Guasón (Ii)
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Guasón (II)

Lo primero que lamentamos es que esta historia de origen se queda pronto con muy poco misterio entre manos. Le recorta al Guasón una porción muy importante de su proverbial oscuridad caótica porque maneja una tesis maestra: hay que explicar al personaje. Así, corre el riesgo de comerse todo el relato a fuerza de sociología barata y zapatos de payaso. El Guasón es, además -oh signo de los tiempos-, una víctima paradigmática. La salida del closet de su psicología tortuosa se explicaría como la resultante calculable, el fruto podrido de determinantes que se pueden analizar y descomponer. El sujeto es entonces, (a)penas, un síntoma.

Qué Sea Ley
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Qué sea ley

Que sea ley no elige los matices, los grises, las contradicciones, las agachadas políticas de la historia, sino arrancar su narración cuando el proyecto acaba de obtener media sanción en Diputados, como si le molestara –o más bien incomodara la suciedad de estar plagado de contradicciones irresolubles- contar que quien tomó la decisión política de tratar la legalización del aborto fue un Presidente que estaba en contra de la medida. Es una variación fordiana de contar la leyenda antes que contar la historia. Contar el mito prístino antes que dar cuenta de la incómoda verdad de los hechos, de los datos fácticos.

Matar A Un Muerto
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Matar a un muerto

La película ostenta una premisa que se resuelve con una extraña comodidad: dos sepultureros del ejército paraguayo durante la dictadura de Stroessner deben lidiar con un presunto cadáver que se revela como un hombre todavía vivo y al que deben matar y enterrar para cumplir con su tarea (poco feliz, pero tarea no juzgada en la película). Esto, que sería una perfecta excusa narrativa para avanzar en el terreno de un cortometraje en el que la limitación informativa termina por ser funcional a una ambigüedad narrativa lo suficientemente abstracta como para que el inicio de la historia derive hacia otros costados más imprevisibles.

Fin del Contenido

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