Venecia 2017 – Diario de festival (3)

Por David Obarrio

Si, como decía Hitchcock, hay que utilizar dramáticamente las imágenes más emblemáticas de un lugar, permítannos ésta, casi un cliché: la góndola perdiéndose lentamente en algún pequeño canal, apenas el rumor del agua golpeando la madera, la compacta neblina del amanecer cubriendo la silueta de un palazzo decadente, una máscara de carnaval flotando a la deriva. Y es que con esta tercera parte llega a su fin la aventura veneciana de nuestro adelantado, quien, para esta entrega, no se privó de ver y reseñar películas clásicas de un festival clásico, ni de acercarse a nuevas obras y autores de ese ente tan esquivo, tan difuso y por eso mismo irresistible llamado cine. Pasen y lean, que como dijera el mismo Obarrio, los fastos de Venecia podrán ser módicos, pero no su cobertura.

Venecia siempre estuvo ahí: Seis días en un festival eterno (finale)

Por David Obarrio

Después de haberme concentrado con algunos destacados en las salidas anteriores, vayamos con unos breves párrafos para mencionar algunas películas restauradas que la Mostra ofreció en la sección Venezia Classici.

Into The Night

Into the Night (1985): tremenda copia, con un sonido increíble, de este clásico oculto de John Landis. Según el propio Landis, su primer fracaso. La había visto en el cine hace más de treinta años, lo que dice mucho de mi avanzada edad, pero acaso también de mi temprano ojo cinéfilo para captar el brillo de películas consideradas menores. Es increíble la cantidad de apariciones (más que cameos) que hay en la película, desde Bowie o Roger Vadim hasta Carl Perkins. Una de mis preferidas de Landis en envase restaurado perfecto.

También tuve oportunidad de ver: Chikamatsu Monogatari, El intendente Sansho (ambas de 1954, ambas de Kenzo Mizoguchi) y El sabor del arroz con té verde (Yasujiro Ozu, 1952), en copias bellísimas. Como se puede apreciar, el criterio de selección es generoso y difuso. Otra de esas cosas por las que no hay que apresurarse a subestimar a Venecia.

Non c’e pace tra gli ulivi: copia hermosa de esta película de Giusseppe De Santis del año 50 que no había visto. Realismo de locaciones y tema; antinaturalismo en las actuaciones. Por momentos fascinante. Una secuencia en la que la protagonista se pone a bailar en el campo para distraer a los policías y poder escaparse a buscar a su amado es de las cosas más lindas que vi en mucho tiempo.

Después del respiro volvamos a los autores actuales.

Caniba

Caniba, de Verena Paravel y Lucien Castain-Taylor, los mismos directores de Leviathan (no la rusa sino la del barco pesquero que estuvo en BAFICI), dos sociólogos, ella de bastante buen ver, por cierto. Documental sobre japonés que gustaba de comerse mujeres. La película apenas reconstruye su historia; en realidad lo que hace es filmar al depredador aquejado de una enfermedad, en charlas con su hermano, contando lo que hacía, mostrando a cámara mangas de su autoría donde reproducía sus aventuras erótico/cárnicas, y clavándose alfileres en el cuerpo, porque también es partidario del señor Masoch, todo filmado con unos primerísimos planos y planos detalle, que en los primeros quince minutos se vuelven bastante agobiantes. En el medio aparecen unas filmaciones en Super 8 preciosas, donde podemos ver al futuro carnívoro y su hermano, los dos de niños en el Japón de los años cincuentas. Termina con La Follie, la canción de los Stranglers pero en otra versión. La película no es fácil de ver, pero hay una emoción secreta acerca de las vidas trágicas que atraviesa discretamente el horror del asunto y consigue abrirse paso hacia al espectador.

Jim & Andy: The Great Beyond – The Story of Jim Carrey & Andy Kaufman Featuring a Very Special, Contractually Obligated Mention of Tony Clifton.

Detrás de este título kilométrico se oculta una película excepcional a partir de imágenes documentales del año 98 que no se habían visto hasta ahora sobre la filmación de Man on the Moon, el biopic de Milos Forman sobre Andy Kaufman. Algunos de los momentos que se ven en pantalla, protagonizados por el propio Kaufman, pero sobre todo por Carrey, literalmente, siendo Kaufman, y siendo también Tony Clifton (ese alter ego de Kaufman, porque acá todo se trata de identidades divididas, o que se traspasan sus atributos unos a otros como poseídos) son de una incomodidad absolutamente radical. Carrey no se priva de aportar algunas tonterías en sus declaraciones actuales que el documental incluye a modo de puesta en contexto a las imágenes originales, pero el grado de exposición al que se presta mostrando esas escenas inquietantes que parecían perdidas es enorme.

L´equilibrio

L`equilibrio es la última del napolitano Vincenzo Marra, sobre un cura que recala en un barrio complicado (creo que de Nápoles). Marra de ninguna manera inventa la pólvora, pero su película hace gala de una nobleza desusada: es sobria, está bien contada, carece del menor énfasis y sus personajes tienen siempre vida propia, un poco misteriosa e intransferible. Está claro que el director no hace una película de tesis, ni está interesado tampoco en montar un espectáculo que pase de las páginas de policiales de los diarios a la pantalla. Más bien se dedica, con toda la artesanía del mundo, a recuperar esa dimensión de las películas cristianas cuyo epítome actual podría estar representado por el cine de los Dardenne. El napolitano, sin embargo, lo hace mejor y de manera más genuina, de un modo cristalino, casi aéreo, mediante el cual consigue que su historia de vidas tristes se convierta en un acontecimiento narrativo de primer orden casi sin que nos demos cuenta.

The Third Murder es la nueva de Hirokazu Kore-eda. No es que ponía muchas fichas ahí, pero igual resultó una decepción, Muy buena secuencia de inicio en la que el protagonista mata a un tipo y le prende fuego al cadáver. El hombre se entrega y la película va de él hacia los abogados, el fiscal, las estrategias de la defensa, los testigos. No es una película de juicio, sin embargo; las cosas se enredan, el acusado se desdice… Todo prolijo, bastante sin corazón, larga. Un embole. Se puede decir que Kore-eda “filma bien”, pero The Third Murder luce como una película anémica, empantanada en su intriga tribunalicia y con la obsesión japonesa (esta vez fallida) de que el género diga algo acerca del Japón actual.

La villa. Última de Robert Guediguian. Otra de familias, esta vez pescadores, No sé si hace mucho el director perdió la mano, o capaz nunca la tuvo y nos dieron gato por liebre desde el principio. En todo caso, no es que la película esté del todo mal, solo que parece un cine viejo, un poco sin fuerza, un poco repetitivo y un poco obvio. No sé.

La Nuit Ou J Ai Nage

La nuit où j’ai nagé: Japonesa dirigida a cuatro manos por Damien Manivel y Kohei Igarash, recuerda a las películas que hacía Kore-eda antes, películas con chicos solos como en Nobody Knows. Esta vez se trata de la pequeña aventura de un chico de unos seis años que se va de la casa y anda por ahí. La película es muda, se ve gente hablando a lo lejos, pero como el chico está casi siempre solo, o no interactúa con nadie, los diálogos no se echan en falta. Nada del otro mundo, pero está razonablemente bien, ni sórdida ni ñoña, con un tono seco, quizá demasiado distante (la limitación que impone el recurso de ausencia de diálogos para hacerse verosímil), atada a un procedimiento que se lleva a cabo a rajatabla. Una película que huye de la emotividad, pero que solo entrega a cambio el orgullo dudoso de su astucia.

 

Y eso fue todo, o casi todo. Pude ver películas estimulantes y de las otras. Incluso para los que nunca antes habíamos estado en el festival, da la sensación de que Venecia siempre estuvo ahí, de que se trata de un festival eterno. Venecia no se reinventa, pero tampoco se hunde. Es evidente que no hay cómo hacer un festival de este porte con películas que sean todas buenas, no existe eso. Venecia tiene la inteligencia suficiente como para saberlo, y así su programación discurre casi serenamente, ajena al murmullo de sus competidores, con su concepción un poco vetusta acerca de la inevitabilidad de las estrellas y el cine como apéndice del mundo del espectáculo, pero también con no poca gracia y generosidad para ofrecer un clima relajado y amable y posibilitar, cada tanto, el resplandor breve de algunas películas extraordinarias.

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