Pretend it’s a city

Por Federico Karstulovich

EE.UU., 2021, 7 episodios de 30′
Creada por Martin Scorsese
Con intervenciones de Fran Lebowitz, Martin Scorsese, Alec Baldwin, Spike Lee, Olivia Wilde, Toni Morrison

Las ciudades invisibles

A Dani, mi eterna compañera de caminatas

Hace un par de días, luego de unas breves, frugales y afortunadas vacaciones en pandemia, regresamos con mi novia a Buenos Aires y fuimos a tomar un helado, porque el calor no cedía. Mientras lo terminábamos asistimos desde las sillas laterales a una batalla generacional que se daba entre los empleados: uno de ellos no paraba de musicalizar el ambiente con música de los 80s (en ese momento de escuchaba Duran Duran), la otra, en cambio, emitió una queja: “te voy a apagar el parlante, poneme algo que pueda cantar, poneme el último tema de Cazzu” le dijo. La respuesta fue un redoblar la apuesta: el compañero puso “Don’t you want me” de The Human League. Fue un momento hermoso. Pero duró unos 20 segundos porque luego el resto de los empleados apoyó a la compañera y a los pocos segundos sonaba la mencionada cantante a la que apenas conozco por haber escuchado algún que otro tema. Ese momento me hizo acordar a la escena del baile de graduación en Las ventajas de ser invisible cuando suena “Come on Eileen” y los protagonistas corren emocionados a la pista de baile al grito de “están pasando música buena!”.

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Cuando terminé de ver el primer episodio de la breve serie dirigida por Martin Scorsese pensé desde mi generación: “uy, esto va a ser un lamento de viejos chotos por el pasado”. De hecho ese prejuicio se hizo masivo cuando varios colegas y gente que vio la serie terminó el primer episodio. Quizás porque parecía que se trataba de las memorias nostálgicas de un mundo que ya no existe más pero defendidas con audacia e inteligencia. Pero Supongamos que Nueva York es una ciudad (prefiero llamarla por el original Pretend It’s a City) es bastante más que un lamento borincano que gira en torno a un mundo que en efecto no existe más. Al mismo tiempo, desde ya, no es un documental esperanzado en el futuro. Porque para Fran Lebowitz (escritora y comediante quizás no muy conocida por estos lares) como para Martin Scorsese el pasado se ha quedado con lo mejor que pudo construir la cultura popular a lo largo de la historia, por lo que el presente pareciera ser apenas un conglomerado de jirones desperdigados de aquel mundo.

Leer la programática mirada de Pretend It’s a city como una sucesión de quejas de personas que han decidido desacoplarse el presente para aislarse en la experiencia pretérita y desde ahí bombardearnos es, lisa y llanamente, una lectura falsa y antojadiza. Lo es, básicamente, porque detrás de la queja, del humor cruel, del desprecio al mundo de los deportes, al mundo del feminismo, al de la corrección política actual, lo que prevalece no es una mirada de superioridad moral. No: ni en Lebowitz ni en Scorsese la hay. En todo caso prevalece en ellos la pregunta, el cuestionamiento sobre los mecanismos de interacción con el presente (interacción entre personas, pero también interacción con el espacio y los objetos que lo pueblan). En ese cuestionamiento hay algo del orden de la camaradería, de la necesidad de sentirse pares. Ambos, como alguna vez lo hiciera Louis CK y Woody Allen, pertenecen a una generación que no pondera la nostalgia por el pasado, sino que formaron parte de lo que alguna vez fue un posicionamiento humanista frente a la cultura: solo podremos construir el futuro cuando estemos en condiciones de articular las experiencias de quienes nos antecedieron.

Pretend Its A City Fran Lebowitz Martin Scorsese Panorama Model Nyc

Si cambiáramos el eje melancólico gerontofóbico que asumen muchos de los críticos de Pretend It’s a city bien podríamos encontrar alguna perspectiva que clarifique el posicionamiento. La serie, lejos de atrancarse en un tiempo que fue hermoso (porque el pasado siempre lo es: se trata de la tierra de los sueños de aquello que nunca fue…sino…qué es la nostalgia sino una tierra de sueños por los tiempos perdidos?) se pregunta: es posible construir futuro en esta ciudad que es más que una ciudad? (como todo espacio: el lugar se vuelve tal cuando se lo habita y se lo ritualiza.). La respuesta tiene la doble mirada: el nosotros inclusivo que incluye a Scorsese y Lebowitz pero de seguro a muchos otros indica que ellos pudieron construir el futuro, es decir, nuestro presente, precisamente porque supieron mirar a sus antecesores y hacer dialogar aquello que fue con el tiempo presente. Porque en definitiva, contrario a sostener “todo tiempo pasado fue mejor”, lo que hincha el pecho con una vitalidad reconfortante cuando escuchamos dialogar al petiso y a Fran (porque uno los siente casi amigos en le intimidad lograda), es la sensación de que el futuro siempre puede inventarse. Precisamente porque alguna vez se logró (de hecho muchas veces).

La pregunta que nos devuelve la serie, entonces, entre recorridos por calles, por discos, por libros, por pinturas, por publicidades, por publicaciones semanales, por programas televisivos, es otra: estamos en condiciones de crear algo o nos abandonaremos a la pobreza del reciclaje improductivo o desdeñaremos el pasado por completo pretendiendo que nunca hubiera existido? El pasado, al final de cuentas, también es una ciudad imaginaria a la que podemos volver para hacernos más fuertes y para sentirnos menos solos. No se trata de nostalgia, sino de camaradería en tiempos de pobreza y amnesia. El título, sin ir más lejos, no hace otra cosa que demandarnos esa idea: “Hagamos de cuenta que es una ciudad”. Solo sobre las ciudades puede construirse el futuro. Y las ciudades no son invisibles.

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