Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil

Por Sergio Monsalve

Crime Scene: The Vanishing at the Cecil Hotel
EE.UU., 2021, 4 episodios de 50′
Creada por Joe Berlinger

Vampiros

El Cecil Hotel tiene vida propia y un documental, en plan Errol Morris, disecciona su historia de encanto y horror, en una serie de cuatro capítulos sobre el argumento, muy cinematográfico, de la desaparición de una dama asiática, para mayor orgullo de los herederos del lenguaje de Mélies con sus trucos y fantasías góticas del estatismo evaporado. 

A unas técnicas trilladas y fosilizadas, la producción les saca todo el jugo y la sabia posible, a través del argumento de suspenso que desarrolla un clásico true crimen. 

La joven Elisa Lam vive en Cánada, como una típica teenager de la generación del milenio, resignada al anonimato de la red social, donde escribe y monta post de Tumblr, desahogándose como todos nosotros en los blogs y las esferas de Twitter. 

El desplazamiento, el viaje y su posterior tragedia, la convertirán en una figura de culto para los foros de ciberdetectives de la web, en los que anidan consparanoicos de múltiples especies. 

Adelanto que la serie desmantela, mejor que un artículo o un texto de bolsillo, el entramado de los lunáticos que esbozaron las teorías más desquiciadas, para justificar el desvanecimiento de la protagonista de la trama, culpando a la policía, después a la gerente del Hotel por encubrimiento y finalmente a un pobre latino que canta Death Metal, desde las plataformas digitales de la web. 

El pecado del rockero fue hospedarse en el lúgubre Hotel Cecil, cantando tonadas gore que despertaron unas sospechas infundadas contra él.  

La serie lo entrevista y lo reivindica como ser humano, en uno de los segmentos conmovedores del largometraje. 

Mis lectores de Instagram han criticado la dispersión narrativa de la serie, así como su obvio estiramiento para cumplir con los rigores del algoritmo de Netflix. 

Pese a las razonables discrepancias, he valorado el aporte de Vanishing at the Cecil Hotel por la recuperación de un relato oscuro que sentencia a una ciudad de la furia y la segregación como Los Ángeles, al crear un agujero de gusano en el interior de su zona central, llamado Skid Row, que se traga a las víctimas de su sistema de discriminación y gentrificación. 

La denuncia puede extenderse a cualquier país, en el planeta tercermunderizado que padecemos. 

Caracas está llena de no lugares como el Cecil, lo mismo que Buenos Aires, Sao Paulo, La Paz, Lima, San José y Bogotá, por mencionar sitios que conozco y he visitado, quedándome en tugurios de mala muerte, peores que el Cecil.

Un video, tipo Actividad Paranormal, se utiliza como pieza fundamental de la investigación, en el loop de una imagen que se repetirá según los códigos del sensacionalismo morboso de la televisión basura. 

De ahí extrae sus conclusiones y consideraciones el documental que me atrapa, como a Elisa Lam, entre los absurdos y los pasillos kafkianos de una construcción que bien pudo imaginar el David Lynch de Mullholand Drive o Lost Highway

El final verifica que la verdad es fría y banal, a veces menos glamorosa o sofisticada que las tesis de los haters y trolles de la net. 

Un filme contra las fake news que ahora secuestran nuestra atención, y a favor de la salud mental de los que sufren o hemos sufrido de depresión. 

Lástima que nos perdimos a Elisa Lam como la escritora, como la voz de su generación que soñaba ser. 

Pero la realidad le quebró y le hundió la fantasía. 

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