Servant

Por Mariano Bizzio

EE.UU., 2019, 10 episodios de 30′
Creada por Tony Basgallop 
Con Lauren Ambrose, Nell Tiger Free, Rupert Grint, Toby Kebbell, S.J. Son, Jeffrey Mowery, Erinn Anova, Sarah Biermann, Ronald Melton Braxton, Lyman Chen, Blaise Corrigan, Sugey Cruz-Everts, Gina Destra, Erin DiMarco, John DiRenzo, Hugh Dugan, John Andrew Giordano, Daniel Ison, Sullivan Klauder, Janel Koloski, Tiana Melvina Woods, Lory Molino, Bill Olt, Narci Regina, Kourtney Marie Webster, Phillip James Brannon, Rodney Jones, Justyna Perkowski, Terron Whitsett, Sonya Giddings, Charles W Harris III, Kittson O’Neill

Dos cabezas

Hay que retrotraerse a Friedkin (en particular a los climas de El Exorcista y Angel de las sombras, a las que explícitamente cita esta serie) para ingresar en el terreno previsible que propone Servant, serie de 2019 que Apple TV subió a su plataforma pero que recién en 2020 adquirió un cierto status de culto gracias a la pandemia y al agotamiento de muchos de los materiales que estaban disponibles en las diversas plataformas. Indistintamente, ya sea llegando un poco mas tarde o un poco más temprano, la serie producida por M.Night Shyamalan y creada por Tony Basgallop no termina de decidir qué hacer con esa influencia, ya que esta solo nutre los climas visuales y un cierto tono sombrío y triste (la elección de Philadelphia parece ser la adecuada para narrar cuentos de fantasmas, tragedias familiares y silencios) pero nunca logra ir mucho más allá de un puñado de promesas que se acumulan a lo largo de los interminables 10 episodios (algo curioso, ya que la duración no excede los 35′ en promedio).

Si bien el componente friedkiniano está presente (la llegada de un sujeto exterior a un mundo que desconoce y sobre el cual debe actuar o dejarse penetrar por el mismo), pero invertido, la mayor herencia del director de Sorcerer en realidad lo precede. Esencialmente porque Servant se reconoce en esa marca histórica del fantástico que se sustenta en la ambivalencia, en la coexistencia de posibilidades de interpretación. Este aspecto, no obstante, se vuelve especialmente irritante en la serie producida por MNS precisamente porque a lo largo de los 10 episodios nos vemos sometidos a una sucesión de giros de tuerca que, contrarios a armar una trenza de posibilidades en donde cada tramo pueda proporcionarnos una interpretación sólida, bien por el contrario, nos entrega un colador en donde cada una de las posibilidades de lectura (Estamos frente a una secta? Estamos frente a una pareja de desquiciados y negadores? Se trata de un pacto satánico? Estamos ante un angel guardián o una bruja?) no se sostiene por su propio peso sino que es abandonada a los pocos minutos.

Con el correr de los primeros episodios, Servant parece clásica y ordenada (no casualmente el primer episodio a cargo de M.Night Shyamalan), pero todo aquello que es una promesa de armado ladrillo por ladrillo se revela como un abierto desprecio al espectador pero también al género que la serie convoca. Porque, vamos, el fantástico no se sustenta sobre la gratuidad de las posibilidades de lectura, sino sobre la solidez de las mismas. El fantástico es, en el fondo, una forma narrativa hija de la hermenéutica. Por eso los mejores momentos de la serie son aquellos en los que se nos proporciona un anzuelo para que nuestra mirada desconfíe de todo lo que observamos (la obsesión con el uso de teleobjetivos nos entrena la mirada y nos convierte en verdaderos paranoicos). De ahí que lo mejor que tiene para entregar la serie no es su guión desordenado y plagado de trucos elementales, sino su confianza en las formas, en la ambivalencia de lo cotidiano, en la desconfianza del mundo hogareño.

En el orden de tensiones entre un guión necesitado de forzamientos informativos y una puesta en escena capaz de construir (en los mejores momentos) climas sobre la nada misma (haciendo que la manufactura de un plato se convierta en un momento de suspenso) es en donde vive esta serie esquizofrénica. O por lo pronto una serie sostenida por una doble paternidad: aquella que confía en las imágenes (herencia Shyamalan-Friedkin) y aquella que precisa de giros hábiles e injustificados, solo para patear la pelota hacia la temporada siguiente con un descaro imposible (herencia de las series post-Lost).

Es posible que en la segunda temporada (de inminente estreno: enero de 2021) nos enteremos los avatares del matrimonio y su hijo muerto que vuelve por medio de su empleada como una segunda oportunidad. O que se nos siga abriendo el panorama, con el riesgo de perdernos de una vez y para siempre.

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