El Amor Menos Pensado
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El amor menos pensado

Cuando uno llega al final de la película, esta cualidad artificiosa, escasamente creíble, no hace otra cosa que acentuarse, cuando en un film cuyas elipsis y situaciones que intentanban mostrar una comedia romántica madura y distinta, termina desembocando en un clishé de comedia romántica berreta de Hollywood con una imagen final que parece sacada de un aviso de un banco. Son personajes que parecen salidos de un espacio imposible de reconocer, uno en el cual un profesor de literatura y una empleada de una agencia publicitaria pueden ser dueños de un departamento gigante y tener un pasar económico holgado con amigos en situaciones igualmente privilegiada. Supuestamente ese país se llama Argentina

Megalodón
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Megalodón

Al final del día, quiero quedarme con la idea original del largometraje casi trash: la de rescatar, del fondo de los océanos audiovisuales, a todo lo que la meca desea enterrar. Es decir: lo feo, lo cutre, lo malo, lo abyecto, lo enfermo, lo incontrolable, lo histórico, lo demencial, lo patológico, lo pasado carente del glamour de las series de Netflix. Imagino que Megalodon es un mar como el de Solaris, que reencarna nuestro subconsciente y que, por tanto, reclama nuestro fariseísmo, nuestra desgracia global, devorando como Saturno a los hijos de una sociedad conformista, egocéntrica y atontada con sus ilusiones mesiánicas de reflotar  Jurassic Park para convertirlo en una atracción de feria que es la del Hollywood voraz y clónico del siglo XXI.

Años Luz
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Años luz

Martel mira. La vemos mirar. No vemos qué mira. Años luz, una película de rigurosa observación, no busca explicarnos qué o cómo mira Martel (aunque para eso están las entrevistas infinitas en las que ella misma nos explica su cine y tantas otras cosas de la vida). Martel mira detalles. Es difícil precisar qué es lo que se supone que estamos viendo. La miramos mirar. Un corazón enamorado podrá creer que en esa mirada que miramos ocurre el cine.

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