La mujer rey

Por Carla Leonardi

The Woman King
EE.UU., 2022, 135′
Dirigida por Gina Prince-Bythewood
Con Viola Davis, John Boyega, Lashana Lynch, Hero Fiennes-Tiffin, Thuso Mbedu, Jayme Lawson, Adrienne Warren, Sheila Atim, Masali Baduza, Jordan Bolger, Angélique Kidjo, Thando Dlomo, Jimmy Odukoya, Shaina West, Chioma Antoinette Umeala

La dignidad de los nadies

El inserto explicativo del comienzo nos sitúa en África Occidental en 1823, donde el reino de Dahomey se ve asediado por los Oyo. El ejército Oyo, con superioridad numérica y munido con armas de fuego y caballos, busca someter al pueblo Dahomey para dominar el comercio de esclavos con Europa y América. En Dahomey gobierna el Rey Ghezo (John Boyega), que resiste gracias a un cuerpo de guerreras de elite llamado las Agojie y liderado por la general Nanisca (Viola Davis).  

Al mismo tiempo, en el pueblo Dahomey un padre de familia busca casar a su joven hija Nawi (Thuso Mbedu), de acuerdo a las leyes del matriminio concertado por la alianza, con un hombre rico. Pero ésta se niega a ser entregada a ese hombre mayor, que la trata con violencia y sometimiento. El padre se ve llevado entonces a entregar a su rebelde hija al Rey para que reciba entrenamiento con las Agojie. 

En el primer combate de las Agojie con una tribu vecina, observamos su fiereza implacable con el enemigo. Las Agojie, dedican su vida a ser guerreras. Para ser una de ellas hay que renunciar a la familia de origen, pero también a la posibilidad de constituir una familia. Esta dimensión de la mujer que se libera totalmente de las ataduras de la sujeción al Amo patriarcal, las constituye en verdaderas mujeres, capaces de decapitar de un sablazo a un hombre, sin que les tiemble el pulso, sin compasión ni temor; precisamente porque no tienen nada que perder. De ahí su coraje, su valentía y la intrepidez con que superan a los hombres guerreros, que sí pueden tener familia y por lo tanto algo que perder, siempre amenazados por la pérdida de la virilidad, lo cual los hace menos osados en ciertas ocasiones.

Situado este marco, La mujer Rey es una película que se apoya en la historia real (el Rey Ghezo reinó durante cuarenta años y fue un gran estadista que introdujo innovaciones) para releerla desde las claves del presente, a partir de la mixtura entre la épica de aventuras y el drama de la relación madre-hija. 

En este mundo organizado entre el machismo patriarcal occidental, que no sólo somete a sus mujeres, sino también a los hombres y mujeres africanos, considerados inferiores por su condición racial y por ende, dignos de ser convertidos en mercancía (que se vende como mano de obra esclava); y su reverso: constituido por esta legión de amazonas, rabiosas de furia contra el macho opresor; la pregunta que instala la película es si acaso no podría existir alternativa otra a este régimen del goce fundado en el odio al diferente (ya se trate del sexo contrario o de una raza otra). 

El rey Ghezo tiene varias mujeres, que forman su harem y su consejo asesor. Dentro del harem, se destaca Shante (Jayme Lawson), que anhela una corte de poder y lujo, al modo a la occidental. Nanisca es una voz especial para el rey, debido a su arrojo en la lucha y tiene otra posición en la épica de la liberación de su pueblo. Las Agojie no luchan simplemente por liberarse de la opresión europea (o de sus testaferros Oyo), sino por destruir el sistema mismo basado en el sometimiento y el apoderamiento, respecto de aquel considerado más débil o inferior. No se trata entonces de reinar con los mismos medios, continuando con el régimen denigrante del comercio de esclavos (una costumbre importada del viejo continente, que los seguiría manteniendo en la sumisión), sino bajo un nuevo modo, fundado en el respeto a los derechos humanos y basado en el comercio de bienes autóctonos como el aceite de palma, reforzando su identidad y su independencia respecto de las potencias europeas. Resuena entonces en el presente, en el contexto de la globalización que uniformiza los goces, una alternativa de un gobierno que en el concierto de las naciones apunta a defender la diferencia, la idiosincrasia de un país, quebrando el binarismo de la lógica del amo y del esclavo. 

En este sentido es interesante detenerse en el titulo: La mujer Rey, lugar que ocupará Nanisca. Se trata de un lugar que, por un lado, la pone en un pie de igualdad con el Rey Ghezo y al que, por otro lado, accede no por voluntad de tener y poder (que es la posición de Shante); sino por habérselo ganado, por añadidura a su genuina lucha por la emancipación de su pueblo.

Por otra parte, si tomamos la línea de la lucha entre los sexos o la lucha por la liberación femenina, la película permite pensar si no habría un modo de salir de esta encerrona, que muchas veces convierte la misoginia en misandría. En esta línea, se juega la trama de la relación madre-hija entre Nanisca y Nawi y también la trama romántica entre Nawi y Malik, un mestizo (hijo de madre esclava africana y blanco), que llega al puerto de Dahomey desde Portugal junto a su amigo de infancia, ora devenido esclavista,  para conocer las tierras de su madre. 

Nanisca es asediada en pesadillas por su pasado. Si hoy es una general veterana, convertida en leyenda; fue por la hazaña de haber sido capturada por el enemigo y, habiendo sido dada por muerta, regresar con vida junto a las Agojie. Lo que retorna y atormenta en las pesadillas de Nanisca es la culpa por haber abandonado a la bebé que tuvo (producto de una de las tantas violaciones que sufrió en cautiverio), como condición para continuar siendo una guerrera de elite. Durante el entrenamiento para formar parte de las Agojie, la relación maestro-aprendiz, superior-subordinado entre Nanisca y Nawi; prefigura la relación de parentesco entre ambas, como así también ciertos rasgos de carácter comunes (como la rebeldía respecto de ciertas órdenes) y la destreza para la lucha. Aquí se abre entonces la alternativa para pensar lo femenimo, sin que se reduzca a la sumisión, la pasividad o la tutela, pero tampoco a la impiadosa crueldad, que no se somete a ninguna ley. La posición femenina se constituye efectivamente en la disociación o partición estructural entre la mujer y la madre. Se trata más que de asumir los extremos, de sostener un litoral que le permite pivotear entre ser no-toda mujer y no toda-madre. Es a esta posición femenina a la que puede advenir Nanisca hacia el final del film, cuando ya no rechace a su hija como una debilidad para su lugar de guerrera, y se disponga a ir en su rescate cuando el enemigo la capture prisionera.

Por el lado de Nawi, la línea del coming of age que la convierte en mujer pasa por la iniciación en el amor. No es la segregación o el odio hacia el hombre lo que hace a una mujer (la línea del rape and revenge que se despliega con Nanisca), sino poder encarnar para él la dimensión de una alteridad, desde la cual recibir una nominación por la vía de la palabra de amor. 

Malik se diferencia de los hombres a quienes el padre de Nawi la ofertaba como objeto de intercambio y que basaban su virilidad en la violencia y el sometimiento. En este sentido, son claves dos escenas: aquella en la que conversan fuera del palacio, donde Nawi se lleva como obsequio el sable de Malik y la otra en que escondiéndola del enemigo en la habitación, Malik le da la llave de la misma. Las dos escenas instituyen a Malik en tanto hombre castrado, posición que es la del hombre enamorado. Y el amor, muy por el contrario, lejos de debilitarlo, le da el valor y el coraje para enfrentar a su compañero esclavista. Es el amor por una mujer (y no la voluntad de dominio), lo que sustenta su virilidad. 

Para Nawi, la iniciación en el amor, no pasa sólo por el encuentro con un hombre que es capaz de elevarla a la dignidad de la belleza; sino también por el encuentro con la transitoriedad del amor, ya que la directora no nos regala en la trama romántica un final redondamente feliz (tras tomar caminos separados, el destino de los amantes, permanece en suspenso).  

Más allá de algunas escenas innecesarias en el tramo final que subrayan con sensiblería, una reconciliación madre-hija que ya se sostenía desde la acción en sí misma, La mujer Rey es una película que funciona desde lo técnico, desde el elenco actoral y por añadir a la épica del entretenimiento, la posibilidad de pensar desde el presente alternativas al uniformismo, a los binarismos y a las posiciones extremas, cerradas y estereotipadas; que excluyen la dimensión de la alteridad. 

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