Voyeur

Por Raúl Ortiz Mory

Voyeur
EE.UU., 2017, 95′
Dirigida por Myles Kane & Josh Koury

En casa de herrero

Por Raul Ortiz Mory

En noviembre de 2014, el canal de televisión France24 emitió un reportaje de la periodista Laurence Cuvillier en que denunciaba la desaparición de 31 escolares de un colegio de Cocula, comunidad rural ubicada en el estado mexicano de Guerrero. En un contexto de violencia impulsado por el narcotráfico, donde decenas de cuerpos son encontrados en fosas o colgados de puentes, y en un ambiente en que las desapariciones de Iguala marcaban la pauta social del país, la denuncia de la comunicadora gala no parecía improbable.

La principal fuente de Cuvillier fue una de las madres de los niños. Sin embargo, toda la investigación carecía de sustento. El gobierno de Cocula y directivos de la escuela negaron los hechos. Al final, la periodista admitió que su trabajo se basó en testimonios que no fueron corroborados y “que no pensaba que su reportaje iba a provocar tanto escándalo.” ¿Acaso la periodista fue ingenua y cayó en un engaño? ¿O su labor fue desprolija y básica? ¿El tirano deadline periodístico ejerció presión? ¿O quiso aprovecharse de la coyuntura de Iguala para hacer explotar una bomba noticiosa? Sea cual fuere la razón, llama la atención que una mujer de prensa con experiencia esté involucrada en un caso así. Pero no es la única.

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Gay Talese es el cronista vivo más admirado, mesiánico y longevo de la prensa gringa. Tiene la talla periodística de Ryzard Kapuscinski, Norman Mailer, Truman Capote y Gabriel García Márquez. Pertenece a la escuela que refundó la manera de escribir en periódicos y revistas a partir de la utilización de herramientas narrativas literarias al servicio de situaciones reales: el nuevo periodismo (ya no tan nuevo, bordea los 50 años desde su aparición). Tiene entre sus textos algunos perfiles de personajes emblemáticos de la escena artística y deportiva de los Estados Unidos como Frank Sinatra, Floyd Patterson o Joe Di Maggio. Además un extenso reportaje acerca de la vida sexual en su país (post década de los sesenta) y un voluminoso libro sobre la mafia liderada por la familia Bonanno que inspiró a los creadores de la serie de HBO, Los Soprano.

Es decir, Talese, el hombre meticuloso que suele recorrer la calle en trajes hechos a medida y sombrero Fedora para acudir a las citas con sus fuentes a fin de dialogar y escudriñarlas, no es un tipo cualquiera. Conoce mucho de periodismo, pero también comete errores… como Cuvillier. Al menos eso deja entrever Voyeur.

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A inicios de los ochenta, Talese recibió una carta de Gerald Foos, un hombre que había instalado plataformas de observación en el hotel que regentaba para “estudiar” los encuentros sexuales de sus clientes. Tras dudar de la veracidad de los hechos, Talese acudió al hotel y confirmó lo que decía Foos. Quizá publicar un libro que muestre cuánto había cambiado el comportamiento social estadounidense no era mala idea. Sin embargo, consideraba que revelar el nombre de su fuente principal era fundamental para darle respaldo a la historia, pero Foos se resistió. Entre la negativa del dueño del hotel y la apretada agenda del periodista el proyecto no despegó hasta casi 40 años más tarde en que El motel del voyeur vio la luz. El polémico libro fue la sensación editorial del 2016. No obstante, más controversia causó una publicación del Washington Post donde decía que buena parte de la historia de Talese tenía gruesos errores de fechas y hechos. Las flechas apuntaron sin piedad al veterano periodista, mientras que éste afiló toda su furia hacia Foos.

Voyeur plantea la relación de confianza y confidencialidad entre Talese y Foos salpicando cuestiones de principios periodísticos en una estructura marcada por tres actos: la presentación de los personajes principales, los intereses que los acercan y la complicada relación que los une a través de una cadena de mentiras y egos. La intimidad de la vida cotidiana de Talese (las escenas en su estudio privado, en la redacción de The New Yorker, en los hoteles de ruta y las entrevistas a familiares y colegas editores) acercan al espectador hacia el mundo periodístico desde una óptica distinta a la que tenemos del reportero de telediario y construye con solidez la personalidad de un tipo recio que vive el periodismo como un taxidermista. En el caso de Foos, la arbitrariedad de su conducta es más relativa que la idea que tenemos de él. Los documentalistas abren una puerta que puede ser atravesada por un pervertido sexual o un sociópata o un pobre hombre que provoca lástima. Desde ese punto de vista el juzgamiento no es moral, sino ético.

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Los documentalistas guardan cierta distancia al punto de cuestionar con sutileza, por un lado, los procedimientos y el rigor profesional de Talese, y por otro, la posición de fuente privilegiada que ostenta Foos. La película dirige la mirada a la leyenda periodística para recordarle (recordarnos) que la confianza en las fuentes pende de un hilo muy delgado y voluble donde el involucramiento personal es un riesgo muy alto que no se debe asumir. ¿Vale la pena arriesgar el prestigio por un personaje y una historia fascinantes? ¿Se debe morir con la fuente y no romper los acuerdos del off the record así dudemos de los hechos? Para los directores, Talese es un tipo honorable con una menguante rigurosidad debido a su exceso de confianza y el trajín de los años (el cronista tiene 85 años).

Voyeur también presenta un dilema que no solo salpica a la obra de Talese. Agarra de las solapas a aquel periodismo con aspiración literaria que abusa de las florituras para generar climas propicios y sensaciones inolvidables en los lectores, alegando una experiencia íntima donde creador y lector caminan por un mismo sendero. El periodismo puede producir historias maravillosas que representen experiencias inolvidables, aunque hay que saber distinguir entre lo posible y lo comprobable (busquen el libro de Artur Domoslawski donde pone en tela de juicio la obra de su maestro y amigo Kapuscinski). Julio Villanueva Chang, el editor fundador de Etiqueta Negra, revista de crónicas y perfiles, ha escrito en torno al triunfo de la estética sobre la ética: “es obvio que no todas las noticias merecen ser narradas ni todos los reporteros pueden ser buenos narradores”. El cronista peruano añade que hay un abismo invisible entre una historia bien escrita y una buena historia porque la primera puede serlo por haber sido escrita con claridad, gracia y sensualidad, mientras la segunda debe tener el mérito de descubrir todo un mundo ignorado y ni siquiera necesita estar tan bien escrita para ser digna.

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Voyeur invita a pensar en que la historia de Foos es atractiva, sin duda. Pero son las acciones de Talese y el engaño que sufre por parte de Foos los verdaderos focos de atención del documental. Al igual que la experimentada Laurence Cuvillier y su imprecisa fuente en el caso de la desaparición de los escolares mexicanos, Talese se enfrentó a alguien que lo birló sin mucho esfuerzo. Talese, el cazador de grandes historias, no merece que su carrera periodística termine manchada por una presa menor. A menos que como Cuvillier no pensara que su relato sobre su voyeur causaría tanto escándalo. Esa sensación también se deja sentir al finalizar el documental.

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