Poder, propaganda, crítica: sobre una cierta tendencia en en el cine político argentino (I)
Nos gustaría comenzar a garabatear algunas ideas clave para pensar algunos problemas que se repiten en el cine argentino contemporáneo una y otra vez. Más específicamente en el cine político argentino contemporáneo. O al menos de 1983 a la fecha. El cine político argentino está obsesionado con un pasado selectivo. O con un presente selectivo. Construye discontinuidades históricas en vez de procesos en continuidad. Hace saltos selectivos lo suficientemente graves como para que la historia quede en suspenso y pueda ser fácilmente manipulada. Solo los procesos históricos, con sus idas y vueltas, con sus tiras y aflojes pueden dar cuenta de la situación cabal que una crítica política quiere efectuar. Por eso el cine político solo puede ser político en tanto respete esos parámetros. Si no lo hace y su horizonte está contra aquel que asume algún poder constituido entonces es cine de resistencia. Si por el contrario el discurso es desde el interior del poder constituido, es propaganda lisa y llana.Habría que preguntarse, entonces, frente a estas características, que rol asumió el cine argentino en los 37 años de democracia. Acá podrán leer la primer parte de varias entregas en un intento por responderse esa pregunta: en qué se convirtió en cine político argentino a lo largo de estos casi 40 años?