BALANCE PERRO BLANCO 2023 – PARTE V: los redactores de Perro Blanco

Por Varios Autores

Con la llegada del mes de enero acostumbramos a llevar adelante la titánica tarea de resumir en 100 textos lo que más nos interesó del año. Para bien y para mal. Pero también dejamos tiempo para que los redactores cuenten un poco cómo fue su año cinematográfico y televisivo. Ver mucho o poco es lo que menos importa. En estos balances personales lo que importa es el encuentro entre redactor y lectores. Pasen y lean.

Una de cal y una de arena
El 2023 fue un golpe al periodismo de cine que ya venía devaluado desde que se estableció que asistir a un evento es más importante que el análisis de las películas, por lo menos un análisis que permita otro tipo de miradas y no un discurso hegemónico como ocurrió con Barbie y Oppenheimer. Más allá de sus valores cinematográficos cualquier mirada disidente y en contra de estas dos películas  fue atacada sin piedad cando justamente invitaban a la reflexión incluso si no se estaba de acuerdo.  
En el cine de terror pareció algo similar. Se impuso el evento antes que la película. Tal vez en menor medida pero paso con Scream 6, Evil dead rise y sobre todo Talk to me y Thanksgiving. Operaciones de marketing que en algunos casos funcionaron (Talk to me fue un éxito) pero que también invisibilizo a toda voz en contra. De repente hablar de los errores de Evil dead rise y cuestionar a Raimi como productor era un ataque. Pero es cierto, se trata de un retroceso a lo que es una saga en donde predomino siempre la creatividad. A lgo similar se puede decir de Scream 6 que juega a ser diferente pero que no se juega a nada.

Lo que nos lleva a la mejor película de terror del año: Thanksgiving, en donde Eli Roth un pensador del cine de terror aunque a veces le cuesta traspasar sus ideas a la pantalla grande encontró un subgénero en donde mejor se siente cómodo y que además lo encontró en el mejor momento de su carrera, más viejo y sabio lo que lo llevo a hacer una película festiva. 

Tal no sea festiva pero si se festeja Cuando acecha la maldad por lo que significa su triunfo en todo el mundo (se siente como ganar el mundial) y se aplaude también como continuación temática y estética que viene trabajando su director Demian Rugna y que espero que siga en ese camino.

Celebro también  la aparición de mi libro Arrástrame al cine: un viaje por el género de terror Volumen uno en donde a través de varias películas de terror busco darle un pantallazo para entender el cine de terror y no caer en estrategias de marketing viejas que son tratadas como nuevas.
Santiago Gonzalez

De una punta a la otra
2023, al menos en Argentina, se inauguró con Los Fabelmans. La última de Spielberg, un genio consagrado que mezcló introspección, terapia, ajuste de cuentas y amor por el cine (esa aventura más grande que la vida) para dar forma a una película maravillosa. ¿Qué nos depararía el resto del año? La lucha de siempre, entre la calidad y la taquilla, representada por un fenómeno sin precedentes: el Barbenheimer, la convivencia insólita de dos películas que en principio poco tienen que ver, presentadas como un double feature obligado para todo aquel que se identifique como cinéfilo. Ahí hay otra cuestión, no exclusiva del 2023, pero que se afianza cada día: la presencia de las redes sociales en la formación de la cinefilia contemporánea. Una vuelta a las viejas costumbres, actitudes tales como ver dos películas seguidas, revalorizar a grandes maestros, saber bajar películas; una gesta llevada adelante por un grupo de espectadores más bien jóvenes, outsiders pero también “en la onda”. Esa característica, la juventud, es de donde despega una de las formas más evidentes de ver cine en el presente, que también contagia a edades más elevadas que, muchas veces, terminan quedando en ridículo. Hablamos de la pasión desmedida, adolescente, pero también intolerante. Tal película es una obra maestra atemporal, más si es de un director argentino que escupe al sistema norteamericano desde adentro (?), y si no te gusta, o te gusta solo un poco, es probable que seas un hijo de puta. Aplica para muchos de los grandes estrenos del año. Si no te gustó Barbie, no interesan los argumentos; es claro que sos un machirulo buscando una perimetral.
Paremos un poco. Como este texto no es más que un humilde y breve balance de cómo vivió quien suscribe su 2023 cinematográfico, mejor concentrarnos en lo positivo. En esas películas que también fueron grandes estrenos, pero que no suscitaron confirmaciones terminantes sobre la gran persona que sos si bancas tal o cual título. Más allá de los debates y los juicios morales, habitan películas preocupadas por el cine como instrumento, como vehículo, como entretenimiento. También, en el cine como forma, como lenguaje en sí mismo, capaz de portar felicidad y emociones sin necesidad de enarbolar un discurso. O incluso con un discurso, porque,¿no es acaso la última Misión Imposible un alegato a favor de la permanencia del cine como expresión total? Lo mismo que ocurrió con Top Gun: Maverick en 2022. Alejados del barullo, existen tipos como Tom Cruise, hechos de cine (cómo se autopercibía José Martinez Suárez), plantados en qué es lo que importa a la hora de hacer y vender películas. Los géneros nos salvan una vez más: MI: Sentencia Mortal Parte 1, John Wick 4, Evil Dead: el despertar, Cuando acecha la maldad. Sí, quizás tuve un 2023 bastante mainstream, con pocas series (rescato la segunda El Oso, Tulsa King, la segunda de Reacher), pero es probable que sea el primer año desde 2019 en el que la pantalla, en la sala o en el hogar, me deparó una buena cantidad de experiencias. Con algunas me enojé y me dolió, como pasó con Creed III. Con otras confirmé lo hermoso que es el cine, como pasó con Los asesinos de la luna, con The Holdovers, con La sociedad de la nieve. Veamos entonces, 2024, que hay de nuevo en el horizonte. 
Marcos Ojea

Cine contra discurso de barricada
Hay escenas o secuencias de películas o series que te pueden resumir todo lo bueno o todo lo malo de un año. Es casi mágico, un poco inexplicable, aunque claro, tiene mucho que ver con el sesgo que tenga el espectador. Para mí, hubo dos momentos cinematográficos que, por un lado, sintetizan buena parte de los peligros a los cuales se enfrenta el medio audiovisual; y, por otro, todo lo que está bien a la hora de narrar, construir personajes y transmitir ideas sobre el arte y el mundo. El primer caso corresponde al monólogo indigesto de America Ferrara en Barbie, ese donde nos dice todo lo malo, terrible y horroroso que es ser mujer, en la actualidad y el presente, porque la sociedad no les permite ser otra cosa. No solo es un conjunto de lugares comunes entre llorón y falaz, que parece negarles a las mujeres otro rol que no sea el de víctima eterna, además de enunciado desde un sitial de privilegio demasiado notorio como para hacerse el tonto. Es también una evidencia apabullante de las dificultades que tiene una película para construir un discurso con imágenes y acciones -por lo que solo le queda avasallar con palabras, mientras detiene toda progresión narrativa-, a la que sin embargo se ha elogiado por su guión e ideas cómicas. Si estos son los tanques que hay que aplaudir, estamos en serios problemas. Por el contrario, tenemos el encuentro entre Sammy (el alterego de Steven Spielberg) y John Ford en Los Fabelman, que es una lección perfecta de cómo pensar el cine y el arte en general, las implicancias del profesionalismo y la magia -no tan mágica, porque está hecha de esfuerzo y amor por el detalle- que conecta a un espectador con la imagen. Y es, encima, un momento narrado a puro movimiento desde la puesta en escena y el montaje, que se complementa con un plano final magnífico, donde Spielberg nos deja en claro que siempre hay cosas nuevas por aprender y corregir. Y que él, a pesar de la enorme trayectoria que carga sobre sus espaldas, no es el centro del mundo, sino alguien que construyó su identidad desde el vínculo con otras tradiciones. El cine es mirar, escuchar, entender que no se tienen todas las respuestas, no soltar verdades de Perogrullo confirmadas por sesgos que nunca se problematizan. Eso es lo que diferencia a Spielberg (y Ford) de Greta Gerwig y Noah Baumbach, a Sammy de Ferrara, al cine del discurso de barricada.
Rodrigo Martín Seijas

El cine sobrevive
El año que pasó fue, probablemente, uno de los años más autoindulgentes de Hollywood. Un año  donde nos hartamos de leer a críticos celebrando los chistes que ellos mismos hubieran hecho  en Barbie, una película diseñada para ser el lavado de cara de una corporación multimillonaria  enunciando todo lo que ya se sabía, regodeándose en lo que la directora ya estaba segura que  pensaba y que caía bien. De una forma más fina, La Zona de Interés también representó una idea  fija e inamovible del mundo, una idea tan central en la película que vuelve a la forma un medio  para enunciarla en lugar de un dispositivo que colisiona con modos de ver el mundo. Glazer y  Gerwig filmaron para volver cine sus ideas estáticas. Nolan, en cambio, filmó de una forma  desordenada, incluso caótica, intentando comprender algo que no comprende. Un director  usualmente catalogado como cerebral y calculador filma su película más emocional, buscando  antes que encontrando. Si Oppenheimer fue un héroe o un tirano es una pregunta que,  inteligentemente, el director británico no responde, sino que problematiza: narra durante dos  horas el camino heroíco de un inventor y luego le tira todo el juicio interno y externo por la  cabeza, dejando ver a su primera parte como una suerte de parodia de El Código Enigma.  También me resultó interesante el riesgo que corrió Spielberg en The Fabelmans. Un director que  tanto había evadido filmar su propia vida dándole a varios de sus personajes una condición  autobiográfica eludida, por fin decidió hacerlo y enfrentarse a una película que pone en tensión a  gran parte de su obra. En ese ejercicio, que mucho podría tener de la autoindulgencia que  anteriormente señalé peyorativamente en otros ejemplos del mainstream, se nota una genuinidad  única en el cine de Spielberg. Lejos de la autocelebración la película contiene más bien una  reflexión sobre su propio cinismo, por momentos una autoparodia y una mirada benevolente a  todos los personajes, incluso, en sus más logradas escenas, a quienes lo maltrataron.  
Pero no todo es Estados Unidos (más allá de que no nombre a la extraordinaria May December a  la que le dediqué no pocas palabras hace relativamente poco). De hecho, el mejor cine de este  año surgió en otra latitudes. Volvió Erice e hizo una película más compleja de lo que muchos  creen. Porque para poder ver de una forma más precisa el entramado narrativo de Erice uno tiene  que en un primer momento pasar por arriba su nostalgia por la imagen analógica, su visión  anciana de la materialidad cinematográfica y concentrarse en la forma en la que el director  español articula sus escenas. Lo fundamental de la película, entonces, termina siendo la mirada  antes que la memoria. Su título se evidencia de la forma más literal posible: Erice dedica la mayor  parte de su extenso metraje a mostrarnos personajes viéndose entre ellos, observando objetos y,  en ocasiones, mirando al horizonte. El recuerdo es un entramado narrativo que los obliga a mirar  y en la mirada es donde se ubica la forma de conocer el mundo. En el recuerdo hay especulación,  mientras que ante los ojos se presenta la vida. Alguien que también nos obliga a mirar, en el  sentido más político posible, es Marco Bellocchio. En su Rapito se concentra más violencia que  en todas las películas del año juntas. Y ante eso, Bellocchio pone la cámara, a la altura de un niño  que la observa y nos grita: ¡miren! ¡No sean cómplices! Pero, como Bellocchio ya nos había  demostrado en sus anteriores películas, la violencia es tan poderosa que el mismo niño la chupa  y la convierte en su propio motor. El montaje, entonces, comienza a enrarecer la mirada hasta  llevarla al mismo escenario devastador que pudimos ver en Vincere. También volvió Kaurismäki y con él un cine que se interesa por los humanos y por sus vidas, por los objetos que la  determinan, antes que por cualquier otro ornamento que una película puede interponer a ellos.  Todo lo que se posa en frente de la cámara de Kaurismäki pasa a adquirir un valor central dentro  de su mundo, sea una radio, una banda de chicas deprimidas o una rubia triste. Ese fenómeno es  cada vez menos común en el cine actual, un cine cada vez más sobrecargado y alegórico, por  eso Hojas de Otoño le da tiempo a todo, le cede el preciadísimo valor de la presencia ante la  cámara a sus personajes, sus miradas angustiantes, sus sonrisas y sus cigarrillos.  En cuanto al cine nacional no es un misterio para nadie el pasado fue un año de mucho éxito,  particularmente por el triunfo de Cuando Acecha la Maldad en Sitges y la coronación de Trenque  Lauquen como la mejor película del año según Cahiers Du Cinéma. Pero los palmarés no fueron  el único motivo de celebración: Puán, Los Delincuentes, Un Pájaro Azul y la mencionada Trenque  Lauquen son cuatro extraordinarias películas. El cine argentino ha demostrado una vez más, en el  2023, que es importante no solo a nivel local, sino a nivel mundial.
Amilcar Boetto

Recambio y transición
El 2023 fue el año en que el vimos morir, un poco, al cine de súper héroes, despedirse cuestionado por los mismos fanáticos que lo encumbraron y sobrevaloraron.
Entre lo peor figuran sus múltiples deslices e intentos vanos por acaparar nuestra atención, con técnicas que tuvieron que abandonarse antes.
Pero ningún género quiere retirarse, sin dar una pelea.
Por eso las únicas películas de la tendencia que recordaremos serán “Guardianes de la Galaxia 3” y “Spider Man into the Spiderverse”.
De resto, no vale la pena incluirlas en el balance positivo del 2023, sino como evidencias de la necesaria reestructuración que acometerán Marvel y DC en pos de conservar su negocio de las propiedades intelectuales.
En tal sentido, también resultaron afectados dos esquemas agotados: la franquicia explotada más de la cuenta(caso de “Indiana Jones 5”) y el filón del Live action(“Sirenita” y “Pinocho”), sobre todo cuando lo animan intereses de forzamiento woke, en adaptaciones de la corrección política.
Puede que el asunto funcione como lavado de imagen de compañías, que requieren de una narrativa progre, para apaciguar los ánimos dentro de sus estructuras burocráticas y clientelares.
Pero la verdad, el público rechaza el producto y lo condena con sus críticas en redes sociales.
De modo que es una estrategia de comunicación que no está generando buen karma.
Por ello la industria se abraza a los éxitos de títulos “originales”, o al menos diferenciados, como “Súper Mario”, “Barbie”, “Oppenheimer” y “Sonidos de Libertad”, para oxigenar su oferta de cara al futuro.
Por igual, el regreso de autores como Scorsese, Anderson, Fincher y Coppola, extiende la huella de una independencia anhelada, hoy estimulada por plataformas como Amazon y A24, en luna de miel con el espectador.
Fuera del mercado de Hollywood, siguen ocurriendo fenómenos aún más retadores e interesantes para el devenir del séptimo arte.
Mencionaré solo algunos de los principales: el asentamiento de una vanguardia femenina que arrasa en Festivales y listados(“Anatomía de una Caída” y “Trenque Lauquen”), la diversidad que aportan las plataformas de streaming con sus infinitas posibilidades de acceso y curaduría(Filmin, HBO y Netflix), el desarrollo del lenguaje animado y documental, la consolidación del idioma de las series, las innumerables disrupciones que destacamos en las periferias del mundo(Perú, Bolivia y Venezuela como nuevas canteras de LATAM), y la vitalidad que siempre refrendan los mercados internacionales de Europa, Asia, África, Oceanía, México, Chile y Argentina.
Cada tema inspiraría un artículo por separado, pero por cuestiones de espacio me limito a exponerlos, a fin de que ustedes hagan la investigación pertinente.
Les diré que fue, particularmente, el año en que más trabajé como jurado, reportero y curador de Festivales.
Ahí nos sorprendimos por la calidad de las generaciones emergentes.
Sí hay relevo y es impresionante hacia donde nos lleva el cine menos concentrado por las agregadoras convencionales.
Hablando con los colegas, señalan que el gran problema es la dificultad para acceder a un mercado dominado por el mainstream y los monopolios de costumbre.
Así que todavía hay batallas y lugares por reconquistar.
De igual manera, el formato breve de los cortometrajes, permite a los chicos probarse y competir en certámenes alternativos.
El tema es que nadie los ve.
Se reclama gestión y acción.  
Pero el cine del 2023 me ha dejado satisfecho y esperanzado de haber superado las coyunturas del Covid, con dignidad, creatividad y optimismo.
Los jóvenes desean contarse, narrarse y afirmar sus identidades.
Los veteranos continúan evolucionando y proponiendo.
Si una idea articula al cine del año, es la del recambio y la transición, un gesto de movilidad que es resiliente, crítico y resistente.
Sergio Monsalve

Continuará…

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