Virus 32

Por Ludmila Ferreri

Uruguay, 2022, 90′
Dirigida por Gustavo Hernández
Con Paula Silva, Daniel Hendler, Sofía González, Franco Rilla

Nosotros también podemos hacerlo

Gustavo Hernandez no es un advenedizo en el terror. Incluso, en buena medida, es responsable (junto con el, acaso más exitoso e internacionalizado, Fede Alvarez) de esa suerte de explosión de la Banda Oriental en Hollywood, algo impensado poco mas de una década atrás. Algo de ese interés por las formas del terror y de los géneros “tomados en serio” (el cine latinoamericano, en particular el argentino, padeció un ninguneo de su propia historia con los géneros clásicos, haciendo que todo el pos-clasicismo que va de los 60s a los 80s, y ni hablar de los 90s, fuera un territorio arrasado: hacer cine de género terminaba siendo equivalente a llevar adelante una película de corte bizarro o clase Z) habilitó una reconexión política y ética con los géneros. Por eso hoy no nos resulta ni tan extraño ni tan risible ver a nuevas caras y a un nuevo público frente a nuevas películas…con tópicos, acaso algo envejecidos.

Virus 32 carece de la originalidad de películas como La casa muda, que en un 90% de su metraje funciona como un relojito narrativo, pero que desbarranca en la revelación final de los últimos diez minutos. Pero de lo que no carece es de ideas y de virtuosismo (a Hernández lo fascina el recurso del plano secuencia…el problema es que no siempre está plenamente justificada esa decisión formal), tampoco de nervio narrativo. En buena medida, Virus 32 es una película de terror profesional y consistente (apenas magullada por algún que otro dislate actoral, por algún que otro backstory mal administrado), pero esencialmente se trata de une película física que se alimenta de la historia más reciente de películas sobre zombies, es decir de la vertiente post-Exterminio/El amanecer de los muertos, es decir, la tradición de los zombies menos como metáforas (la peor herencia de George Romero: los romeristas) que como instrumentos para el terror físico, para la tensión y el thriller antes que para el gore como excusa final.

El problema que expresa Virus 32, en todo caso, es que en efecto no se propone reescribir ni cambiar nada de lo existente, sino expresar gozosa y profesionalmente su condición de posibilidad, que puede resumirse en la frase “Aquí también podemos hacerlo“. El problema es que hace rato que constatamos eso. Y en la busca de legitimidad o de reconocimiento profesional, los exponentes del terror latinoamericano no terminan de hacer el salto, no terminan de encontrar una identidad local que los vuelva universales, en vez de intentar ser universales y exportables. Ahí, en esa búsqueda de una identidad que todavía no define más que un contorno, es en donde Virus 32 se muestra como un eslabón más de una cadena que, en algún momento, tiene que romperse.

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