Dossier Obras maestras desconocidas/secretas (VIII)

Por Agustín Campero

El dossier sobre obras maestras secretas/desconocidas tiene ese no sé qué de revelar algo oculto, algo prohibido, el gusto por el escondite, el encuentro con algo clandestino. Por eso se trata de un dossier íntimo y público a la vez, en el que jugamos a pensar listas de películas olvidadas, desconocidas o ningunearas al momento de su estreno y en la posteridad. Aquí les dejamos la octava parte de este dossier. Esperamos que lo disfruten en su integridad.

Por Agustín Campero

El último malón (Alcides Greca, Argentina, 1918)
3 hombres malos (John Ford, EE.UU., 1926)
Rainbow Dance (Len Lye, Reino Unido, 1936)
Las tres noches de Eva (Preston Sturges, EE.UU., 1941)
Soy Cuba (Mijaíl Kalatózov, URSS, 1964).
Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (Pere Portabella, 1976, España)
Innisfree (José Luis Guerín, España, 1990).
Im Juli (Fatih Akin, Alemania, 2000)
Hedwig and the Angry Inch (John Cameron Mitchell, EE.UU., 2001)
Princess Raccoon (Seijun Suzuki, Japón, 2005)

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Clásica: Las tres noches de Eva (Preston Sturges, EE.UU., 1941)
Preston Sturges es uno de los genios menos recordados, y Las tres noches de Eva su mejor película. Es también el mejor exponente de uno de los momentos más felices del cine: las de las screwball commedies (comedias alocadas o también comedias de rematrimonio). La idea de screwball viene del baseball, algo así como pelotas lanzadas con un efecto tornillo, que confunden al bateador y pueden ir para cualquier lado. Y son de rematrimonio porque en general la pareja se disuelve, y luego se vuelve a armar mucho más feliz, con los miembros de las parejas más plenos, sabios y transformados. Esto sucede gracias al papel que las mujeres de las parejas tienen en esas historias, más inteligentes, valientes, sagaces. Diálogos rápidos, ingeniosos, ritmo veloz. Este es el caso de Las tres noches de Eva, una historia del jardín del edén en el que Barbara Stanwyck le da cinco mil vueltas a un nerd bueno y atontado protagonizado por Henry Fonda (quien venía de ser nada menos que Lincoln con John Ford) a quien caza dos veces: primero para estafar, y luego para formar pareja. El marco de las comedias de rematrimonio era el de la gran depresión, y en aquel momento se las acusó de ser comedias escapistas. Eran comedias felices, inteligentes, claras en su iluminación e iluminadoras, en la que todo el mundo en las películas parecía estar pasándola bien. Y no eran para nada inocentes: Las tres noches de Eva está plagada de alusiones sexuales casi siempre dichos por Stanwik, quien siempre tiene bastante claro lo que quiere y opera veloz para conseguirlo. Estas comedias eran parte de una avanzada del feminismo posterior al sufragismo, corrieron los límites de lo que era el prototipo de la mujer dentro del hogar y en la pareja. No son madres. No hay niños en estas comedias. Lo notable de esta película también es que se le notan ciertos hilos de su construcción, en el sentido de que la simbiosis entre actores y personajes pareciera tener límites difusos, lo que potencia la empatía que tenemos con ellos desde el minuto cero. Siempre estamos del lado de Santwyck y queremos que ella prevalezca, a pesar de que es una estafadora que sobra, maltrata, engaña y se mofa del personaje del bueno y santo Fonda (Charles Pike, “Hopsie”). La película tiene además unos personajes secundarios adorables, sobre todo el padre de Pike/Fonda (Eugene Pallete). Entre muchos momentos gloriosos y un ritmo intenso, la película contiene una reflexión de la representación de los roles establecidos en la sociedad bajo la forma cine dentro del cine que es maravillosa. Inexplicablemente no pasó a ser parte de las grandes referencias cinematográficas de la historia. Muchos de los grandes momentos de las comedias veloces de Hollywood le adeudan a este período y a Las tres noches de Eva al menos parte de su molde y su inspiración. 

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Moderna: Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública (Pere Portabella, España, 1976)
Una de las películas políticas más potentes y fieles al momento de la historia. Filmada al final de la dictadura de Franco, en los inicios de la transición, con España convulsionada, vertiginosa, incierta. Si ese momento era de incertezas, si la ebullición impregnaba las calles y las discusiones y las ideas, entonces Informe general es una película fiel a aquel instante del devenir español. La película se parte en dos: un momento inicial glorioso, que transmite la urgencia de las calles: protestas, actos, reacciones. El inicio marca el origen de aquel momento, con planos desde las sierras cercanas al Valle de los caídos, con acercamientos al monumento, con las estatuas gigantes, monstruosas. Se muestra bien la pretensión del monumento y sus ornamentas, y el plano final de aquel inicio corresponde a la tumba del dictador. De ahí, de golpe, a las calles, autopistas y avenidas, donde fluye la vida y la energía, el miedo y la libertad. Portabella retrata y congela para siempre esa espontaneidad, y combina con momentos de ficción que utilizan a las propias calles, los manifestantes, los ruidos como marco y continente. Cataluña, el País Vasco y Madrid. De golpe, la discusión. Los argumentos. La imagen y la voz de los protagonistas, los políticos y gremialistas más importantes de aquel momento, entrevistados por un invisible Portabella. Les da espacio y les da tiempo. Informe general no es fiel al momento solamente porque captura, quizás como ningún otro objeto visual, las imágenes y la energía. Lo es también porque encarna la aspiración de que la salida de la dictadura, el futuro de la democracia española, sea plural y de todos. Pero también resulta premonitoria: a pesar de aquella dictadura opresiva y total, a pesar de las tensiones y de la violencia que todavía iba a atravesar España, se terminó consolidando una democracia con todos, y pasaron rápidamente al europeísmo, el desarrollo, la prosperidad, con democracia y libertad total. No sólo en eso Informe general adelantó el tiempo que venía. Ente los entrevistados se afirma un centro de gravedad notable: Felipe González hipnotiza y convence. En la película uno tiene la impresión de que el mejor devenir era por ese lado. Y lo fue. Seis años después de Informe general, Felipe González comenzaría a gobernar España por 14 años. 

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Contemporánea: Princess Raccoon (Seijun Suzuki, Japón, 2005)
La última película del Sensei Seijun Suziki fue una opereta sobre una princesa mapache. Un hermoso musical místico que traza una recta con la historia y la mitología japonesa junto con una riqueza de recursos artesanales asombrosa. La película extrema la artificialidad y la lleva a su punto máximo en lo más increíble y menos verosímil de la mitología. Hermosa desde el primer segundo, la historia del tanuki (a la vez un tipo de mapache y un espíritu de la mitología japonesa) se pone en relación con la historia del Japón, en especial desde las invasiones portuguesas y de los intentos por imponer la religión católica. En esta historia hay canciones y bailes en distintos géneros musicales, y todo se desarrolla glorificando el artificio. El de una teatralidad exclusivamente cinemática, pero también en el artificio de la mitología. La película de la princesa mapache extrae diversos elementos de la cultura japonesa (además de la mitología, distintos tipos de danzas y canciones, el teatro kabuki, el sintoísmo, la puesta en escena de la naturaleza desarrollada con una lógica haiku) para glorificarlos y embellecerlos. Una película alegre y feliz pero también de poca trascendencia, hermosa de punta a punta, de un director con una producción variada, numerosa y muy influyente en su país y en Hollywood. 

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