The Vow (parte 1)

Por Ludmila Ferreri

The Vow 
EE.UU., 2020, 9 episodios de 55′
Creada por Karim Amer & Jehane Noujaim
Con Catherine Oxenberg, Anthony Ames, Sarah Edmondson, Bonnie Piesse, Mark Vicente

La pirámide que era iceberg

Por Ludmila Ferreri

Las sectas son una fascinación para mi. Cada vez que puedo vuelvo a películas o series sobre sectas, sobre sociedades secretas. Pero lo que mas me fascina de ellas no es su aspecto, a primera vista, oculto. Sino su componente humano. Porque si algo caracteriza a las sectas es, precisamente, su aspecto contra-institucional, su costado “antisistema” (en la mayor parte de los casos anti estado, pero también excediendo a esa categoría fácil que podría convertir a toda secta en un ejercicio de anarquistas o anticapitalistas). Pero el caso que narra The Low (que como buena serie de HBO cumple con esta tediosa costumbre de ir subiendo capítulos semana a semana…a lo largo de meses…por lo que esta nota se va a fragmentar en tres grande segmentos) es algo mas que la historia de un grupúsculo de hippies, un grupo de guerrilleros, un grupo de anarquistas, o un grupo de hiperreligiosos. No: la historia del grupo NXIVM y su líder Keith Raniere es la historia de una secta pro-capitalista. O una secta cuya presentación externa no hizo otra cosa sino replicar los mecanismos de construcción piramidal de los estamentos de poder en el interior de una empresa exitosa.

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Pero lo mas curioso de toda la serie de hechos que relata parsimoniosamente The vow (a la que le podemos adjudicar tomarse demasiado tiempo para narrar materiales que demandaban mucha menos información, mas economía de lenguaje y algunas aclaraciones antes que tanta prostergación asumida como estrategia narrativa) radica en la capacidad que tiene para hacernos mirar en otra dirección a la que presuntamente le direccionaríamos nuestra mirada, como si en el fondo la serie nos pidiera que fuéramos capaces de abrir los ojos ante la experiencia humana del ejercicio del poder. En ese sentido, luego de pasar por los primeros tres episodios de la serie, una no puede sino volver a la gran frase de Oscar Wilde y pensar que, en efecto, todo en la vida es acerca del sexo, excepto el sexo, que es un hecho cuyo trasfondo gira en torno al poder (en el caso de la serie nos iremos acercando a una trama de tráfico sexual, explotación laboral, robo de dinero mediado el lavado de cerebro y otras tantas maravillas). Quizás por ese motivo es importante que la introducción al tema delicado sea siempre de mano de los involucrados como víctimas, pero también como enlaces. No obstante, a diferencia de otros casos recientes (como la pésima serie Asquerosamente rico), los testimonios lejos están del abordaje del morbo, sino que siempre nos posicionan frente a los hechos con una lateralidad pasmosa.

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Pero lo que mas asusta de The Vow no es otra cosa mas que la naturalización de la humillación convertida en credo racional. Hay entonces, en el armado del grupo NXIVM algo mas que un circuito delirante de consignas irracionales que forman parte del conglomerado de lugares comunes sobre el mundo de las sectas. No: el grupo liderado por Keith Raniere es algo distinto, precisamente porque su hiiperracionalidad, su armado pesadillesco lleno de recovecos cerebrales supo ser la mejor estrategia para que nadie jamás osara desconfiar de ninguno de los presupuestos de acción en el marco de la secta en cuestión. Es la racionalidad, precisamente, la depositaria de todos los miedos posibles en la serie. No lo es el pensamiento religioso, la renuncia al razonamiento o el fanatismo exacerbado. No: la experiencia en NXIVM es más rara, más compleja, mas perversa a la hora de definir una potencial salida, un potencial escape. Y lo es porque el raciocinio se convierte en el arma de cohesión más difícil de discutir.

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Asi las cosas, en en primer grupo de capítulos, el sistema se arma con una frialdad que, si bien puede irritar un poco ya que es anticlimática, nos posiciona plenamente de lleno frente al sistema que estamos, termina por revelarse como una estrategia consecuente: todo el capítulo 1 nos mete de lleno a la estructura de trabajo de la manera mas amable posible (y menos desconfiada). Nos hace preguntarnos: “qué podría salir mal, si todos se cuidan, se apoyan, si nadie amenaza a nadie, si el espacio tiene entrada y salida libre y abierta?”. El episodio dos, en cambio, reorganiza un poco el mapa de percepciones. Y pone a los personajes a retornar sobre su experiencia a partir de pequeños ‘ruidos’, pequeñas anomalías que rompían el clima de camaradería y cuidado mutuo. Pero no: la serie no se propone brindarnos todos y cada uno de los datos que precisamos, sino que nos brinda, como en un policial de enigma, algunas pistas elementales, algunos indicios lo suficientemente perturbadores como para seguir avanzando. Es recién hacia el final del episodio 3 que nos enfrentamos al horror de la secta dentro de la secta. Y ahí el asunto comienza a espesarse. Y la secta que creíamos conocer se expresa como perfecta contracara de otras acciones.

Con el fin del episodio 3 la serie abre de a poco el panorama que muestra que aquello que creíamos conocer de las pirámides era, apenas, una punta. Pero no era una pirámide, era un iceberg cruel, duro y frio. Como esta serie que recién comienza.

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