El Aprendiz
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El aprendiz

La parquedad probablemente sea una de las mayores virtudes de El aprendiz. Se habla en la película, pero no tanto y, en general, casi no se habla de lo que se está hablando. Hay charlas, hay momentos de intercambio (entre los pibes, con la minita), pero en esos momentos, que flotan como una nube de costumbrismo sobre una película más bien seca, las palabras no dicen prácticamente nada o, para ser más exactos, no dicen más que los gestos, el ambiente, la situación. Hay algunas excepciones, como el desafortunado diálogo en el que se explicita de forma innecesaria el detalle de la manera en la que prende los cigarrillos el protagonista, pero lo que prima es esa lógica: se dice poco de lo importante y, cuando se dice, es apenas con el filo de un par de líneas.

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