Pam & Tommy

Por Ludmila Ferreri

EE.UU., 2022, 8 episodios de 40′
Creada por Robert D. Siegel
Con Lily James, Sebastian Stan, Seth Rogen, Nick Offerman, Taylor Schilling, Paul Ben-Victor, Fred Hechinger, Pepi Sonuga, Mozhan Marnò, Spenser Granese, Jay Hieron, Adam Dunnells, Christopher Matthew Cook, Chris Mann, Zack Gold, Mike Seely, Sam Meader, Brent Antonello, Johnny Rey Diaz, Mel Fair, Chet Grissom, Iker Amaya, Geoff Meed, Gino Cafarelli

Karma police

Hay una frase que me gusta citar cuando corcovean los admiradores de tiranos de turno contemporáneos: “Prefiero los problemas de la democracia a las soluciones del totalitarismo”. Internet es una maravilla y un problema. Pero también es producto de las democracias. Las libertades consolidadas también son una maravilla y pueden ser un problema dependiendo si su uso es para sacar provecho de los demás. En definitiva: nunca las cosas son simples (ojo, que esto no suene a esa condescendiente expresión con los poderes de turno que reza “bueno, pero es complejo”), en todo caso son contradictorias, dolorosas y felices a la vez. En esa contradicción vive Pam & Tommy una serie que oscila entre dar cuenta de las contradicciones que rodean la existencia cotidiana…y la necesidad de legislar discursivamente sobre las mismas, como si cada tanto la contemporaneidad nos recordara que siempre hay que ostentar alguna clase de statement que nos posicione frente a los problemas importantes. Si, asi se siente cada vez que irrumpe en la serie la necesidad de dar una opinion, se siente como una fuente en itálica fuera de lugar.

Vamos a los hechos. Lo que menos importa en Pam & Tommy es la historia en minúscula ya que es bastante conocida y googleable (no querés googlear?: una-modelo-y-actriz-famosa-en-la-decada-del-noventa-conoce-a-un-baterista-de-una-banda-de-rock-en-decadencia-y-deciden-casarse-pero-tras-llevar-adelante-un-trabajo-de-remodelación-en-su-hogar-sufren-un-robo-de-parte-de-un-ex-empleado-que-había-sido-desplazado-sin-su-paga-y-el-producto-de-dicho-robo-fue-un-video-intimo-casero-con-escenas-sexuales-de-la-pareja-que-circuló-de-copia-en-copia-y-luego-fue-el-primer-gran-escandalo-de-la-naciente-internet-a-mediados-de-los-noventa), sino el modo en el que esa historia sirve para hacer reverberar un puñado de preguntas que, cuando son precisas, duelen (como cuando la serie se pregunta por la toxicidad de las parejas como condición de posibilidad para que exista el amor), pero cuando son redundantes se convierten en un eco molesto (como cuando le serie necesita recordarnos verbalmente lo que ya había dicho sin que los personajes nos lo expliquen: que en los noventas las mujeres podían ser pisoteadas en los medios con la mayor naturalidad del mundo).

No obstante hay una suerte de matriz moral que se mete como agua entre las rocas dentro de ese maremagnum de preguntas y planteos. Esa matriz resulta curiosa porque es asignada al centro moral de una serie con personajes amorales: el personaje de Seth Rogen, el ladrón del video íntimo. Ese personaje desarrolla un arco dramático bastante clásico en los cuentos morales: narra la historia de un fracasado en casi todo aspecto de su vida que cree que llevando adelante una venganza que le permita explotar el material robado podrá restituir con su propia voluntad lo que el karma realizaría por otros medios (no casualmente se trata de un personaje que se dedica a leer profusamente sobre historia de las religiones, como la persona real en la que se basa la serie con el personaje en cuestión). Digo que es interesante y penetrante, porque toda la serie está dominada por los personajes de Tommy Lee -pintado inicialmente como un imbécil, luego como un tipo enamorado y capaz de hacer cualquier cosa por ese amor casi infantil pero a la vez hiper sexualizado y, finalmente, caracterizado como un violento irredimible- y Pamela Anderson -construida inicialmente como una Barbie siliconizada detrás de una máscara que le permita olvidar los dolores del pasado, construida como una negadora contumaz de lo que tiene frente a sus ojos sólo con el fin de llevar adelante una vida de chica de casa de muñecas…para finalmente reconocerse a si misma y a su lugar en una industria estigmatizadora ya no como una estrella, sino como una madre-, pero esos personajes están rodeados por la moral acuática en forma de lecciones. Como si en alguna medida toda la tendencia al caos y a la contradicción que la serie elige saludablemente para dar cuenta del escándalo tuviera que encontrar una salida redentora o castigadora según el caso.

En cierta medida podríamos decir que la noción misma de karma actúa de forma justiciera. El problema es que esa misma noción indica que el karma no es producto de una especulación que podremos constatar (aunque nos diviertan los videos en redes sociales no existe tal cosa como un “instant karma”), sino que es casi un salto de fe (“dios proveerá”, “dios te castigará”, “todo vuelve en algún momento” son formas en las que la gente se encomienda a una suerte de justicia inmediata que no existe pero en la que queremos creer irreflexivamente), justamente porque es imposible de constatar. Es decir: la vida misma no premia ni castiga sino que es una sucesión de azares y causalidades cruzados en un proceso entrópico al que queremos dar un nombre. Frente a esa entropía feliz y triste que pueden mostrar los momentos más inspirados de Pam & Tommy (logrando incluso que empaticemos con gente horrible), la policía del karma determina el artificio de los finales infelizmente felices. Pero a veces preferimos la tristeza. El plano final de Pam, despidiéndose de la toxicidad de Tommy Lee de forma simbólica, dice mucho más que las necesidades de asentar una agenda (otra vez la demagogia feminista verbalizada) o de hacer justicia por artificio propio. En esa mirada triste y llena de contradicciones de quien amó pero no pudo hay mucha más vida que en las certezas de una moral tranquilizadora.

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