Un Buen Ladrón
Un buen ladrón funciona más como una pregunta abierta que como una sentencia; una reflexión sobre los límites borrosos del bien cuando la vida empuja hacia el margen. Incluso en los créditos finales aparecen las personas que siguieron de cerca el caso a mediados de los dos mil —policías, un pastor evangélico, la verdadera Leigh— para ofrecer su punto de vista sobre Jeff. Algunos reivindican parte de sus acciones, mientras que otros las condenan. Al final queda esa sensación de duda: quizá lo verdaderamente inquietante no sea lo que Jeff roba, sino lo que intenta devolver.
