Si bien en los últimos veinte años es cuando profundizó esa tendencia, Nicolas Cage siempre, desde el comienzo de su carrera como actor (y luego como productor) estuvo en un subibaja permanente. Porque convengamos que, en el mismo año, filmó una maravilla como Contracara y otra película que solo nos la podíamos tomar en joda como Con Air. En esos vaivenes, podemos distinguir tres tipos de obras: las realmente interesantes, que le permiten mostrar su ductilidad y vocación por el riesgo; las descartables, donde se nota que puede ser un mercenario del cine; y las que poseen algunas ideas interesantes, no del todo bien concretadas, aunque no por eso son completamente fallidas. Plan de retiro va por la última senda y hasta es, en cierto modo, una continuación estética de El peso del talento: ambas tienen conceptos iniciales atractivos, pero después no cumplen con las expectativas.