Un vecino gruñón

Por Gabriel Santiago Suede

A Man Called Otto
EE.UU., 2022, 126′
Dirigida por Marc Forster
Con Tom Hanks, Mariana Treviño, Manuel García-Rulfo, Rachel Keller, Cameron Britton, Mike Birbiglia, Kelly Lamor Wilson, Josefine Lindegaard, Elle Chapman, Juanita Jennings, Lavel Schley, Kirk Kelly, Phil Nardozzi, Christiana Montoya, Kailey Hyman, Nayab Hussain, Bryant Carroll, Greg Allan Martin

Los límites del vecindario

La obra cinematográfica que componen las distintas películas en las que ha participado Tom Hanks arman un amplio y sofisticado sistema de continuidades/discontinuidades sobre los cuales ya hemos hablado (aquí, aquí y aquí). Por ese motivo no me propondré hacer un recorrido en torno a las marcas y señales de su autoría actoral, sino, en todo caso, intentar un ingreso menos restrictivo a la teoría del autor-actor.

Capra.En Un vecino gruñón hay más de las comedias oscuras del estado de bienestar nórdico de los países del Báltico (esas comedias que incluyen pedofilia, suicidios, abusos de distinto orden, violencia intrafamiliar, como para empezar) antes que de comedias típicamente americanas. No obstante un espíritu americano si está presente en torno al asunto: el espíritu de Frank Capra y su mirada pesimista. En los ojos del suicida que interpreta Hanks hay algo de esas fábulas morales caprinas sobre el valor de los gestos comunitarios aunque la vida personal esté hecha pelota.

Gervais. Es muy difícil ver Un vecino gruñón sin pensar invariablemente en Afterlife (sobre cuyas temporadas escribimos en esta, esta y esta nota), serie de Ricky Gervais con la que comparte la premisa del sujeto que no puede lidiar con el duelo que tiene que cargar tras la muerte de su esposa (y frente al cual idea variaciones de suicidios…desalentados por el rol que la comunidad le demanda como sujeto social en ese conjunto del que forma parte, incluso contra su voluntad). Pero mientras en Gervais el drama tiene su perfecto contrapeso en la negrura incómoda de la incorrección política en Un vecino gruñón ese contrapeso no aparece nunca en escena, por lo que la repetición de la tragedia se convierte en gravedad. Y la gravedad nos lleva fácilmente hacia una solemnidad que no sabemos si debemos tomar en serio.

Mr. Hanks. Dijimos que no íbamos a hablar de marcas autorales. Y vamos a mantener la palabra. Por eso la pegunta por el actor nos lleva a un terreno antitético: el de la huída del autorismo. En cierto punto, podríamos decir que Un vecino gruñón es un desplazamiento violatorio de esa identidad con la que Hanks nos suele esperar en sus películas de tipos de buen corazón, sujetos agradables, empáticos. SI bien la presencia de esa suerte de tristeza perenne está presente, la realidad es que el resto no ofrece precisamente a un personaje hankiano por excelencia. El Otto que compone es un tipo desagradable, que si bien se redime, no es un personaje entrañable. Pero cuando lo pienso dos veces me doy cuenta que Tom tiene una personalidad entrañable con personajes queribles en la mayor parte de su filmografía, una versión Jeckyll, así como un puñado (las menos, seamos sinceros) de películas en las que prevalece la versión Hyde, en donde Hanks deja brotar lo peor de los personajes que interpreta.
Quizás lo que me sucede con Un vecino gruñón es que la película busca hacer convivir ambas al mismo tiempo y esto tiene consecuencias letales: no hay identidad definida para uno ni para otro lado. Lo que queda es un híbrido que empobrece las posibilidades de abandonar las marcas de autor.

Otto. Segunda adaptación de una novela (la primera es, como era previsible, una versión sueca), el personaje de Hanks hace todo lo posible porque demandemos alguna clase de novedad que nunca arriba: la promesa de un humor negro que pide salir y que apenas lo hace a cuentagotas (con los diversos suicidios frustrados), la tentativa de que el componente melodramático revele alguna vuelta de tuerca que no sea el previsible lugar común lacrimógeno que van narrando los diversos flashbacks que sostienen la historia en tiempo pasado. Pero nada nuevo llega. Prevemos los movimientos de adelante para atrás y de atrás para adelante, como si fuese una película capicúa. Al terminar nos queda, apenas, la sensación de que pudimos haber escapado a los lugares comunes. Pero apenas si nos movimos unos metros de un vecindario al que pertenece.

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