Cine club Perro Blanco – Comunidad de espectadores: Golpe al corazón

Por Federico Karstulovich

Estimados amigos:

Como muchos de Uds lo saben, pero otros no, les queremos contar por acá que en febrero de 2019 comenzaron las actividades de nuestro cineclub. Pero al mismo tiempo es importante aclarar: no es un simple cine club en el que proyectamos películas que amamos, sino que nos propusimos hacer algo distinto. Gracias a la convocatoria del Centro Cultural San Martín, que ha dispuesto una serie de ejes temáticos por bimestre a lo largo del año, Perro Blanco ha programado 12 meses con 4 películas por cada mes en cuestión.


La quinta película (y primera del segundo mes) que vimos y trabajamos fue la película maldita por excelencia en la carrera de un director. En este caso el director es Francis Coppola y su película maldita no es otra que la gran Golpe al corazón (1982). En nuestro segundo mes de cineclub el tema que se impone es el de los géneros (de todo tipo y forma). Pero nosotros nos sentamos a pensar por qué esta película se propuso ser un musical melancólico en una época en la que los musicales estaban muriendo. 

Debe haber pocas películas tan tristes, tan cercanas a la muerte, como la de Coppola. Pero esto no se debe a que su estructura funeraria se propague como estado de depresión en sus imágenes. Sino porque la melancolía y la tristeza actúan en la película como efecto de contraste. Y es que si en el musical la fantasía, el mundo imaginario y el de los deseos se caracteriza por las luces, por el artificio, por los colores, por las mentiras, lo que irriga de dolor las raíces de Golpe al corazón es, precisamente, la presencia de esa mentira en el seno de una pareja que se autodestruye y no sabe hacer otra cosa que quererse a la vez que se aleja.

Existe un apotegma que indica que no hay cine de Coppola sin montaje paralelo. Bueno, si extendemos ese principio podríamos decir: no hay cine del director sin mediar contradicciones. Y aquí la contradicción principal es reflexiva en su plenitud: por un lado narrar un musical y una historia de amor y desencuentros, pero a la vez describir y desmontar un aparato genérico que está muerto, fenecido. Un género que no pertenece a esos tiempos pero al que se convoca como en un acto de espiritismo.

One From The Heart

Si, hay ángel de la historia para rato: mirar, narrar, construir. Pero a la vez con la cabeza girada al pasado, mirando los escombros, la demolición. Si todo acto de cinefilia es un acto de hauntología, los fantasmas que recorren los pasillos coloridos de Las Vegas reconstruida plenamente en un set, son los responsables de hablar a través de su médium, Francis Coppola.

En una época en la que los musicales tradicionales habían muerto, en una época en donde la ópera rock no era más que un recuerdo pero que a su vez había marcado a fuego lo que vendría en los 80s, el musical de soundtrack, es decir, el musical en el que canciones y acciones/pasiones quedaban separados, en donde la película era una excusa para vender discos y a la inversa también, FC hizo lo imposible: un suicidio comercial, un suicido artístico, un salto al vacío de un género que en ese momento era una piscina con agua estancada. Pero el cine de Coppola no es el de un nostálgico, sino el de un melancólico que no sabe como quedarse pero tampoco sabe como despedirse. Por eso toda la película es una batalla entre el artificio y la ilusión colorista y la realidad de los cuerpos magullados, de las parejas desgastadas, de las casas y su cotidianeidad sin fantasía.

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