorna a sus propias creaciones “con alienada majestuosidad”, como indica la célebre frase de Emerson sobre las ideas geniales, radica el centro feliz de McCartney 321.

La conversación es intimista. Incluso teniendo un equipo de 15 técnicos rodeando el proceso, lo que vemos es un encuentro amistoso que el blanco y negro contrastado demuestra de manera más cerrada sobre el espacio. Es un artificio. Lo sabemos. Pero lo creemos posible porque los detalles pueden más que el artificio. Porque lo microscópico puede más que la celebración. Un recorrido acrítico por la obra de McCartney? Puede parecerlo en un inicio. Pero es bastante más que eso. Nos sorprende, al menos en primera instancia, ese dato: no hay una evolución en torno a los grandes éxitos, no hay un encuentro con el canon que McCartney supone. Y por eso conmueve encontrarlo frente a su propio material. “Ese soy yo?”. Si, ese es Paul, antes y durante McCartney. Pero a la vez disociado.

En su imprescindible Genios, Harold Bloom indica que el reconocimiento del genio es retroactivo. Pero la curiosidad del genio particular de McCartmey radica en que hay mucho de su conciencia como tal que está ausente. No se trata de una genialidad arrasadora, sino una de las más interesantes: la celebración intuitiva y el retorno consciente a los materiales como si se los estuviera viendo y escuchando por primera vez. Porque el eje verdaderamente conmovedor de esta serie de entrevistas se sostiene sobre la sorpresa del mismo Paul respecto de sus propios materiales. Pudo no haber sido consciente sobre sus propias decisiones? Poco importa si es real o no. El artificio de la sorpresa es suficiente como para que le creamos.

Con la escucha de canciones super canónicas de la etapa Beatle como con canciones extremadamente representativas de la etapa solista, McCartney 321 opta por lo intensivo por sobre lo extensivo. Al final de cuentas, si lo pensamos bien: qué ganaría esta serie de entrevistas hablando nimiedades yendo a ultravelocidad con el fin de cubrir la totalidad de una carrera? Por eso se agradece que, más allá de una docena de temas canónicos, lo más importante aparece gracias a descubrimientos sonoros laterales en canciones menos celebradas o en disonancias felices que nunca habíamos escuchado en obras maestras.

Pero lo más importante pasa por otro lado. Porque no solo nos encontramos con una clase extraordinaria dotada de una generosidad infrecuente, sino que observamos a una persona reencontrándose. Eso si que no es habitual. No se trata solo del genio consciente o inconsciente. Es el encuentro de las ideas que siempre estuvieron pero que habían sido olvidadas. Porque si algo destaca McCartney es el carácter de laboratorio de experimentación, de juego a lo largo de su carrera (pero en particular en su etapa Beatle). Ese retorno a un saber olvidado y antiguo es el que nos conecta con Bloom y con Emerson, que han pensado en el genio no como el sujeto de una experiencia trascendental, sino como el sujeto capaz de retornar a un saber universal perdido y olvidado. En esa dirección, McCartney 321 narra un recorrido y una historia, da cuenta de una vida creativa extraordinaria. Pero en sus intersticios nos provee una pudorosa iluminación: el genio está ahí afuera y aquí adentro. En ese estímulo casi infantil por la prueba y el error y en la constatación del placer por haberse permitido experimentar deseamos quedarnos a vivir.

Una recomendación: vean McCartney 321 de un tirón. Y si tuvieron un día arduo, difícil, cansador, confíen en los genios, que son una manera de volver a la felicidad olvidada.

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