Bala perdida (Balle perdue)
Francia, 2020, 92′
Dirigida por Guillaume Pierret
Con Alban Lenoir, Ramzy Bedia, Nicolas Duvauchelle, Stefi Celma, Rod Paradot, Pascale Arbillot, Sebastien Lalanne, Patrick Médioni, Arthur Aspaturian
El profesional
Por Rodrigo Martin Seijas
El cine de acción francés continúa buscando un rumbo propio, que lo distinga de otras cinematografías. Todavía le cuesta encontrarlo, pero mientras tanto su forma de tener un norte es mirar a ese marco de referencia que es Hollywood, sin por eso abandonar una cierta territorialidad. Allí aparecen como referentes cineastas como Michael Mann, William Friedkin, incluso el Christopher Nolan de Batman: el caballero de la noche, el Peter Berg de El reino o la saga Bourne. Es decir, un profesionalismo no solo ético -como parámetro de la conducta individual- sino también moral, como conjunto de principios que rigen a una comunidad. Los estadounidenses parecieran decir que, a la hora de los tiros, hay normas de comportamiento que no se pueden eludir, y los franceses les hacen caso.
Algo de todo esto puede aplicarse a Bala perdida, que pertenece a ese conjunto -cada vez más escaso, pero aún así vivito y coleando- de films que logran desarrollar con efectividad y fluidez sus tramas en una hora y media. Acá tenemos a Lino (Alban Lenoir), un delincuente de quien rápidamente queda claro que conoce las reglas del juego cuando acepta con resignación que lo han atrapado con las manos en la masa de manera un poco tonta. Para acortar su condena, comienza a trabajar como mecánico para una unidad especializada en la intercepción del transporte de drogas en las rutas y todo va bien, la libertad parece estar cerca. Sin embargo, su mentor es asesinado por unos policías corruptos que lo hacen parecer culpable del crimen, con lo que se ve forzado a huir y a tratar de probar su inocencia a partir de una pequeña pero fundamental evidencia: una bala que quedó alojada en un vehículo.
Lo de Bala perdida está lejos de ser perfecto, incluso podría decirse que es esquemático: un relato de persecución, escape y carrera contra el tiempo con gente imperfecta pero honesta de un lado, y seres inescrupulosos del otro, sin grandes novedades narrativas o estéticas. Pero hay consciencia de esto y honestidad en la película, un conocimiento preciso de lo que hay que contar y un despliegue de personajes coherentes en sus conductas, tanto las buenas como las malas. La puesta en escena de Guillaume Pierret no pretende ir más allá de la premisa y tampoco la subestima, la aborda con cariño y dedicación, con sangre, sudor y todo el combustible a disposición. Eso le permite ir hilvanando un relato dinámico y fluido, que nunca se detiene y que a partir del vértigo imprimido hasta es capaz de disimular algunos cabos sueltos del guión.
Desde su fisicidad y nervio, Bala perdida es una película de laburantes, de gente planificando ciertas movidas e improvisando en otras, en constante tensión y sin demasiado ánimo reflexivo, porque todo se trata de lidiar con los obstáculos de cada momento. De hecho, cuando procura darles más volumen a sus protagonistas, introduciendo subtramas afectivas, su narración se lentifica e incluso tropieza, porque los conflictos a los que se enfrentan los personajes les piden más impenetrabilidad que sensibilidad. En ese vínculo con la acción más clásica -cruda, dura y primariamente masculina, aunque le dé algo de espacio a las mujeres-, termina yendo a contramano de buena parte de la corriente de acción hollywoodense actual, que también viene impulsando Netflix. Está representada por films como la entretenida pero limitada Misión de rescate y especialmente la soporífera La vieja guardia, donde la carga culposa y el cupo de “diversidad” terminan jugando roles más contenidistas que formales, haciendo todo innecesariamente solemne. Sin necesidad de ser muy ambigua, Bala perdida es bastante más atractiva en su simplicidad.
