A Ultima vez que vi Macau

Por Federico Karstulovich

A Ultima vez que vi Macau
Portugal, 2012, 82′
Dirigida por João Pedro Rodriguez y João Rui Guerra da Mata
Con Cindy Scrash, João Pedro Rodrigues, João Rui Guerra da Mata

La refundación de Macao

Por Sebastián Rosal

1. ¿Cómo definir al cine contemporáneo? ¿Desde qué lugar abordar lo que parece ser un monstruo de mil cabezas? De las múltiples puntas de ovillo que de él se desprenden, ¿de cuál tirar para poder cartografiar su masa amorfa, resbaladiza? Si algo engloba al cine contemporáneo es la ausencia de un elemento que pueda aglutinarlo, a la manera de la tradición genérica-narrativa en el cine clásico y de los programas modernistas que intentaron romper con dicha tradición. Pero que tal empresa aparezca a priori como imposible, o al menos sujeta a infinitas variantes, no invalida la pertinencia de las preguntas, ni la posibilidad de adoptar estrategias para poder afrontarlas. Rodríguez y Guerra da Mata ensayan uno de los caminos posibles: interrogarse si aún hoy es posible contar una historia, hacerlo en relación con los géneros clásicos cinematográficos y permitirse al mismo tiempo reflexionar sobre la condición misma de la imagen.

2. La historia ya fue vista y oída muchas veces: un llamado misterioso de una vieja y enigmática amiga desde el otro lado del mundo pidiendo ayuda, y alguien que acude a prestársela. Ese alguien es el propio Guerra da Mata, en voz en off omnipresente, y su punto de vista (parcial, incompleto) será el que adopte la película. Hay entre ellos un pasado en común del que poco sabemos pero intuimos feliz, y un presente que, al igual que las naves que pululan por el puerto de Macao, suponemos navegando por aguas turbulentas. Habrá bruma, un esquivo libro del Apocalipsis, un asesinato y bandas mafiosas orientales luchando por un McGuffin en forma de jaula para pájaros, aunque las cosas nunca están demasiado claras: estamos, por si hace falta aclararlo, en el pleno terreno del noir. En dicho nivel, las convenciones genéricas del film noir (o melodrama criminal, como alguna vez se lo llamó) están funcionando plenamente. Pero el pequeño, hermoso milagro de la película es que casi todo lo que hay en ella niega la adscripción al género. Feliz paradoja: A Ultima vez que vi Macau es un noir travestido (y ya volveré sobre éste término) en el que lo que se ve son ancianos haciendo ejercicios en la plaza, a plena luz del día, y gatos desplazándose tranquilos sobre el pasto. Y es que la película fluctúa entre dos clases de imágenes: por un lado, un registro al que podemos llamar documental de la ciudad, de su gente, sus calles, sus parques diurnos y sus luces nocturnas. Por el otro, tanto planos detalle que juegan con lo más icónico del género (manos enguantadas, armas, teléfonos sonando en habitaciones de hotel) como fotografías de algún archivo personal (suponemos que de alguno de los dos directores) que funcionan como hitos o mojones que van puntuando el relato. Además la ya mencionada voz en off ocupa un lugar primordial: en términos de reflexión sobre las posibilidades del lenguaje, Rodriguez y Guerra da Mata hacen que cada imagen “documental” funcione como una especie de hoja en blanco, lienzo neutro sobre el que se imprimen los designios que la palabra hablada dicta, en una operación en la que lo dicho y oído se encarga de asignarle sentido a lo visto. Los ecos de La Jeteé, de Marker, resuenan en el sureste asiático.

3. Película con varias capas de lectura, una de las cosas que se desprenden de A Ultima vez que vi Macau es que el cine clásico es hoy un hermoso e imposible recuerdo: no se puede recuperar a Jane Russell cantando, ni a nuestros juguetes de la infancia por siempre perdidos, ni volver al lugar en el que fuimos felices de niños sin comprobar que ya nada es lo que era. El cine clásico se presenta así como un paraíso perdido, tierra de aventuras irrecuperables. Pero esta es una película de dos directores que entienden que la cinefilia es una actualización constante del cine como acto y reflexión, no un proceso de momificación o de culto vacío a los muertos. Son además dos almas demasiado refinadas como para embarcarnos en un de profundis melancólico y lacrimógeno (y ahí está la estupenda Alvorada Vermelha, 2011, para confirmarlo; o los trabajos solistas de Rodriguez): si el pasado no vuelve, si la inocencia solo se puede perder una vez, que sirvan de base entonces, parecen decirnos, para emprender nuevos caminos, para refundar Macao.

4. Cuando al inicio de la película oímos la voz de Jane Russell encarnada ahora en el cuerpo de Candy, el travesti, no solo somos testigos de uno de esos momentos inolvidables que el cine puede darnos. También podemos entender que el travestismo como ocultamiento de la verdadera apariencia, y la mezcla de los géneros es una de las salidas posibles para entablar, desde el presente y mirando hacia adelante, un diálogo con la tradición. A Ultima vez que vi Macau es una película apasionada a pesar de su laconismo, inteligente sin ser ensayística, cinéfila pero no mortuoria, feliz aunque nadie ría. Y es fundamentalmente optimista, porque nos recuerda que el cine clásico, aún muerto, sigue siendo fuente de inspiración, sólida base tectónica desde la cual mirar el futuro del cine. No hay tiempo entonces para nostalgia ni tristezas, parecen decirnos. El Rey ha muerto: ¡viva el Rey!

Publicado originalmente en Marienbad. Revista de cine, mayo de 2013.

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