Veredas
Argentina, 2017, 71′
Dirigida por Fernando Criccenti
Con Ezequiel Tronconi, Paula Reca, Julián Kartún, Paula Carriega
Sigo dando vueltas
Por Ignacio Balbuena
El avance de Veredas me llamó la atención porque parecía acercarse un poco al tono de comedia indie que los americanos hacen ya de taquito y la posibilidad de ver una versión local me resultaba atractiva. Un pibe neurótico, loser e inocentón que se encuentra con una chica linda con aires de Manic Pixie Dream Girl, con las calles porteñas de fondo. Una fórmula sencilla que si bien no prometía nada extraordinario o particularmente original, podía resultar en una película amable y más que disfrutable. Lamentablemente Veredas se queda corta (literalmente, los créditos empiezan a correr a los 67 minutos), y se limita a explorar superficialmente los clichés del género sin ningún tipo de autoconciencia o deconstrucción y sin resultar particularmente memorable como rom-com indie hecha y derecha.
Hubo muchos ejemplos recientes de comedias americanas que exploran algunas ideas similares a Veredas, más que nada en televisión, como Easy, Master of None o Love. Mi debilidad por este género hizo que tuviera la ilusión de encontrar en ella algo parecido, y si bien la película tiene un tono amable, no encuentra en su corta duración la posibilidad de construir personajes o momentos memorables.
Al personaje que interpreta Ezequiel Tronconi, Federico, lo vimos en muchas ocasiones a lo largo y ancho de un montón de películas. Recién separado, con mala suerte en fiestas y dificultad para las situaciones sociales, vive despistado y con una cara permanente de ‘ciervo a punto de ser atropellado por un camión’. Pero mientras los personajes de Aziz Ansari o Paul Rust encuentran en el ennui millennial una posibilidad de mostrarse con honestidad, defectos, intereses, amistades, es decir, efectivamente como personajes con un mundo interior y exterior, en Veredas lo único que tenemos es la mirada perdida de Tronconi, que le hace honor a su apellido en una performance poco inspirada.
El personaje de Paula Reca, Lucía, es un poco mejor, pero tampoco demasiado. Obviamente el guión demandaba que a la apatía del protagonista se le contraponga una chica linda con aires de girl next door y de espíritu alegre. Frente a la quietud de Tronconi, lo que hace Paula Reca es directamente slapstick. Por momentos sus caminatas inquietas y los intentos de comedia física acercan la película a una telenovela teen local, más que una comedia indie americana. Es explicable dado el background de Reca en productos de Cris Morena, y la actriz se desenvuelve bien en ese registro. Pero al igual que Federico, el personaje de Lucía no tiene muchas posibilidades de correrse de su lugar, el del wish fullfillment del pibe que desea cruzarse con una chica linda en una situación arbitraria y eventualmente darse un beso. Todas las tramas de la comedia romántica tienen algún elemento imposible o que no funcionaría en el mundo real, pero en Veredas todo está particularmente forzado. El eventual encuentro entre la pareja central de película parece hecho con una lista de tropes de las comedias románticas a mano para ir tildando. ¿Una chica de aires idiosincráticos irrumpe de golpe en un taxi? Check. Ah, ¿pero se olvida el celular y entonces los personajes se vuelven a cruzar? Check. ¿Y finalmente él, curioso de esta chica algo excéntrica y típicamente linda la sigue y entonces se CHOCAN y deciden pasar el día juntos sin demasiada justificación? Check. A partir de ahí la película los sigue a ambos atravesando las calles porteñas mientras siguen al novio de ella, que piensa que Lucía está de viaje. Es un relato compacto y la idea de seguir a los dos personajes a lo largo del resto del día mientras se van conociendo podía ser interesante, pero la película no hace demasiado con eso, y la pareja central no tiene la química suficiente como para sostener una situación que no tiene ningún asidero en el mundo real. Por lo menos Ethan Hawke se tomó el trabajo de seducir a Julie Delpy en el tren antes de pasar el día caminando con ella, acá no se entiende porque el personaje de Lucía se quedaría con el lastre de Federico, y menos aún por qué aparece la chispa del romance.
Tampoco los personajes secundarios encuentran espacio para desarrollarse, limitándose a roles funcionales, como ‘el taxista desagradable’, ‘la amiga un poco loca’ (de estas hay dos), ‘la ex-novia mala onda’. La breve aparición de Paula Carruega en este último rol me hizo pensar en su serie de Un3tv, Un año sin nosotros, que tuvo éxito con una fórmula similar: tono indie, personajes y entornos reconocibles de la urbe porteña. Allí también había una situación más o menos forzada que determinaba una estructura: los protagonistas son una pareja que se separa por un año para ‘ver qué onda’, y en cada capítulo de la serie vemos la evolución de ese proceso. Pero el formato serializado, aún en la brevedad (UAST es una serie de YouTube) nos permitía conocer a los personajes un poco más, encariñarnos (aunque sea un poquito) con ellos.
Veredas, en cambio, tiene el aspecto de un borrador. Recorre Buenos Aires pero no la cuenta ni la muestra ni la utiliza para la historia, y sus personajes no tienen personalidad. Los pocos detalles que condimentan la película no sirven para completar el mundo de los personajes, sino que se sienten arbitrarios, como la escena en la que Federico retrata a Lucía espontáneamente. No muestran el dibujo, no se retoma la idea, sólo está para construir un momento ‘simpático’. Y además el personaje es escritor, no dibujante.
Así y todo la película me sacó una sonrisa al menos en su escena final. Es olvidable y nada interesante pero simpaticona, y aunque no tenga nada para destacar, no es ofensivamente mala y nunca llega a aburrir dado que es muy cortita. Tal vez me salen las ganas de defender la película que Veredas podría haber sido o pretendía ser, o la eventual posibilidad de una rom com indie porteña que tal vez está en la vereda de enfrente.
