Azor
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Azor

Nada, pero absolutamente nada de lo que narra Azor puede sorprender a un argentino. Eventualmente puede suceder con algún extranjero un poco despistado. Pero difícilmente un argentino observe aquello que narra la película de Andreas Fontana como una representación “anómala”, “distinta”, “original” de la dictadura argentina en el cine. De hecho, sin hacer demasiada memoria, no cuesta tanto reconocer cómo la estrategia de construir un gigantesco fuera de campo de la representación de la vida cotidiana en la dictadura para las clases medias y las clases bajas ya estaba presente en otras películas previas a Azor, que no irrumpe ni renueva ningún aspecto en ese sentido. Incluso no es muy difícil observar cómo el mismo inicio de la película reniega de la presupuesta elisión de la clásica representación de los uniformados y los controles en la calle.

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