A Brighter Summer Day

Por Hernán Schell

A Brighter Summer Day (Gu ling jie shao nian sha ren shi jian)
Taiwán, 1991, 237′
Dirigida por Edward Yang
Con Chang Chen, Lisa Yang, Elaine Jin, Juan Wang, Chang Han, Lai Fanyun, Kuo-Chu Chang, Han Chang, Hsiu-Chiung Chiang

La claridad 

Por Hernán Schell

En la historia del cine existen muchas obras maestras. También muchas películas que tienen vocación de obra maestra y terminan cayendo por el propio peso de sus ambiciones. Lo que ya no es tan frecuente es encontrar obras maestras con clara vocación de serlo y que además de todo triunfen en su objetivo. Una de esas es A Brighter Summer Day, el largometraje de Edward Yang, que con sus casi cuatro horas de duración, su múltiple cantidad de temas (desde la guerra, al cine de Hollywood, pasando por la religión, las diferencias generacionales, la inmigración china en Taiwán y las crisis de la adolescencia), su constante equilibrio entre las historias particulares que cuenta y la radiografía social de un tiempo que retrata con la precisión de un cirujano, genera una emotividad desbordante, además, atravesada por un espíritu trágico que se va decantando de la trama con una sutileza admirable. Así y todo, es raro pensar que una película de estas características haya sido durante tantos años tan difícil de conseguir (y, de conseguirse, era imposible que fuera una buena copia), que haya sido ignorada por los propios Óscar cuando fue enviada para competir a Mejor película extranjera (aunque teniendo en cuenta lo que nomina y premia la academia, quizás no sea tan raro), y que en principio su prestigio sólo pudo ser un fenómeno que no se extendió más allá del continente asiático, tardando bastante tiempo en cruzar al otro lado del globo.

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Quizás esto tenga que ver con la mala política de distribución internacional de su tiempo, quizás porque su localismo impidió que pudiera ser apreciada internacionalmente como se debía. Pero estas no son más que meras especulaciones, basadas en el hecho de que A Brighter Summer Day está muy anclada en un contexto histórico que aquí en Occidente suele sernos más bien ajeno.

La película transcurre en la Taiwán de la década del 50, período en el cual cientos de miles de familias chinas huyeron hacia aquel país para salvarse de la guerra civil desatada en China entre comunistas y anticomunistas. Al llegar, no sólo se encontraron con que Taiwán contaba con una violenta dictadura anticomunista, sino que también se anoticiaron de que en ese país era común encontrar bandas juveniles, y que muchos de los hijos que se inscribían en las escuelas terminaban perteneciendo a algunas de esas bandas por el sólo hecho de tener un espacio con el cual identificarse. A Brighter Summer Day es la historia de una de esas familias, y en especial de uno de sus cuatro hijos (Xiao Si’r) conviviendo en el contexto de esos colegios secundarios, mientras trata de mantenerse al margen de esas bandas.

Así y todo, la película deja en claro desde el principio que Xiao no tardará mucho en quedar en medio de esas peleas, no sólo por ciertos intereses amorosos, sino también por una tendencia del propio personaje a la violencia. Así es como Xiao puede pensar como uno de sus lugares preferidos a un campo donde unos militares están practicando tiro, y llevar por esto a una chica que le gusta a ver estas prácticas como si fuesen un espectáculo. En esa misma escena, la chica le preguntará por qué hay jóvenes que no quieren inscribirse para ser soldados si tan bien quedan los uniformes, ante lo cual Xiao hace como que cae muerto para mostrarle los riesgos de la guerra.

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Es un momento curioso, porque muestra que la conciencia de los riesgos de una batalla no va a impedirle a Xiao ni apreciar a gente tirando tiros ni ser él mismo seducido fácilmente por el uso de las armas. Pero también es curiosa la reacción de la chica, enamorada de los uniformes sin tener demasiada idea de los horrores que puede llevar portarlos.

De forma vedada, la propia película parece encontrar una respuesta a un entorno en el cual viven estos jóvenes, donde la glamorización y la educación para la batalla son parte de una cultura omnipresente. En dichos entornos, los padres viven acordándose, retornando a la guerra. A su vez, las bandas juveniles seducen a los nuevos integrantes con sus juegos de honor, poder y jerarquías en el propio colegio militar en el que viven (incluso en un contexto histórico paranoico donde existen sospechas por las afiliaciones partidarias de un vecino o colega de trabajo). Desde este lugar, las bandas juveniles parecen ser un coletazo, una suerte de efecto de un clima de exaltación del belicismo tan constante como subterráneo. Sin ir más lejos,  pertenecer a una de ellas no es otra cosa que una forma común de expresión de esos tiempos. No por nada, el crítico Tony Rains señala un dato histórico de A Brighter Summer Day que no pareciera ser irrelevante para entender cierto espíritu de tensión permanente del film: en el año en el que transcurre la película, China sostenía que todavía seguía en guerra con Taiwán, y que seguía bombardeando zonas aisladas sólo para demostrarle hostilidad. No parece un dato innecesario en una película como la de Yang, envuelta en un clima de agresividad permanente, ya sea porque aparece mediante ataques frontales, como el hecho de que en buena parte de las escenas parece que una violencia atroz o una tragedia puede explotar en cualquier momento.

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De hecho, hay una característica casi anárquica y hasta infecciosa en la violencia de esta película: en el sentido de que a lo largo de sus casi cuatro horas, nunca parece tener una explosión total y catártica en una escena específica. Puede haber escenas que amenacen con terminar en un asesinato y luego no suceda nada; puede que una escena donde no parezca que vaya a suceder nada relevante derive en un homicidio. Pero también otros momentos que parece que van a derivar en peleas grupales finalmente se frustran por completo. Hablamos de una película que tiene la rara característica de que su escena más violenta se da no al final sino a la mitad de la película, como una explosión gigante pero al fin y al cabo constante en un film lleno de hechos terribles que varían en su gravedad según su circunstancia. Esto le da una cualidad trágicamente irrefrenable a esta violencia, como algo que una vez que se instala es imposible de calcular tanto sus consecuencias como su capacidad de frente. Desde este punto de vista, una de las escenas que mejor y más sutilmente sintetizan ese espíritu incontrolable está en el momento en que la escuela militar decide combatir la violencia de las bandas juveniles con una medida tan ridícula e inútil como prohibir los bates de béisbol en el colegio.

Lo curioso de A Brighter Summer Day es que, cuando la violencia aparece, nunca es filmada de forma espectacular: al contrario, se hace con la intención de reflejar tanto el miedo de quienes la ejercen como quienes la reciben. Esto se ve en las formas improvisadas con las que mueven sus cuerpos, pero también en el miedo reflejado en el rostro del atacante y el atacado. Para generar incluso menos espectacularidad aún, Yang deja muchas acciones violentas fuera del campo visual, pudiendo hacer un corte brusco que pase de pronto de una persecución a un momento en que un personaje es atrapado, o dejando una ejecución clave totalmente afuera de un plano. Uno de los momentos más claros de esto es un ataque de una banda a la otra con espadas samurái. Vemos a unos adolescentes llegando en medio de una noche lluviosa al lugar de sus enemigos con un arma que guarda en Oriente toda una tradición glamorosa relacionada con los códigos samurái. La batalla (o más bien la masacre) se desarrolla en medio de gritos sorprendidos, cuerpos que se mueven en la oscuridad no por pericia, sino porque sencillamente se encuentran en espacios plenamente oscuros, y los planos de Yang no hacen otra cosa que exaltar esa característica confusa. De pronto, estos mismos jóvenes que imaginan una guerra noble, no se encuentran con otra cosa sino con el horror de la violencia. Para colmo de males, ese horror ni siquiera tiene la característica de ser llamativo, sino salvajemente ordinario.

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Por eso es clave una de las decisiones de Yang: haber filmado esta película con actores no profesionales, alejados de cualquier tipo de estrellato, como una idea de acercar esta épica violenta y trágica a lo más cotidiano. Y es clave el título completo de esta película. El mismo tiene en verdad una doble presentación: por un lado, A Brighter Summer Day, escrito en idioma inglés, aludiendo a una canción de Elvis Presley llamada Are you Lonesome Tonight?; el otro, escrito en ideogramas chinos, es El chico del incidente de la calle Guling. El primer título refiere a que la canción de Elvis es un lamento amoroso, expresado con la habitual voz hipnótica de uno de los cantantes más icónicos e idealizados de la historia; el segundo título, una alusión directa y despojada de todo misterio al caso real en el que se basa la película: el de un chico que mató a su novia luego de sufrir un desengaño amoroso.

Este doble título es por un lado una obvia alusión a uno de los temas de la película, que es la influencia americana en la vida joven oriental, un fenómeno sobre el que la película vuelve varias veces, y que le permite a Yang reflexionar de manera lateral sobre el desfasaje cultural entre diferentes generaciones taiwanesas. Pero también es clave como forma de entender un contraste entre lo idealizado y lo real. La guerra, las batallas juveniles pensadas como peleas de honor, y la historia de amor soñada por un lado, y la batalla y violencia real y los caprichos de los sentimientos por el otro. Si lo primero sugiere glamour y melodrama, lo segundo tiene una característica mucho más terrenal, imperfecta y también confusa. Mucho de lo terrible del film proviene de la inevitable decepción que surge en los personajes cuando ven el contraste entre una cosa y otra. Quizás, nos diga Yang, no existan El Mal, ni los corazones rotos, ni el horror de la guerra, sólo acciones violentas y desengaños ocasionales, todo envuelto en un paquete deforme e insoportablemente corriente.

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Y acá llegamos a la tercera significación posible del título. A Brighter Summer Day significa “Un brillante día de verano”, título que sugiere una luminosidad multiplicada por una estación, un momento del día y un brillo. Quizás esto puede explicar fácilmente que el primero de sus planos sea un foco que se enciende, y que sus títulos de crédito estén sobre un plano general de una calle soleada de Taiwán. Uno puede pensar que este tipo de luminosidad contrasta fuertemente con la cantidad de planos en la película en donde las cosas se ven de manera difusa: desde el mencionado combate con espadas a plena noche, pasando por una cantidad importante de planos subjetivos donde se ve la mirada de Yang atrás de cortinas, o incluso con un plano clave en la película (el del protagonista viendo a una chica en medio de la noche con una linterna) que será voluntariamente confuso. Pero creo también que la claridad multiplicada es parte de la rara desesperación que transmite la película. Seré más claro: en A Brighter Summer Day todo se ve venir: el entorno social y familiar en el que viven los chicos, que mezcla un clima de agresividad como una imposibilidad de comunicarse entre adultos y jóvenes, no puede dar otra cosa muy diferente que una violencia como forma de expresión y una guerra entre bandas como manera de actividad recreativa. A menudo esta clase de cine de explicaciones sociológicas y psicológicas sencillas y causales suele caer en la simplificación y el trazo grueso burdo. Y sin embargo, lo increíble de A Brighter Summer Day es que acá logra crear una suerte de clima de misterio a partir de su absoluta claridad: lo que a uno le inquieta de la película no es tanto lo que pasa, sino que nadie parece estar dándose cuenta de una realidad tan evidente. El problema del film de Yang no es su oscuridad, sino que todo nos resulta atroz y transparente. Y que, en algún punto, cualquiera de sus personajes, aún con sus particularidades, sus matices y sus decisiones éticas, no terminen haciendo otra cosa que corroborar trágicamente aquel dicho inglés que dice que el peor testigo de una tormenta es el que la está viviendo.

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