The Mandalorian – Segunda temporada

Por Varios Autores

The Mandalorian S02
EE.UU., 2020, 8 episodios de 50′
Creada por Jon Favreau 
Con Pedro Pascal, Gina Carano, Giancarlo Esposito, Sasha Banks, Carl Weathers, Timothy Olyphant, Horatio Sanz, Omid Abtahi, Mark Kubr, Barry Hanley, Michael Biehn, Rosario Dawson, Temuera Morrison, Katee Sackhoff, Bill Burr

La historia del mito

Por Federico Karstulovich, Ariel Esteban Ramos & Rodrigo Martín Seijas

FK: Otra vez la ambivalencia. Por un lado la confianza en la aventura, en el espíritu de los viejos seriales. Es lo más estimulante del anacronismo de TMS02: profundizar su atemporalidad. Ahora bien: con eso solo basta y sobra? Con el hojaldre cinéfilo (la cita a Clouzot o al Friedkin de Sorcerer, si quieren) alcanza? Parte y parte. Quizás porque el esquema de variaciones y repeticiones (esquema medieval y adecuado para el caso) no es suficiente para construir algo distinto a lo que habíamos visto en la primera temporada. O en todo caso: la evolución del arco dramático de Mando no varía rotundamente. La pregunta es entonces: puede sobrevivir un personaje adecuado para una serie (recordemos el tecnicismo: una emisión televisiva semanal con una base de personaje/s y cambios en las aventuras propuestas, es decir, un formato autoconclusivo en la narrativa capítulo a capítulo pero con evolución y conexión narrativa para los arcos de personaje) en un serial corto como lo es The Mandalorian sin que se produzca en el fondo un salto cualitativo? Bueno, creo que estamos ante una transición a otra cosa. Y eso se nota y pesa a lo largo de los 8 episodios, algunos de ellos muy disfrutables (el segundo), otros más bien olvidables (el tercero y cuarto).

RMS: Yo no había pensado tanto en esas tensiones que mencionas, quizás porque me interesan otras, que pueden estar relacionadas: este equilibrio que trata de hacer la serie entre constituirse en un relato distintivo dentro del universo Star Wars y la necesidad de establecer lazos con la mitología más conocida por los fanáticos. Creo que eso afecta también a lo que pasa con el personaje y su crecimiento, su aprendizaje, que es más por un proceso de interacción con los otros que por una evolución interior, porque es un tipo de acción, que se expresa por una gestualidad mínima, donde la voz de Pedro Pascal termina siendo decisiva. Cuando la serie se permite enhebrar un camino propio, sin la necesidad explícita de referenciarse de manera palpable en esa galaxia muy, muy lejana, es cuando mejor le va. Estoy de acuerdo con lo de la transición: la segunda temporada fue un viaje no solo de los personajes, sino de la serie misma hacia otro lugar, un tratar de concluir con ciertas vías narrativas (principalmente la amistad entre Mando y el “bebé Yoda”), para comenzar con otras, que podrían implicar nuevas tonalidades y estéticas.

AER: A mí empezó a molestarme un poco más la estructura de los capítulos en el sentido de la resolución fácil y rapidita. La miré con mi hijo y temí que sintiera que Backyardigans era una referencia válida. Lo digo también por la ausencia de bajas que signifiquen algo en la trama. Si Disney (bueno, él engañó a la muerte a su manera) no tuvo reparos en promover la psicopatología infantil en masa con Bambi, ahora no puedo entender que sólo caigan Stormtroopers, que por otro lado cada vez tienen peor puntería. Cuando vieron que el primer clon tenía esos problemas oftalmológicos había que cambiar el proveedor. Cuando aparecieron los Dark Troopers fue como un rayo de esperanza, pero los despachó la gran sorpresa de la temporada con sable verde y cutis lozano. Me puse de pie en ese momento para sacudirme diez o veinte ideas erradas sobre la línea de tiempo. Y claro, Boba Fett, que era mi hebra para unir la trama total, siempre estuvo enmascarado. Cuando apareció viejo y demacrado, el calendario me quedó borroso. También aparecieron como en un libro Star Wars for dummies las referencias estéticas principales: un capítulo totalmente western, otro totalmente japomedieval. Estamos en las antípodas de la melange casi afrancesada y cruenta de Rogue One.

FK: Bueno, ahí en lo que dice Ariel hay un punto: donde la primer temporada arriesgaba un poco más en la segunda va a lo seguro, al cálculo. En este sentido entiendo y comparto eso de alejarse de Rogue One, que para mi es de lo más arriesgado de toda la saga (por eso le fue como le fue). El punto es que se nota que le cuesta mucho alejarse de la rama original. O en todo caso, cuando lo hace cae en los lugares comunes propios de la estructura serie. Es como si en su propensión a sintetizar caminos comenzara a quedar a mitad de varios a la vez. Naturalmente que no voy a traer a colación la tontería de la escritura industrial que coarta al autor. Olvídense: Jon Favreau es el sistema en este caso. El tema es que dado que como en todos los casos de los showrunners se trata de un creador global, la versión creativa que está encarnando en esta temporada es, acaso, un poco virada hacia un automatismo que posiblemente condicione a la serie gravemente para la temporada siguiente: ya no funciona la lógica del personaje de Mando a través de 16 episodios sin realizar un giro en alguna ocasión. No es McGyver, ni El Increible Hulk, ni Brigada A de los 80s. Tampoco es el Flash Gordon de los 40s. La pregunta es otra: qué clase de personaje es en relación a esta época y a esta narrativa? Creo que el anonimato y el corte eastwoodiano de la primera le hubiera jugado mejor. Y la aceptación de las muertes necesarias podría haber convertido a la serie en una serie adulta. Pero no: hay un principio de infantilización.

RMS: Coincido en parte en lo del cálculo, el automatismo, la infantilización. Creo que está ahí, acechando, en la forma en que el protagonista se va cruzando con personajes emblemáticos de la franquicia, en cómo dosifica la violencia y el despliegue de referencias genéricas. Pero también creo que eso solo acecha pero no termina de imponerse, básicamente porque Favreau finalmente termina privilegiando el recorrido de los personajes, o más bien, ese viaje de Mando donde aprende, a su modo, a ser una especie de padre adoptivo. Creo que, a pesar de ese deber constante que se impuso por rodearse de iconicidad de la franquicia, la serie no dejó de ser un western dramático paterno-filial. Me parece que en todo lo que hace Favreau está presente esa tensión interna, entre hacer todo lo posible para vender y todo lo posible para narrar historias autoconcluyentes, y cómo hacer confluir ambos objetivos. A veces lo resuelve mejor (Iron Man) y otras peor (El rey león). Donde creo que The Mandalorian sigue marcando una diferencia a favor es en la humanidad que continúa transmitiendo, y eso se ve muy bien en la secuencia final de la temporada, que prefiero no spoilear. Hay un cariño por lo que se cuenta que la aleja del automatismo y que la acerca a una infantilización, pero en un sentido positivo. Una infantilización madura, por decirlo de algún modo, donde no es tan necesaria la violencia explícita para dejar en claro que estamos transitando terrenos marginales donde el Imperio sigue pesando más que la República.

AER: Esa opción más infantil rompe finalmente mi hipótesis de la primera temporada de una lectura edipiana de la trama. La historia de misterio y paternidad subrogada termina al menos para Baby Yoda, muy zonzamente, y habrá que ver qué le tiene destinado a Mando. Quizá su propia filiación revele algún dilema para diván. La promesa sigue estando en ese Leitmotiv con sabor stravinskiano del soundtrack que remite al Oedipus Rex. En esta temporada ese motivo (y no es el único que se elaboró) se desarrolló hacia líneas armónicas más agudas y disparó variaciones notables, como la invención medieval del capítulo de la ciudadela. Otras líneas narrativas apuntan ahora a derivaciones mayores, sobre todo la posesión del sable negro. No me imagino, igualmente, una aclamación del nuevo monarca de Mandalore con el número de extras que venimos viendo en la última temporada. Eso sería menos gente que para los actos de un candidato a concejal promedio. Confieso que extraño el faraonismo dispendioso de la saga original.

FK: Bueno, es que el punto está en lo que dice Rodrigo. El tema es que el recorrido de la paternidad estaba ya en la primer temporada y lo que hace esta segunda es reforzarlo un poco más, pero no hay mayores desplazamientos sobre ese aspecto. Por eso el personaje tampoco evoluciona (si me lo preguntan creo que nunca debió haberlo hecho, pero bueno: es un personaje que pide bidimensionalidad a pleno). Al mismo tiempo creo que en Favreau hay un segundo intento por reformular y mejorar aquello que la lectura JJ Abrams había dejado mal cerrado. En ese sentido lo que hace Favreau es más ordenado, si. Pero conforme se acerca a ese costado también pierde algo de la autonomía que había sabido conseguir con la primer temporada. La necesidad de confluencia puede potenciar los negocios pero desarmar al mito que la temporada 1 había logrado concebir con eficacia. Otra vez el problema del mito vs la historia. Pero en el orden del plan de negocios. Otra vez Favreau entre un intento de escritura autoral y unas concesiones histéricas. En relación a lo que dice Ariel, si en efecto se produjera un recorrido hacia la coronación de Mando, cagamos. No hay nada mas que hacer. Nuevamente: si Disney quiere ser retro, que sea retro en serio y vaya más allá de los 70s. La serialidad, el mito, la incompletud es lo mejor que tiene para ofrecer el personaje. Hacerlo confluir demostraría la mirada cortísima.

RMS: Es cierto que, cuando nos fijamos en Star Wars, los personajes son más atractivos cuanto más huecos presentan en sus recorridos, cuanto menos se sabe de ellos o cuanto más desprendidos son. Es decir, cuanta más iconicidad construyen desde sí mismos y no tanto desde el contexto que los rodea. Por eso Han Solo supo ser el favorito de la mayoría y quizás la película que indaga en sus orígenes era un tanto innecesaria. Por eso también los episodios I a III son los más fallidos, a partir de cómo están ocupados en explicar todo y todos. Creo que también por eso cuando Mando es más un participante de la historia global, alguien que está en un lugar o evento para luego alejarse, un peón más en el tablero, más atractivo es, porque eso le permite tener un rango de autonomía que lo enriquece. Es más un Tom Doniphon, el hombre que mató a Liberty Valance, el que posibilita que pasen las cosas pero que no aparece en las crónicas. El riesgo es que quieran que sea un Senador, alguien que ocupe un lugar de importancia en la Nueva República. Me parece que la serie no pretende eso, pero tanta vocación de Disney por conectar y explicar todo puede inclinar la balanza para otro lado.

AER: Lo que elabora Rodrigo me hace pensar en cuánto hemos recorrido desde los tiempos en que Mattelart podía decir que los personajes de Disney no tenían una historia. Me parece importante un dato extrapolado de otra serie para que no digamos que no la vimos venir: en 1992 comenzó un proyecto editorial para desarrollar la prehistoria del Tío Rico. Todas las alusiones desperdigadas en el cómic regular a los míticos años de formación, desde el niño pato escocés que se gana su primer centavo hasta la construcción del famoso depósito, fueron sistematizadas y puestas en imagen por Don Rosa. Un Bildungscomic, digamos. Fue como si Mattelart les hubiera advertido que se estaban perdiendo un negocio… la teoría crítica como insumo del capitalismo. Otro proceso es la creación de side stories y spinoffs explicativos con las series, algo cuyo modelo fundacional más acabado me parece todavía Animatrix. Entre cómics, libros y animaciones, Star Wars es un terreno ya un tanto inabarcable y creo que los sub-20 nos mirarían con pena más que suspicacia si pretendiéramos explicarles qué es lo central y qué es lo marginal en este universo. Me lo digo a mí mismo y comparto: creo que ya no estamos en la Kansas que supimos conocer. El universo se expande, como decía Hawking, y el centro de esta galaxia lejana queda ahora aún más lejos.


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