Grass is greener

Por Sergio Monsalve

Grass is Greener 
EE.UU., 2019, 97′
Dirigida por Fab 5 Freddy
Con Snoop Dogg, B-Real, Damian Marley

Conspiración en verde

Por Sergio Monsalve

La marihuana goza de buena prensa en los corrillos del microtráfico de contenidos alternativos. El mercado de explotación documental ha descubierto una mina en ofrecer todo tipo de porros cinematográficos a la carta del cliente de los ahora sitios legales para comprar yerba, incluso con fines medicinales, porque más se consume por distracción y hype

Grass is greener es un documental que logró ponerse de moda. Pero además de hablar de él compartiré una que otra confidencia de crítico muy vinculado al tema, por diversos motivos. Ya que nos estamos conociendo es relevante saber a quién leen y desde qué lugar emite su discurso. 

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A ver: filosóficamente, puedo identificarme con la postura de Antonio Escohotado, una de las autoridades en el campo de la investigación de las drogas, dentro del mundo de las letras y las universidades. El Profesor español defiende la idea de la total despenalización de los estupefacientes. A su juicio una cultura conservadora ha impuesto una visión amarallista y satanizadora del consumo de narcóticos. Por otro lado, sus textos abogan por una legalización arbitrada por políticas públicas organizadas. 

Vuelvo al documental de Netflix, concentrado en la expansión del negocio de la marihuana en Estados Unidos. El largometraje narra una historia  de criminalización y racismo que lo emparenta con la corriente de “Enmienda Trece”, sosteniendo la teoría que indica que las leyes contra la “ganya” encubren una forma de sectarismo, al darle herramientas al poder para mantener bajo prision a la población negra. Según indica el trabajo de no ficción, persiste la esclavitud por otros medios en el país del norte. 

Por ende, la película devela una trama de opresión y liberación en las voces de diversos entendidos y especialistas, con una estética de reportaje sensacionalista y publicitario. Como sospechan, las tesis del filme son harto discutibles. Sin embargo, el director de la pieza se conforma con mostrar un lado o una cara de la moneda en disputa. 

La relación de la marihuana con el desarrollo de la música negra, constituye un aporte significativo e irrefutable. Desde el Jazz hasta el hip hop, el cannabis funciona (y ha funcionado) como estimulante para inspirar la creación de tonadas, composiciones y líricas explícitas, aligerando la solemnidad y difundiendo el mood del estado de lo cool

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En el capítulo del rap figura el fundador de “Cypress Hill”, el legendario ensamble de la costa oeste que reformó la tendencia gansta, al rodearlo de un aura dark, lúgubre y clandestina, siempre vinculada al uso y al abuso del joint. 

Pérmitanme una digresión que nos traiga a mi país, Venezuela: en los noventa, las fiestas de Caracas se encendían al ritmo de “insane in the Brian”, suavizando las costumbres de una sociedad generalmente pacata y puritana. Venezuela tiene una relación hipócrita con la marihuana. Los tabacos se fuman en la intimidad y casi nadie se reconoce como un adicto. De hecho uno de los crímenes más sonados y censurados del país, el del caso Vegas, permanece ligado a un secuestro perpetrado por una banda de mariguaneros de clase alta. Raptaron a un niño y se les murió en la cajuela de un auto para pagar una deuda con unos narcos. Puedo relatar innumerables sucesos por el estilo, durante horas. 

Por ende, cuestiono que el progresismo buenista de Grass is greener se conforme con glorificar y santificar a los tributarios del legado de Peter Tosh y Bob Marley. El documental pierde la batalla en la falta de equilibrio del argumento del guion, generando un discurso maniqueo de víctimas negras y villanos blancos. Persiste, entonces, la agenda de la corrección política y el puritanismo en los documentales de la cadena Netflix. 

La película pretende esclarecer y despejar un bosque de enormes dudas. Por regla general omite y oculta información en aras de blindar su punto. Acierta al desmontar el proceso contemporáneo de Gentrificación de la cultura de la marihuana, pasando de los guetos a las zonas altas de los suburbios y countrys de los bobos del paraíso. Tal parece que el negocio del emprendimiento va por el saqueo de una yerba ajena. Como de costumbre. La economía naranja instrumentaliza el dólar “weed”, copiando el modelo de las cafeterías de Ámsterdam, donde pagas el gramo de punto rojo por 12 euros, dependiendo de la calidad del producto. 

La etapa de la prohibición cambia por una era de comercialización en boutiques y tiendas hipsters. Los carteles continúan dominando el espacio de la distribución en tercer mundo, desplegando a los famosos narcoestados de la globalización. El dinero de la marihuana mueve a las finanzas, a las redes profundas y a los populistas de ocasión. 

En su extensión, el documental apenas toca la superficie del problema. No aparecen los equivalentes de los amigos que perdí por culpa del tráfico, del hiperconsumo y la ignorancia. Doy fe que existe (y con esto no pretendo moralizar el consumo, sino describir una experiencia) la escalera que te lleva del consumo sistemático del porro a un calvario de crack. 

Se extraña la complejidad de la vida y el devenir en el consparanoico Grass is greener. Por lo menos, valga aclarar, se le quita el velo de tabú a un tópico que debemos conversar, pero sobre el cual no procura cuestionamiento alguno. Soy de las personas que no fuman marihuana porque les produce somnolencia, jaqueca, sed, hambre y atontamiento. Pero, vamos, mi experiencia no tiene por qué ser la de de ustedes. 

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